Durante la crisis religiosa que diera origen a la rebelión cristera surge este personaje piadoso y benefactor durante sus estancias en Linares y Santa Catarina, Nuevo León, hasta su residencia permanente en Nuevo Laredo, Tamaulipas donde, al parecer, alejado de las armas en esta insurgencia religiosa despliega intensa actividad misionera que le permite salvar a decenas de seminaristas
Por Luis Alvarado
En 1926 el presidente Plutarco Elías Calles expide una ley que limitaría las actividades de la iglesia católica a no participar en política ni poseer bienes raíces, que luego cada entidad del país la adaptaría a sus circunstancias, como Tamaulipas que prohibía oficiar a sacerdotes extranjeros.
Formalmente nombrada Ley de Tolerancia de Cultos, la norma es expedida el 14 de junio de aquel año luego de desatarse un clima anticlerical en los gobiernos socialistas que buscaban acabar con el fanatismo religioso desde 1920.
Algunas leyes estatales, como las de Tabasco y Veracruz exigían que los sacerdotes debían ser casados y tener más de 40 años de edad, provocando en 1925 la creación de la Liga Nacional para la Defensa de las Libertades Religiosas, antecedente de la Rebelión Cristera.
Los combatientes religiosos buscaban abolir los decretos que iban contra el culto y desde luego combatir a los presidentes antirreligiosos como el propio Calles y el sucesor, el tamaulipeco Emilio Portes Gil, mientras que los gobernadores locales Manuel Tarrega, Benito Juárez Ochoa y Juan Rincón Rincón les toca respaldar esa legislación, sin mucha reacción del clero.
Dentro de esa atmósfera nacional, en Nuevo León y Tamaulipas un sacerdote de origen español llamado Enrique Tomás Lozano veía limitado el ejercicio de su ministerio en virtud de ser extranjero y temeroso de ser expulsado llega a Laredo, Tx. donde despliega actividad religiosa, para regresar en 1932 a Nuevo Laredo, donde por 25 años realiza gran tarea evangelizadora. Antes de llegar a Tamaulipas había estado en Monterrey donde funda un orfanato. Al estallar la Guerra Cristera se autoexilia al igual que muchos párrocos y monjas de origen mexicano y extranjero que son desterrados, debiendo residir en Laredo, Texas, donde funda la Casa del Sacerdote.
En Monterrey
Nace en Teruel, España en 1894, para luego estudiar en un seminario jesuita y ordenarse de sacerdote en septiembre de 1914, además de haber estudiado medicina por tres años y haber sido oficial adscrito al clero militar para luego estudiar en Bélgica y de ahí servir al obispado de Hawworth, EU.
De Norteamérica solicita al delegado apostólico Ernesto Philipp venir a México–antes de que éste fuera expulsado del país por el presidente Alvaro Obregón por violaciones a la ley de cultos en enero de 1923-, para luego ir a Monterrey donde erige un orfanato y luego ser párroco en Linares y en Santa Catarina (24 de enero al 25 de julio de 1923), Nuevo León.
El historiador y cronista santacatarinense Antonio Guerrero Aguilar señala que “Antes de ser nombrado párroco de Santa Catarina del 24 de enero de 1923 al 25 de julio de ese año estuvo en Linares. En el poco tiempo que permaneció se distinguió por su servicio social a los más necesitados y como guía espiritual de la población. Se dice que enseñaba a la población a utilizar remedios naturales para mejorar su salud”.
Es en Santa Catarina, donde a causa de recomendar remedios herbolarios a la población le ocasionan problemas con algunos propietarios de farmacias y boticas que le obligaron a renunciar a su cargo. También destacaba por la composición de poemas que siguen inéditos.
El Arzobispo Herrera y Piña le lleva a la curia para fungir entre 1923 a 1926 donde fue secretario de la Sagrada Mitra de Monterrey.
El mismo eclesiástico Herrera y Piña lo reubica posteriormente en Laredo, Texas al recrudecerse la confrontación entre el Estado mexicano y la Iglesia y buscar protegerlo dada su condición de extranjero.
Auxiliar del Papa en Nuevo Laredo en 1932
En esa ciudad fronteriza funda un colegio para niños y otro más de bachilleres del lasallismo, además de erigir una casa hogar, una clínica y hospital y procurando rehabilitar a niños infractores, otorgando también auxilio y educación a los pobres y presos
Por sus méritos y servicios religiosos es nombrado capellán de Honor de la Basílica de Guadalupe y Camarero Supernumerario de su Santidad, (Custodio de los sepulcros de San Pedro y San Pablo), luego auxiliar del Papa, titulo último recibido el 8 de mayo de 1957.
En Nuevo Laredo despliega un gran activismo en favor del movimiento cristero y de la Liga Católica Mexicana, al parecer exento de acciones radicales, pero encabeza gran número de obras piadosas cuando funge como párroco del templo Santo Niño de Atocha de 1932 a 1957.
Dentro de la misma curia a Lozano se le consideraba de ideas avanzadas y a pesar de tener merecimientos para escalar dentro del gobierno eclesiástico, siempre se mantuvo como párroco de iglesia.
Es calificado como precursor del Aggiornamento del Concilio Vaticano II, que es un objetivo usado por los papas Juan XXIII y Paulo VI que reflejara la adaptación de los principios católicos a la modernidad.
En cuanto al fin de la Liga Católica Mexicana y su transformación cristera, Enrique lo concebía así: ‘Propagar la verdadera situación de México para contrarrestar la propaganda calumniosa del medio oficial’.
Liga cristera
De él, el movimiento cristero escribe en cronicasdeuncristero.blogspot.com/2010_06_09_archive.html : “…aún viven muchos
neolaredenses que lloran la orfandad del padre, del maestro, del sacerdote abierto a todas las ideas, del caudillo religioso que entendió el símbolo del guadalupanismo como lazo de unidad entre los mexicanos…”
En febrero del 23, en plena Guerra Cristera, Lozano le dice desde lado texano a su colega en Barcelona, el jesuita Adolfo Pulido que ‘En Estados Unidos no puede funcionar la Liga (de la Defensa Religiosa de México), le alteramos un poco el nombre –Liga Católica Mexicana y aquí tiene a la nuestra, trabajando muy bonito’
Le escribe que en su estadía de siete años en Monterrey como profesor del Seminario, secretario del Arzobispado: ‘Quiero a los mexicanos con toda mi alma porque me quisieron…fui consentido por todas las clases sociales, desde los Caballeros de Colón, hasta los presos de la penitenciería…’
Añade en su relato: «Llegaron los días aciagos de 1926 y después de haber ayudado a la magna labor que precedió al cierre de los templos, fue consejo del señor Arzobispo que me traslade a este lugar (Laredo, Tx.), desde el cual podría ayudarle más, según él, y sin exponerme a ser expulsado por ser mi condición de extranjero».
Y desde su autoexilio, el religioso define estrategias de ayuda para los mexicanos desterrados ayudando a la Liga y consiguiéndoles trabajo en suelo estadounidense, así como pedir becas al Episcopado español para seminaristas mexicanos y a los colegios gringos católicos para universitarios expulsados por el gobierno azteca.
Parque, en lugar de dulces
Acerca de la Liga escribe que “a pesar de todas las tempestades del infierno conspiradas en su contra. Hoy, son más de 26 mil los libertadores que se están defendiendo como los buenos cruzados … digan lo que digan los tiranuelos perseguidores, es una constante y milagrosa conservación de los héroes de Cristo Rey».
Aunque no se conoce actividad armada como a los fieles y algunos sacerdotes en el bajío del país, al padre Lozano se le atribuye una anécdota que al parecer no alejaba de la simpatía por la insurgencia violenta.
En el señalado autoexilio refiere que en la Navidad, un donante mandó 800 pesos “a un grupo de libertadores, dice que para dulces. Al recibirlos los valientes contestaron que iban hasta descalzos, pero no querían dulces ni guaraches, sino parque, que comprarán parque con aquello. ¿Perderán estos hombres?… Imposible».
Al concluir la Guerra Cristera entre el presidente Portes Gil y los obispos, Lozano regresa y toma posesión de su parroquia en Nuevo Laredo, ciudad entonces de 25 mil habitantes, conservadora ‘ hasta mojigata… y hasta reaccionaria en política’, donde practica su apostolado.
“Convive igual con liberales y conservadores, con católicos y protestantes, con masones y con Caballeros de Colón, con prostitutas y con señoras de la Asociación de la Vela Perpetua… Enrique Tomás Lozano dejó a Nuevo Laredo una gran comprensión”, añade el sitio procristero.
Entre las obras materializadas por Lozano está la Casa Hogar fundada por él en septiembre de 1947, que atiende y educa niñas huérfanas, desamparadas, abandonadas, que fuera instituida en coordinación con las Hermanas Mercedarias del Sacramento. Sigue operando en Arteaga 1756, de Nuevo Laredo.
Los pelones de Lozano
En esta frontera mexicana desarrolla labor social, educativa y caritativa. Lo mismo en escuelas, que una clínica y un hospital; promueve la pastoral penitenciaria y la atención a los migrantes que llegaban a la frontera, añade el historiador Guerrero Aguilar.
Además funda el Colegio América de enseñanza primaria y comercial y el de igual nombre para secundaria y bachilleres. Asimismo impulsa el Seminario de Tamaulipas y en 1947 instituye la casa hogar para niños de la calle y huérfanos, conocidos como “los pelones del padre Lozano”.
También se da tiempo para motivar la construcción de los templos de Nuestra Señora de la Paz, San José y Guadalupe y en 1952 crea el grupo los Caballeros de Colón en Nuevo Laredo, mientras que en su parroquia sostuvo y cuidó de ancianos, huérfanos y viudas, y dar protección a los trabajadores mexicanos que recibían maltrato en los Estados Unidos.
Un artículo del historiador Rafael García Ortega publicado en el diario El Mañana de N. Laredo el 21 de junio de 2014, al celebrarse el 57 aniversario de la muerte de Lozano, recordaba como su salud era afectada por la diabetes, pero que no obstante se entregaba a las obras de caridad.
“Levantó el culto divino a su más alto grado de esplendor en esta ciudad. No creo exagerado decir que la presencia del padre Lozano significó para los habitantes de Nuevo Laredo un antes y un después en el catolicismo”, escribe García.
Salva a seminaristas en la persecusión
Incluso califica su actuación de heroica, pues durante la persecución religiosa en México –de 1926 a 1929-, salva cerca de 200 jóvenes seminaristas que él mismo se encargó de enviarlos a España: Cuenca, islas Baleares, Valencia.
Luego cita frases del sacerdote Ricardo B. Anaya, que se refirió al padre Lozano en su libro “Memorias de un viaje”, (San Luis Potosí, 1989), con testimonios de los obispos de Oaxaca, San Luis Potosí y Los Ángeles, California, integrantes del subcomité episcopal que conocieron el informe sobre los seminaristas mexicanos en España:
“El subcomité está sumamente complacido y agradecido a V. por el celo verdaderamente apostólico, la abnegación, y el desinterés hasta el punto de gastar cantidades considerables de su propio peculio, iniciando, desarrollando y conduciendo la preciosa obra de colocar en los seminarios de España a nuestros seminaristas con el fin de salvar sus vocaciones en esta difícil época de nuestra historia”.
“ Declara muy laudable, provechosa y providencial en estas circunstancias la obra por V. emprendida de colocar y atender santamente a los seminaristas mexicanos en los seminarios de la Madre Patria”, redactan los obispos.
El Subcomité señala que comunicará dicho acuerdo al Cardenal Primado de España, según consigna en el escrito que le dirigen al padre Lozano, fechado en México el 1 de diciembre de 1928.
Enrique Tomás Lozano muere el 20 de junio de 1957, pocos meses después de recibir los títulos de Capellán de Honor de la Basílica de Guadalupe y Camarista o auxiliar del Papa, provocando su deceso una manifestación de duelo público.
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