Una cadena de eventos negativos llevan al representante de Miguel Hidalgo en Estados Unidos, el tamaulipeco Bernardo Gutiérrez de Lara, a la toma de malas decisiones y el asesinato de los gobernadores de Nuevo León y Texas y otros prisioneros, en El Alamo, Texas en abril de 1812, tras proclamar la independencia de ese estado.
Luis Alvarado
Un herrero de 37 años de edad oriundo de Revilla, Nuevo Santander, (actual Cd. Guerrero, Tamaulipas) se entrevista a mitad de marzo de 1811 con el cura Miguel Hidalgo en las afueras de Saltillo para ofrecerle sus servicios a favor de la independencia y recibe del caudillo la encomienda de solicitar apoyo de Estados Unidos para la emancipación.
Este fundidor de estatura alta llamado Bernardo Gutiérrez de Lara se inicia así en la lucha y a pesar de conocer la detención de Hidalgo el 21 de marzo de ese año, se traslada después a Washington investido como teniente coronel, siendo así el primer representante diplomático de la insurrección.
Tras fracasar el pretendido respaldo anglosajón a la insurgencia mexicana se traslada a Luisiana para buscar alianzas y luchar contra los españoles pero a favor de la independencia de Texas.
Bernardo decide abrazar una causa ajena y no la de su propia nación y en cambio hacer suya una independencia manipulada (provincial, no de México) en la que están revueltos aventureros, colonos angloamericanos y novohispanos-tejanos.
Ahí comenzarían sus amarguras al ser destituido acusado de ordenar y en el menor de los casos, tolerar el asesinato del gobernador de Tejas y ex gobernador de Nuevo León, que provocan la escisión de los angloamericanos.
Este despido en 1813 le quita la culpa de la derrota en la trágica Batalla del Río Medina –al sur de San Antonio- donde las tropas del realista Joaquín de Arredondo cometen una masacre contra los insurgentes, sufriendo sus mil 300 cadáveres el ‘castigo’ de no ser sepultados y permanecer a suelo abierto por nueve años.
Simón Herrera y Leyva había sido gobernador del Nuevo Reino de León del 7 de abril de 1795 a 1805 y es degollado 5 de abril de 1813 a órdenes de Gutiérrez de Lara, cuyos ancestros son oriundos del actual municipio de Zuazua, antes Hacienda San Pedro, quien al morir en Santiago, Nuevo León pide ser sepultado en la iglesia local de Santiago Apóstol el 13 de mayo de 1841.
De las Casas ya había detenido a de Herrera
Dos meses antes de la entrevista de Gutiérrez de Lara con Hidalgo en Saltillo, el 22 de enero de ese 1811, otro tamaulipeco, Juan Bautista de las Casas, nacido en Croix –hoy Villa de Casas en su honor- proclama la lucha insurgente en San Antonio Bexar, Texas contra el gobernador español Manuel María de Salcedo, siendo nombrado gobernante provisional.
De las Casas también detiene a Simón de Herrera y Leyva, quien había sido gobernador del Nuevo Reino de León en Monterrey, de 1795 a 1805, quien en San Antonio era comandante de las Provincias Internas de Tejas. Su rebelión cunde en Tejas, pero el 2 de marzo de ese 1811 de las Casas es detenido y fusilado en Monclova.
Ya en Natchitoches, Luisiana, Estados Unidos, Gutiérrez de Lara recibiría permiso para reclutar hombres para luchar contra el realismo español y organiza el Ejército Republicano del Norte, o la Expedición Gutiérrez-Magee, con mexicanos y mercenarios anglosajones entre 1812 y 1813.
Por esta región tiene nexos con el agente diplomático norteamericano William Shaler, quien tenía la misión de favorecer la causa independentista por convenir a los intereses del gobierno angloamericano, ir preparando la anexión de Tejas a Estados Unidos, así como espiar a los funcionarios iberos por obstruir sus planes de expansión.
Con una fuerza inicial de 130 hombres reunida en Natchitoches, gracias al respaldo de Augustus Magee, en agosto Gutiérrez toma la villa de Nacogdoches en Tejas, cerca de la frontera con Luisiana, donde su grupo se eleva a casi 300, para luego tomar el poblado de Trinidad de Salcedo el 13 de septiembre de ese 1812.
Para entonces el gobernador español de Tejas, Manuel María de Salcedo y sus 700 tropas los buscaban por el río Guadalupe y los encuentran en Goliad (donde nace Ignacio Zaragoza en 1829), y tras un sitio de varios meses, Magee sufre la división de sus hombres para morir en febrero de 1813, siendo relevado por Samuel Kemper, quien derrota a Salcedo ese mismo mes.
Los rebeldes llegan a 500 al sumarse voluntarios, desertores españoles, indios lipanes y tonkawas, mexicanos, criollos y angloamericanos de Kentucky, Mississipi, Tennesee y Luisiana, quienes en la Batalla de Rosillo derrotan al jefe militar y ex gobernador de Nuevo León, Simón de Herrera, rindiéndose luego el gobernador tejano Salcedo el 1 de abril de ese año 13.
Aquí Gutiérrez asume el mando y de acuerdo a la historia aceptada, ordena que sean llevados Salcedo y Herrera a Estados Unidos, pero al ser custodiados fuera de la ciudad son asesinados por el capitán Antonio Delgado.
Asustan las ejecuciones a gringos
Esto es lo que dice Vicente Filizola en su libro Memorias para la historia de la guerra de Tejas. Vol. 1 (Mexico, Impr. de I. Cumplido, 1848-1849): ‘Salcedo, Herrera y los doce oficiales españoles, fueron reducidos a una estrecha prisión en el Alamo, no como prisioneros de guerra, sino como malhechores; y Gutiérrez hizo su entrada victoriosa el 1 de abril’.
Agrega el autor que “El día 5 estableció un gobierno provisional compuesto de trece individuos principales, siendo nueve mexicanos y dos americanos, un tal Masicot y el otro Hale; habiendo sido nombrado D. Bernardo Gutiérrez de Lara, con el pomposo título de generalísimo y el de gobernador, a quien debían servir como de un consejo de Estado los trece arriba dichos”. Al día siguente -6- el Ejército Republicano proclama la independencia de Tejas y Gutiérrez se declara presidente de la nueva república’.
Kemper termina por rendirse y lleva a cerca de 100 estadounidenses de vuelta a Louisiana y dejó de participar. Los republicanos buscaban un nuevo líder.
Según Filizola, Bernardo “hizo sacar á aquellos 14 desgraciados por una escolta de 60 hombres, con el pretesto ostensible de llevarlos á la Encenada de Matagorda, y remitirlos desde allí en un buque á España; pero á poca distancia de aquella ciudad, en un arroyo, los introdujeron por el agua arriba, y los degollaron á todos, excepto Salcedo, quien suplicó le conmutasen aquel género de muerte en el de fusilarlo, como se verificó”.
El hecho ocasiona ‘una indignación poco menos que general, contra quien creyeron ser el principal autor de él; tan atroz y repugnante á los ojos de la humanidad, como lo fué para la mayor parte de los americanos… de modo que casi todos, incluso Kemper que hacia de su coronel, con otros
varios oficiales, abandonaron las filas de Gutierrez, diciendo que no querían pertenecer a una clase de hombres que manifestaba tener tan poca consideración al derecho de la guerra y de la naturaleza’.
El argumento de Gutiérrez
‘Gutierrez disculpaba su conducta, alegando a favor de ella, el trato que habían sufrido de los españoles varios de sus amigos, parientes (su propia madre en Revilla) y compañeros de armas…’
Bernardo se quedaba casi solo, con insuficientes tropas para emprender contra los realistas del distrito de Monclova, por lo que se queda en Béjar.
A los pocos días llegan cerca de mil soldados realistas al mando de Ignacio Elizondo, quien en un mensaje al coronel Perry le dice que todos los extranjeros podrán retirarse a su país, pero que deberán de entregar a Gutiérrez de Lara y los que tuvieron que ver en el asesinato de Salcedo, Herrera y los 12 oficiales españoles.
Perry se niega a acceder, avanzan para encontrar a Elizondo (el mismo que traicionó al cura Hidalgo y lo detiene junto a los demás caudillos en Acatita de Baján) y lo encuentran en el arroyo El Alazán, acampando mientras celebraban misa el 20 de junio de 1813.
A los primeros disparos rebeldes cae el cura que oficiaba, mientras que el factor sorpresa ocasiona numerosas bajas entre los españoles, su dispersión y huida.
Repudio y caída de Bernardo
Salvada esa Batalla de El Alazán, los caudillos extranjeros y tejanos que conocieron el asesinato de los gobernadores Salcedo y Herrera culpaban del hecho a Bernardo Gutiérrez del descrédito por comportarse como bandolero y asesino, no como soldado en guerra, por lo que la opinión pública le es del todo contraria al tamaulipeco.
Luego los mexicanos y extranjeros que deseaban derribar el yugo español deciden destituirlo del mando, con todo y que Gutiérrez se había proclamado gobernador, para nombrar en su lugar a alguien con conocimientos y disciplina militar, nombrando al cubano ‘de finos modales’ José María Alvarez de Toledo.
Un abatido y repudiado Bernardo se ve obligado a abandonar Bejar rumbo a Natchitoches, Estados Unidos el 6 de agosto, mientras Alvarez, a quien “se dirigieron aquellos patriotas para comprometerlo a venir a relevar a Gutierrez de Lara, y habiendo aceptado, reclutó algunos voluntarios, se hizo de armas y municiones, y dirigiéndose por tierra a Nacogdoches, reunió en su tránsito al coronel Kemper con los demas americanos que se retiraron con él de Béjar…”
Las tropas estadounidenses dirigidas por Kemper sumaban 800 hombres, casi todos de caballería y los mexicanos unos mil, de caballería, al mando de Menchaca, quien no aceptaba al nuevo jefe Toledo por ser afecto a Bernardo.
Para la investigadora Virginia Guedea, del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, ‘fueron las intrigas de Álvarez de Toledo y las disensiones entre texanos y angloamericanos las que causaron la caída de Gutiérrez de Lara’, pero observa que extrañamente, ‘su discurso empleado es el de los republicanos angloamericanos, no el de los insurgentes novohispanos’.
La masacre del río Medina
La salida de Gutiérrez de Lara del teatro de acciones le salva la vida y el cargar con una de las más graves derrotas de la insurgencia de Texas, al ser masacrados cientos de rebeldes por las tropas realistas al mando de Joaquín Arredondo, quien fue llamado especialmente por el virrey Félix María Calleja ‘para terminar con la rebelión en Tejas’. Alvarez de Toledo se lanza contra los soldados realistas en la Batalla del río Medina, creyendo sorprenderlos, pero luego intenta retroceder cuando se da cuenta que los hispanos ya los esperaban, no así el coronel Menchaca que había decidido lanzarse a fondo.
La indecisión insurgente la aprovechan los realistas, quienes en número de dos mil dirigidos por Arredondo y Elizondo les preparan una emboscada, cubriendo su avanzada y flancos, siendo perseguidos y masacrados entre lodazales cerca de mil 300 hombres, mientras Toledo y unos cuantos escapan a Luisiana.
Esta sangrienta batalla tuvo como ‘escarmiento arredondista’ el que cientos de cadáveres de mexicanos mestizos, criollos, indios y angloamericanos filibusteros no encontraran sepultura al dejar sus cuerpos como un largo festín para los animales silvestres.
Por espacio de nueve años permanecen a campo abierto hasta que en 1822 el primer gobernador de Coahuila-Texas, Félix Trespalacios ordena enterrar las osamentas en fosas comunes cerca de un roble en el sitio
Con ello, los españoles recapturan San Antonio y llevan a cabo fuertes represalias contra los rebeldes. El 12 de septiembre Elizondo (el captor de Hidalgo) es asesinado por uno de sus oficiales llamado Miguel Serrano, quien al presenciar los fusilamientos masivos contra sospechosos de ser insurgentes en Tejas toma su espada y lo mata.
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