Los Colectivos de Familiares y amigos de Desaparecidos en Tamaulopas lanzan un grito más a la opinión pública, clamando justicia y pidiendo que no haya «perdón ni olvido» para los delincuentes
Por Francisco Cuéllar Cardona
A nueve años de la masacre de 72 centroamericanos en San Fernando, Tamaulipas, el Colectivo de Familiares y Amigos de Desaparecidos, denuncia que la verdad y la justicia, es «letra muerta».
Las muertes se siguen llorando y la justicia se sigue gritando porque después de aquella matanza, siguió Cadereyta donde el 10 de mayo del 2012, 49 cuerpos de indocumentados, también de Centroamérica, fueron desmembrados con saña, y hace 3 años, fue asesinada en su casa la activista Miriam Rodríguez.
«Las investigaciones realizadas no registran avances, en especial de los actos de omisión de los gobernantes, estatales y federales que tenían conocimiento de lo que pasaba en el municipio de San Fernando; sólo peces flacos, en casos de detenciones fortuitas; ninguna línea de investigación que de luz para saber el grado de involucramiento de las autoridades», dice el Colectivo en su carta a la opinión pública que hizo circular este 22 de agosto.
Lamentan en su denuncia que se sigue repitiendo esta práctica de detención, desaparición, considerado delito de lesa humanidad, » exijamos verdad y justicia».
LA MASACRE QUE SACUDIÓ AL MUNDO
El 22 de agosto del 2010, así se supo la noticia que conmovió al mundo:
Luis Freddy Lala Pomavilla de 18 años y origen ecuatoriano, logró sobrevivir a la masacre de sus acompañantes que fueron ejecutados por los delincuentes de manera bestial.
Después de recorrer 22 kilómetros entre brechas, Luis Freddy, en el amanecer del 24 de agosto del 2010 llegó herido y bañado en sangre hasta un retén de soldados en la carretera 101 en Tamaulipas. Ahí alcanzó a decir que cuando iban rumbo a Estados Unidos, fueron secuestrados «y los mataron a todos», menos a él.
Antes de perder el sentido y ser atendido en el hospital alcanzó a llevar a los soldados al escenario del crimen donde estaban sus 72 compañeros tirados en el suelo y apilados los cuerpos: 58 eran hombres y 14 mujeres. Cuenta la crónica que todos los cuerpos estaban ensangrentados y golpeados, «antes de ser ejecutados, los torturaron».
Hoy 9 años después, nadie ha sido juzgado por esa masacre y aun los familiares de los centroamericanos desfilan por las carreteras de Tamaulipas y del país, clamando justicia y llorando a sus muertos.
Glena García, hermana de dos víctimas, recuerda que después de dos meses que la autoridad les dio los cuerpos, como no pudieron abrir el ataúd, no sabe si a quienes lograron sepultar fue a su padre y a su hermano.
El expediente de San Fernando, según la entonces Procurduría General de la Repúbica, explica que los centroamericanos viajaban en dos camiones y fueron secuestrados por ocho personas y llevados a un rancho. Ahí los bajaron, los ataron de las manos y les dieron dos opciones: trabajar para ellos, o morir; solo uno aceptó el trabajo.
De acuerdo con la narración del ecuatoriano sobreviviente, a todos les vendaron los ojos, los torturaron y después uno a uno los fueron matando por la espalda. Luis Freddy Lala, habría simulado la muerte y fue así que cuando tuvo la oportunidad de escapar lo hizo, y fue a buscar auxilio.
Durante nueve años, las familias de los centroamericanos, líderes de organizaciones de derechos humanos, sacerdotes han tomado la bandera de la justicia para aclarar estos crímenes y los que se siguen cometiendo, pero ha sido inútil.
Este día, el líder de los Colectivos en Tamaulipas, Guillermo Gutiérrez Riestra, quien busca a su hija secuestrada y desaparecida hace 8 años, exige que no haya «perdón ni olvido» a los autores de estos crímenes atroces en el noreste del país.
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