Investigación

A 110 años de la mayor tragedia de Monterrey

Conforme pasan las horas y el ciclón sin nombre destruía con sus aguas desbordadas por doquier en la urbe regiomontana, se van registrando dramas humanos y también una de contenido político que se encargaría de sacar de la jugada por La Grande al gobernador Bernardo Reyes
Segunda y última parte
Por Luis Alvarado
La tragedia de los novios
El poeta y periodista Ricardo Arenales (Porfirio Barba Jacob) describe en las páginas del diario reyista El Espectador, el drama de la novia que prefiere morir con sus padres en la Casa Verde a salvarse sólo ella con el cable tendido por su novio desde la orilla.
En la tragedia de la Casa Verde en que mueren 300 personas, -de más de cuatro mil 500 en el estado- se registra un drama de amor en que una joven de 18 años debe decidir en pocos segundos si acepta la propuesta de salvación de su novio, quien angustiado en tierra firme contempla cómo los atrapados están a minutos se ser tragados por el desbordado río Santa Catarina en las calles Diego de Montemayor y Dr. González (Barrio Antiguo).
La crónica de Ricardo Arenales publicada el 6 de septiembre de 1909 en El Espectador describe cómo Dolores Garza Malacara rechaza la idea de su novio Manuel Escobedo, motorista de tranvías, de cruzar él para tender un cable y que solo ella pueda salvarse ante la inminencia del derrumbe de la casona.
“Yo sola no, o me salvo con mis padres y hermanos o perezco” le grita Dolores acompañada de sus padres Fortunato y Prisca y hermanitos Demetrio, Trinidad y José. El novio sale por ayuda. Cuando regresa es tarde. Minutos antes ella lo buscaba con la mirada entre la multitud que presenciaba a pocos metros el drama para decirle que no le guardaba rencor por la propuesta de salvarse solo ella; “¡eran todos o ninguno!”, escribe Arenales.
“De pronto una ola enorme derrumba el muro de sillar que quedaba, vióse una nube de polvo al quebrarse y caer al río. Y ni uno de los cuerpos volvió a verse en la superficie. 10 minutos después Manuel llegaba con los bomberos ¡ya era demasiado tarde!”, describe.
Huracán atípico, nocturno y anónimo
El ciclón anónimo de ese 27 y 28 de agosto de 1909 ha pasado a la historia como el causante de la mayor catástrofe regional. Entra el 26 por La Barra del Tordo y La Marina, Tamaulipas. A su paso por Tampico, Victoria y demás poblaciones provoca algunas 50 muertes, inundaciones en las dos terceras partes del estado, pérdida de cultivos, ganado, viviendas y edificios.
Por ser Tampico la ciudad con mayor número de habitantes es aquí donde causa mayores daños al destruir las escolleras y la consiguiente orientación para la navegación.
“La propiedad sufrió pérdidas enormes, campos barridos por el ímpetu del huracán y extraordinarias avenidas de los ríos han dado rudos golpes a la industria agrícola y pecuaria, llevándose ganados, destrozando sementeras y campos”, refiere Juan Manuel Torrea Higuera en su obra Tampico, Apuntes Para su Historia, editado en 1942.
Militar, geógrafo e historiador, Torrea nace en 1874 y muere en 1960. Fue colaborador de Francisco I. Madero, presidente de la Sociedad Mexicana de Historia, Geografía y Estadística; miembro de la Academia Nacional de Historia y Geografía; socio de la Academia de Ciencias Antonio Alzate, refiere el Diccionario Biográfico Tamaulipeco.
¿Llegó el ciclón hasta Canadá, como afirma torrea?
Este historiador sostiene en su obra que el fenómeno se forma cerca de La Martinica, por Las Antillas. “Siguiendo su camino hacia el oeste, inclinándose al norte ligeramente y acentuándose más esa inclinación a medida que más avanzaba hacia el oeste, describiendo así una cuerva gigantesca que pasó tangente a Jamaica por el lado sur y por la punta noreste de Yucatán”, escribe en la página 289 de su libro.
Tras tocar tierra entre las barras del Tordo y Chavarría “atraviesa Tamaulipas, Nuevo León, San Luis Potosí, Zacatecas, Durango, Sinaloa, Sonora, pasando luego al territorio de la Baja California hasta salir a la costa occidental de Estados Unidos”, observa.
Pero sostiene en su texto que al internarse gradualmente “al Océano Pacífico y retrogradar siguiendo luego una línea paralela a la costa occidental de Estados Unidos hasta tocar probablemente las costas de Canadá o Alaska”.
Aunque no se conoce que esta versión haya sido confirmada por los servicios metereológicos norteamericanos, de ser veraz ubicaría al
‘Huracán Anónimo’ como el más atípico de los conocidos en México al lograr atravesar casi dos mil 500 kilómetros del norte de México y seguir al norte a aguas frías del Pacífico hasta el norte continental.
Aunque no aporta soporte a su dicho, se desconoce si Torrea ha ido refutado por algún científico.
El resfriado político de Bernardo
Mientras la tragedia colectiva ocurría el sábado 28 de agosto por la mañana de ese 1909, en el municipio de Galeana el gobernador
Bernardo Reyes permanecía oculto por razones políticas e ignorante de la catástrofe más grande de la historia que Monterrey ha sufrido en su historia.
Vendrían las búsquedas del presidente Porfirio Díaz y el aprovechamiento de los ‘científicos’ en el gabinete federal y el secretario de Gobernación Ramón Corral para sacarlo de la jugada como gobernador y como aspirante a la vicepresidencia en las elecciones de 1910, que Reyes se empeñaba en desmentir a quien lo quisiera oír.
Por su parte, el destacado historiador nuevoleonés Humberto Buentello Chapa describe la tragedia en su libro ‘La Inundación de 1909. Los Aspectos Trágico y Político’, destacando los momentos que rodean al gobernador Bernardo Reyes.
Al fallecer en esa época el secretario general de Gobierno, el oficial mayor estatal, Lázaro Garza Ayala le envía un telegrama a Reyes el 31 de agosto, quien permanecía escondido en Galeana.
En el cable le comunica la tragedia; que lo ha buscado el presidente Porfirio Díaz y que el gobierno federal ha enviado 50 mil pesos en ayuda por conducto del jefe de la Zona Militar, Gerónimo Treviño, quien es enemigo político de Bernardo. Ese despacho lo recibe el gobernador el 2 de septiembre, cinco días después de la tragedia.
Oculto oficialmente en Galeana por ‘razones de salud’, Reyes en realidad quería alejarse de sus partidarios que lo proponían para la candidatura a la vicepresidencia, lo cual lo ponía en un aprieto al contradecir a su jefe el dictador Díaz.
Había salido al sur del estado el 2 de julio con autorización del Congreso estatal. Sus apoyadores tenían 12 clubes reyistas en el país entre ellos México, Guadalajara, Torreón, Tampico, Victoria y otras.
Corriente mortal del río por descenso
Buentello Chapa se refiere a los datos técnicos y detalla que la fuerte corriente del río Santa Catarina se torna más peligrosa con la pendiente descendente con las aguas del ciclón hacia la ciudad con diferencia de 10 metros cada kilómetro, totalizando un desnivel de 146 metros desde La Huasteca hasta la calle Juárez citadina.
Señala en su texto que las precipitaciones de los días 9, 10, 11, 27 y 28 de agosto de ese 1909 son casi tres veces mayores a las del total del año anterior 1908. Del caudal registrado en el río llega a los siete mil 675 metros cúbicos por segundo. Descarta que las inundaciones graves tengan origen cíclico de cada 25 o 30 años.
El día 27 en que inician las lluvias, cae el extremo sur del puente San Luisito así como cientos de casas de sillar y madera en el populoso barrio. Al amanecer del 28 la superficie cubierta de agua en la ciudad de Monterrey es de 209.17 hectáreas, según informe de George Conway.
En el barrio de San Luisito destruyó todas las casas cercanas al puente, las calles Independencia, Constitución, Jiménez (hoy Pedro Martínez), Apodaca, Aguascalientes, Sinaloa y Sonora. Por el barrio La Purísima se lleva las fincas del extremo sur de las calles P. Díaz, Las Flores (Serafín Peña), Aldama, Rayones, Cuauthémoc, Juárez y Garibaldi.
“Desaparecen también las de Víctor Hugo y Humboldt que corren entre las de Hidalgo y lecho del río, fueron borradas en su totalidad”. En el centro acaba con las últimas manzanas de calles Galeana, Puebla (E. Carranza), Escobedo, Zaragoza, Dr. Coss, Diego de Montemayor.
Hacia el oriente en Las Tenerías con las de General Prim, Dr. González, G. Prieto, Ocampo, Abasolo, Morelos, Dr. Mier (Padre Mier), Matamoros, Allende y Tenerías.
Para el domingo 29 la corriente disminuye. El alcalde Pedro C. Martínez dice en su informe del 1 de septiembre que no es posible calcular el número total de víctimas. Antes de renunciar Bernardo Reyes informa a su enemigo Ramón Corral en Gobernación que el número de muertos es de 1,658, pero el gobernador que lo releva, Leobardo Chapa informa a la XXXVI Legislatura “que excedió de cuatro mil”, añade Buentello.
El autor transcribe un relato que le cuenta su madre Hortencia Chapa de Buentello, quien atestigua cuando el sacerdote Eleno Salazar, quien impotente ante la tragedia desde la orilla norte imparte a distancia la absolución a los que colectivamente van a morir en la Casa Verde e impide que un niño se arroje a las aguas para reunirse con su madre caída.
La casa Chaveznava, otro cadalso
En las calles Independencia y Querétaro se ubicaba la casa Chaveznava, propiedad de Nicolás Cháveznava, quien la renta como vecindad para familias. Aunque era tres metros más alta que el nivel del río Santa Catarina hasta ese punto llega la corriente para derrumbarla con 10 integrantes de su familia y algunas decenas de personas refugiadas.
Buentello destaca el altruismo y honradez de los habitantes de la época, quienes regresaban a las juntas de socorro los muebles, pertenencias, joyas y demás objetos de las víctimas. Critica al Ejército treviñista por no hacerse presente en la ciudad o en San Luisito.
Los 50 mil pesos enviados por Díaz provocan el resentimiento de Reyes, quien ve cómo su rival Gerónimo Treviño los administra y además forma parte de la Junta de Beneficencia, ocupando todos los espacios posibles de maniobra. Las cosas funcionaban de acuerdo al plan de Treviño y Corral.
Este último pasaba la charola a los gobernadores para pedirles ayuda para Nuevo León pero pedía que se lo enviaran a él, “para luego distribuirlo”. El destino eran las manos de Gerónimo. El Gobierno neolonés aporta 40 mil pesos, el municipio de Monterrey 10 mil, Zacatecas envía 300 pesos y exige recibo.
Lampazos aporta mil pesos. Luego se distribuyen 10 mil pesos en ayuda a Monterrey, cinco mil a Rayones, cuatro mil a Aramberri, Dr. Coss, Galeana, Linares, Los Aldama, Montemorelos y Zaragoza. Tres mil a Bravo y dos mil a Santa Catarina y La Ascención.
Se da empleo a 200 hombres para desazolvar el río; se entregan seis mil comidas al día, ropa, calzado, telas. Faltaba la ayuda de Bernardo; el 11 de septiembre pide al congreso condonar los impuestos a las fincas destruidas.
Regresa el 8 de septiembre; renuncia en octubre
Para el autor Buentello, Reyes exagera los preceptos legales al no querer salir del estado desde Galeana en su furtividad. “No se atrevió a salir por Dr. Arroyo, para marchar después a Saltillo y Monterrey, por no haber gobernador interino nombrado”, afirma.
El controvertido gobernante sale de Galeana el 5 de septiembre vía Ciénega del Toro- Villa de Santiago y llega a Monterrey el 8 por la noche luego de grandes rodeos a caballo por arroyos crecidos.
Llegando se queja con Corral de que Treviño opera la Junta de Beneficencia “sin que yo tenga conocimiento de sus actos”. También rechaza la precandidatura que le ofrecía el Partido Democrático a la vicepresidencia, origen de todos sus males políticos.
Sus adversarios le imputan acusaciones reales y falsas, como la de enajenar las márgenes del río Santa Catarina que luego vende su hijo Rodolfo Reyes a los dueños, precisamente en el sitio de las primeras casas arrastradas por la corriente del ciclón.
El periódico Renacimiento acusa por su lado al municipio de Monterrey de vender terrenos en el río y autorizar casas y edificios en él, además de negligencia al no alertar peligros. Para 1924 el gobierno federal decretaría como propiedad de la nación el cauce y ribera del río Santa Catarina y pone término a la facultad municipal de disponer de ellas, acota el historiador.
El número total de víctimas nunca fue cuantificado. Pero el damnificado político más dañado fue precisamente Bernardo Reyes, quien pide licencia el 23 de octubre de ese 1909 a casi dos meses de la tragedia e informa a José María Mier que el Congreso lo ha designado sustituto.
Días antes es comisionado por la Secretaría de Guerra en Europa con el encargo de estudiar los sistemas de reclutamiento y formar un servicio militar en México.
El 19 de enero de 1910 envía desde París, Francia su renuncia definitiva.
El corrido de la inundación
Manuel Neira Barragán descubre en 1969 a Tomás Gómez Cerda, sobreviviente de la inundación de 1909, quien es autor del Corrido a la tragedia. Lo encuentra ya de 87 años de edad en las calles Washington y Dr. Coss sirviendo de lazarillo a un cantor ciego. Este le obsequia una copia de su composición, que es reproducida en el libro La Inundación de 1909. Sus primeras estrofas dicen:
Señores pongan cuidado/ De la presente ocasión/ Porque en 1909/ 28 de agosto/ fue la inundación.
Sábado por la mañana/ Por esas calles del río/ Toda la gente desnuda/ Los niños y niñas temblando de frío.
Otro día por la mañana/ Por toditos los rincones/ Sacaban muchos difuntos/ En Transportadores / Y en los carretones
El río fiera bramaba/ Y el cielo que más llovía/ Se presentaron muy activos/ Salvando vidas/ La gendarmería.
Transcribe decenas de partes. La última dice así: Adiós Monterrey lucido/ Estado de Nuevo León/ Aquí da fin el corrido/ Fue la inundación.
Nacía la Cruz Roja
Hasta la tarde del día 30 empieza a llegar la comida al bajar el nivel del río. Se instalan carpas para damnificados en la plaza
Independencia, en el templo Guadalupe, pasillos de los palacios municipal y estatal, estación de ferrocarril.
Aquí se registran los primeros auxilios de lo que sería posteriormente la Cruz Roja Mexicana, en tareas de socorro coordinados por la señora Luz González Cosío López, según refiere en su sitio la institución.
En febrero de 1910, el presidente Porfirio Díaz otorga decreto de reconocimiento oficial a la Asociación Mexicana de la Cruz Roja, que inicia sus acciones colectivas en esta tragedia.
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