REFLEXIONES 2021
Por Mtra. Emilia Vela González
Aquellos lejanos inicios. A propósito del Día del Abogado
Mi vida profesional como abogada, está pletórica de experiencias, tanto positivas como negativas, pero siendo mujer y habiendo realizado mis estudios en los años setenta del siglo anterior, los retos fueron un tanto distintos a los de los compañeros varones.
Ingresé a la carrera de Derecho de la UANL en agosto de 1969. Por entonces el porcentaje de mujeres no excedía del diez por ciento de los estudiantes de la Facultad. Durante el primer semestre, para llegar al salón de clases, había que recorrer un pasillo pasando por otras aulas. Mientras esperaban al maestro en turno, los alumnos que estudiaban en las mismas, hacían valla en el exterior, y a nuestro paso estábamos sujetas a su escrutinio, escuchándose diversos comentarios y silbidos.
En la primera clase de Introducción al estudio del Derecho, el maestro un hombre joven de apellido Ayala, le dice a nuestros compañeros – No se pueden quejar muchachos, tienen a lo mejorcito de la facultad -.
Al inicio de la carrera, la mayoría de las estudiantes usábamos falda, no muy larga, lo que representaba un problema para quienes teníamos que trasladarnos en transporte público. El calor se acentuaba con los asientos de vinil y era molesto percibir las miradas de los demás usuarios. Así que el cambio al pantalón en los últimos años se dio natural, sin embargo hubo maestros como el de Laboral, que condicionó a las mujeres la presentación de examen a que llevásemos vestido o falda.
Cursaba el tercer semestre cuando entré de meritoria a un Juzgado Penal, había dos compañeras más de otras generaciones. Cierta ocasión llegó un abogado mayor, se acercó a donde yo cosía un expediente -¿Que está haciendo usted aquí? – Me preguntó-: Un tanto atemorizada por su tono de voz, contesté – Estudio Derecho y soy meritoria- con voz de trueno el hombre me dijo – Sálgase inmediatamente de esa carrera y estudie algo que vaya con su personalidad.
Mi estancia en el Juzgado penal me permitió avizorar un submundo, y darme cuenta de que había vivido en una especie de caja de cristal, mi capacidad de asombro no tenía limites, prostitución infantil, violación de hombres a niños, la justicia selectiva, etc, y bueno el poder de las influencias. Cuándo hubo una vacante, mis compañeras que tenían más tiempo no fueron tomadas en cuenta, el Juez consideró que “ El Juzgado Penal no era propio para mujeres”, y la plaza fue ocupada por un recomendado.
Aquella decisión que consideré injusta, me hizo buscar otra opción en los Juzgados Civiles de letras, me entrevisté con el Titular del Juzgado Cuarto, el recordado Lic. Mauro Cruz Garza. En la entrevista me cuestionó sobre que me había llevado a un Juzgado Penal, le contesté: – Considero que la Libertad es lo más valioso- a lo que el respondió: – La familia y el patrimonio también lo es- Y sin duda eso lo descubriría en los tres años que pasé ahí.
Quizá el trabajar y estudiar al mismo tiempo, influyera para que estudiara más en época de exámenes, sin embargo el Maestro Juárez, que me impartió garantías individuales y que estaba casi ciego, me obligó a estudiar todos los días, al menos su materia. Dado que su clase era la primera de la tarde, yo llegaba siempre tarde, el me reconocía por el taconeo, empezó a preguntarme clase diariamente, cuando presenté oralmente el examen final, me fue muy bien, al dar los resultados , frente a los compañeros, me pidió que demostrara a los demás maestros quien era yo.
Algo que advertí en el trayecto profesional, es la presión que se ejercía sobre las mujeres a demostrar capacidad y conocimientos. Al inicio de los ochenta, recién llegada a Reynosa, colaboré como litigante, en el despacho del Lic. Amilcar López, cierta ocasión que tenía que acudir a una audiencia me dijo – Vaya y demuéstreles que es usted algo más que una gordita simpática- puede que al principio la frase me haya molestado, pero como dije, había que demostrarlo.
Y eso me lleva a una anécdota. Estábamos reunidos un grupo de compañeros de generación de secundaria en una comida, cuando una de las integrantes que estaba sentada frente de mi, y a quien veía ocasionalmente, me dice – Yo no confiaría en ti como abogada, te ves demasiado buenaza- . Admito que mi vanidad se resintió. Enseguida de mi estaba sentado un colega y le pregunto : ¿que tal soy como abogada? – Muy buena – respondió, yo no se si ella se lo creyó, o el lo hizo como cumplido, pero yo quedé satisfecha.
Lo cierto que la carrera de abogada me ha brindado toda clase de experiencia, de las mejores y peores, pero no se me ocurre, que hubiera podido tener otra profesión, siempre me sentí afortunada y privilegiada por querer la que escogí.
Feliz día del abogado, a quienes ejercen o estudiaron esta carrera tan entrañable.
Comment here