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CARRERA TORRES: los motivos de su fusilamiento

El fusilamiento del revolucionario Alberto Carrera Torres ordenado por el nuevoleonés Pablo González Garza y sus últimas horas

Alberto Carrera Torres en San Luis Potosí

Por Luis Alvarado

El pasado 16 de febrero se conmemoró el 102  aniversario luctuoso de la muerte del revolucionario profesor y general Alberto Carrera Torres, quien luego de iniciar su antiporfirismo con Francisco I. Madero, cambiaría a las filas de Venustiano Carranza, para pasar luego a los cuadros de Pancho Villa.

El bustamantense con la cuera que populariza

Ese cambio de vías revolucionarias del Constitucionalismo hacia el Convencionismo y villismo acabaría por molestar al brazo derecho de Venustiano Carranza, el general nuevoleonés Pablo González Garza, quien habría ordenado acabar con el tamaulipeco cuando luchó contra su anterior bando, el de los constitucionalistas en Tula en enero de 1915.

Aquí se refieren aspectos poco conocidos y que revelaría en libro un amigo de la infancia de Alberto, fragmentos que incluyen las pugnas con sus superiores Venustiano Carranza, Pablo González y Luis Caballero que marcarían su sentencia de muerte. También, las últimas horas de su vida en el juicio y fusilamiento.

González, el oriundo de Lampazos dictó su sentencia mortuoria y sería el  tamaulipeco, general Luis Caballero –su odiado enemigo- el que ejecutaría esa orden, para ordenar un consejo de guerra que sentencia a morir fusilado a Carrera en el panteón de Ciudad Victoria en 1917.

Alberto Carrera, el abogado, apodado El Chueco Carrera por tener amputada su pierna derecha a raíz de salvajes tormentos sufridos durante la época de lucha contra Victoriano Huerta se entregaría en San Luis Potosí a los carrancistas, quienes luego lo trasladarían a la capital para su encuentro con la inevitable.

El encono Carrera-Caballero

El 18 de noviembre de 1913, Caballero Vargas es nombrado gobernador de Tamaulipas luego de que las fuerzas constitucionalistas toman la capital Victoria, pero en Tula Carrera Torres se negaba a reconocerlo como tal, argumentando que los municipios de la región árida estaban bajo su control y que mucho trabajo le había costado.

El día 1o de enero de 1914, Carrera nombra autoridades municipales de Tula, oponiéndose a obedecer al gobernador Caballero, lo que marcaría el pleito entre ambos.

En la parte rebelde contra Victoriano Huerta, Alberto asienta su cuartel general en Guadalcázar, San Luis Potosí, con la misión constitucionalista de sabotear el tráfico ferroviario entre ese estado y Tampico, tomando luego Cerritos y atrapando al coronel federal  Quintana a fines de febrero de ese año 14.

Para el mes de julio el bustamantense participa con el general Jesús Carranza en las tomas de San Luis Potosí, Guanajuato, León, Celaya, y acompaña luego a Venustiano Carranza en la entrada a la ciudad de México.

Sustraídos del mando de Caballero los municipios de Bustamante, Tula y Miquihuana, en agosto de 1914 llega a Tula el mayor Simón Guerra Osuna, enviado por Caballero para hacerse cargo de la región, ordenando al coronel carrerista Ruiz Molina entregar el mando y concentrarse en Victoria.

Tras campañas en otras ciudades y Yucatán, en noviembre Carrera Torres reanuda en Tula su pelea en contra de las fuerzas de Caballero, atacándolas en un punto conocido como hacienda de los Saldaña, confirmando así su salida del Constitucionalismo.

Luego “se supo que había sido llamado a México por el general Pablo González, entablándose pláticas entre estos jefes;  se dijo que Carrera Torres había ofrecido volver al constitucionalismo, por lo que se le proporcionaron armas, parque y dinero, volviendo a Tula, pero declarado en favor del villismo desde Querétaro y San Luis”, escribe Esteban Nuñez Narváez, amigo de la infancia de Alberto en su libro Las últimas horas del general Alberto Carrera Torrres (Cd. Victoria, ITCA, 2013).

Carrera embiste las fuerzas de Caballero desde Jaumave hasta Victoria, capital que ataca el cinco de enero de 1915, llegando hasta los suburbios de la ciudad.

Sus fuerzas atacan al presidente Eulalio Gutiérrez y ministros

A inicios de abril, Carrera recibe en Tula al presidente provisional de la república, el convencionista general Eulalio Gutiérrez, con su estado mayor, su gabinete y un cuerpo regular de tropas a los que da alojo y ofrece un baile.

“Allí vimos a los generales José I. Robles, que era el ministro de Guerra, Lucio Blanco y Alejandro Mc Kiney;  Lic. José Vasconcelos, ministro de Instrucción Pública; Sr. Felícitos F. Villarreal, ministro de Hacienda, y muchas otras personas”, refiere Núñez.

Pero esta comitiva presidencial sería asaltada al siguiente día  en su trayecto a Matehuala en Las Antonias, Bustamente por  el carrerista Enedino Jarquín haciéndolos huir en desbandada, quitándoles pertrechos de guerra y tomando importantes prisioneros a los ministros, generales Lucio Blanco, Mc Kiney, y Villarreal.

Los cautivos son encarcelados en Tula hasta que Carrera Torres les dio salvoconductos para que pudieran salir “Este acto le fue muy criticado al General (Carrera), pues la prensa de entonces y que por casualidad llegaba a Tula traía comentarios muy desfavorables”, añade Nuñez.

Identificado con Pancho Villa, a fines de ese mes de abril, Carrera Torres regresó a Cd. Victoria y ayuda a los generales villistas Severino Ceniceros y Máximo García  a la toma de esta ciudad, imponiéndose Máximo como gobernador del estado del 16 de abril al 9 de junio de 1915.

Carrera, Gobernador por 20 días en 1915

Benjamín Argumedo, junto a Emiliano Zapata

Alberto Carrera asume como nuevo gobernador tamaulipeco del 7 al 27 de mayo de este año 15, cargo que deja para avanzar a Villa Aldama, N. L., donde es derrotado por fuerzas carrancistas, regresando a Cd. Victoria, la que evacúa ante el avance de los generales César López de Lara y Eugenio López, de las fuerzas caballeristas.

“Se dijo que en esta ciudad abrió varias casas de comercio para el pueblo y regaló maíz a la gente pobre. Abrió hasta su terminación la entonces calle Aldama de oriente a poniente. (Esta calle lleva ahora su nombre Av. Gral. Alberto Carrera Torres), desde esa fecha es perseguido por las fuerzas de Caballero, siendo teatro de esta campaña el camino de Victoria a Tula”, afirma Nuñez Narváez.

Para septiembre de ese 1915, Alberto sufre la traición del general Miguel Zapata, quien había asesinado en su propia oficina al mayor José Ignacio Pavón, jefe del estado mayor de Carrera. Zapata  acude a Victoria y ofrece sus servicios al general Caballero, quien lo acepta y otorga armas, gente y dinero, con lo que ataca Tula a fines de ese mes y año, obligando al defensor Francisco Carrera a desalojar la plaza y reunirse con Alberto, apoderándose Caballero de la ciudad.

Con Benjamín Argumedo ataca Tula

El nuevo presidente  de la república, Francisco Lagos Cházaro con su gabinete se acercaban a Tula el 12 de noviembre -cambiaba su sede de Gobierno de Toluca a Durango, pero en el camino decide enfilar a Tamaulipas-
Lagos Cházaro era custodiado por seis mil hombres del general Benjamín Argumedo, el zapatista del norte, saliendo a su encuentro Carrera a 40 kilómetros al oriente de la ciudad, conviniendo en unir fuerzas sólo por un día y recuperar la plaza, algo que no se pudo lograr.

Argumedo se tiene que retirar, pues las tropas carrancistas venían pisándole los talones. “Desde esa fecha ya no se tuvieron noticias de Carrera, sólo supimos que ante su fracaso se dirigió al centro del país, presentándose en la Ciudad de México, en donde quedó prisionero (por más de un año). Su gente siguió alzada al oriente del municipio, siendo perseguidos tenazmente por las fuerzas de Caballero”.

Lo llevan a Victoria a Consejo de Guerra

En febrero de 1917 el autor del relato menciona que trabajando él como escribiente en el juzgado militar adscrito a la 5ª División en Ciudad Victoria, el día 13 a las 10:00 horas llevan detenido a Alberto Carrera, quien es internado en la penitenciería ubicada en la calle Matamoros, entre los números 5 y 6 de esta ciudad.

Carrera Torres vestía traje civil de color azul oscuro, sombrero bombita, apoyándose en un bastón;usaba anteojos muy gruesos por su miopía. El coronel Margarito Guerrero Fuentes, era el juez militar y el capitán 1º José Castro Muñiz, era el secretario, quienes se encerraron en el despacho para iniciar el juicio militar, quienes varias veces acuden a la crujía 1 para tomar declaraciones al reo.

La orden caballerista era que el proceso debía instruirse por la vía sumaria, o sea, rápidamente. La jefatura de la plaza nombró al personal del consejo de guerra que conocería el proceso, reuniéndose la noche del día 15 de febrero en el local que ocupó tiempo después el Congreso del estado (frente a la Plaza Hidalgo, calle Morelos entre 8 y 9, actualmente el Teatro Juárez).

“Fue presidente del consejo el coronel Julio de la Llata; fiscal, el teniente coronel Porfirio Flores; defensor, el teniente coronel Agustín Aguirre Garza, entre los vocales recuerdo al teniente coronel Tiburcio Quilantán  y a Faustino Torres, que habían combatido en contra de Carrera Torres, entre esta ciudad y la de Tula, los cuales le tenían rencor”, recuerda el amigo de Carrera.

Contra Alberto declaran viudas de unos señores Villanueva que él había mandado fusilar. Carrera casi se defiende solo y contestaba con entereza las diversas preguntas que se le hacían o explicaba por sí solo lo conveniente, habiendo durado la instrucción de las 21:00 horas hasta cerca de las 2:00 horas del día 16.

“Usted fue uno de los que correteamos en Jaumave”

El coronel Rodrigo Flores Villarreal, viejo revolucionario, increpa a Carrera Torres sobre algunos incidentes de la campaña en el camino de Victoria a Tula, a lo que el General, con cierta ironía contesta: “Sí, usted fue uno de los que correteamos en Jaumave”.

El presidente Eulalio Gutiérrez en medio de Zapata y Villa

Alberto, el profesor, el revolucionario célibe se daría tiempo para dejar emotiva carta a su madre. Pero en el juicio se le ve entero, consultando algunos papeles que sacaba de la bolsa del pecho del saco, pidió agua y conservó su estado ecuánime, fijando su vista varias veces en la gente que rodeaba la plataforma.

“Varias veces se paró a descansar y ver al público que llenaba el salón, pues debo decir que estaba materialmente lleno de gente de todas las clases sociales, especialmente militares. Había un cordón de soldados frente al local y otro en el patio del mismo, pero la gente tenía acceso al salón, siendo previamente revisados por si portaban armas. Me observó varias veces”, prosigue su amigo.

Viene la sentencia y es condenado a morir fusilado por traición a la causa constitucionalista. El General escucha sereno la sentencia y contesta  inconformándose con ella, alegando incompetencia del consejo y pidiendo revisión ante instancia superior . Pide un escribiente para dejar cartas y Esteban Nuñez, (el autor del libro) es comisionado para ello.

Ya con Esteban, Carrera le dice “…ahora todos me han olvidado y además el general Obregón ( ministro de Guerra), me entregó a mis enemigos y con premeditada intención, tenía más de un año de encontrarme preso en México y nadie se había acordado de mí, hasta ahora que fueron éstos”.

Alberto le dicta cuatro telegramas,  el primero a don Venustiano

Pablo González Garza

Alberto Carrera dicta cuatro telegramas, el primero a Venustiano Carranza, pidiéndole indulto en nombre de la revolución y de la sangre de Madero. Como no traía dinero para pagarlos el coronel Juan E. Richer le paga el costo.  Eran las cinco de la mañana. La oficina de telégrafos estaba ubicada en las calles de Matamoros y  9.

Núñez observa que “Esta fue la última vez que vi y hablé con el general Alberto Carrera Torres, Hace cuarenta años (el libro lo escribe el 16 de febrero de 1957)”. Ese mismo día 16 por la tarde como a las cuatro, se ratifica la sentencia.

El fusilamiento tiene lugar en el cementerio de Victoria, “al regresar los compañeros me informaron que el General había llegado al lugar del patíbulo con entereza y erguido, sin demostrar abatimiento ni cansancio. Había sido jefe del pelotón ejecutor el coronel Tiburcio Quilantán, fue el que le dio el tiro de gracia.

Sus prendas, el bombín, bastón y anteojos, los había recogido la familia Legorreta, y además proporcionó la caja para inhumar el cadáver, habiendo dado fe de su muerte el Dr. Cipriano Guerra Espinosa.

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