OpiniónReflexiones

A propósito de inocencia e ignorancia

REFLEXIONES 2021
Por Mtra. Emilia Vela González
A propósito de inocencia e ignorancia  

Era la costumbre de entonces, o al menos en la familia. Las primeras manos que sostuvieron a los siete hijos de mis padres, fueron las de una partera, y con excepción del último, a la mayoría nos dio la bienvenida en la década de los cincuenta. 

Al acercarse un alumbramiento, los que ya andábamos por estos rumbos íbamos a dar con los abuelos maternos. Con el sexto, el tiempo no alcanzó. Tenía cinco años y nos mandaron afuera de la casa esperar a la cigüeña. Aún me puedo evocar sentada en la banqueta avizorando el cielo, esperándola, ya me dolía el cuello y no llegaba cuando escuché el llanto del bebé. Llegó por otro lado me dijeron. 

A los 7 años me hice el propósito de enseñar a leer y escribir a Cira, entonces de 13 o 14 años, hija de Pueblita ayudante de mamá. Tales lecciones se vieron interrumpidas cuando ella ya no regresó a casa. Resulta que estaba esperando bebé, sorprendida comenté – ¡Pero si no sabe leer! – mamá se limitó a responder – para eso no lo necesita-. La misma respuesta recibiría, cuando enterada que la esposa de un señor, a quien yo veía casi como viejito, estaba esperando un bebé, reaccioné diciendo a mamá – ¡Pero si él no tiene dientes! – 

En mi primer año en Monterrey, viviendo en el Hogar Estudiantil, un sábado por la mañana nos aventuramos a la carretera Nacional en el Volkswagen amarillo de Pepina, querida amiga con la que conviviría mis cinco años de estudiante universitaria. Pasamos por una huerta de naranjas, como no había cerca, nos orillamos para tomar una, aún no la arrancaba, cuando el grito de – Heey párate ayy- me detuvo. Provenía de un viejito alto y muy delgado, a modo de justificación le dije – Es que se me antojó- Se me antojó- me remedó- ¿estás preñada o qué? 

El fin de semana siguiente fui a Reynosa. Sentada con mamá en la mesa de la cocina, ayudándole a limpiar frijol, yo asidua lectora, le pregunté – Mamá ¿Que es preñada?, primero me miró con asombro y después soltó la carcajada y hurgando del orgullo maltrecho, todavía me preguntó ¿no sabes que es preñada? -Pues es estar embarazada- contestó. Yo enojada, al advertir el tono burlón, repliqué: – Esas son palabras de rancho-. 

Pueblita, la mamá de Cira, era una mujer indígena de edad indefinible y siempre sonriente, que ayudaba a mis abuelos quienes, al igual que ella, residían en el Poblado Los Altos. Cierta ocasión sorprendió a Mamá tocando en la puerta. Los únicos datos que poseía de la familia era que el nombre de mi madre era Julia y que papá trabajaba en Petróleos, y a base de ir preguntando localizó la casa. A partir de entonces, sus estancias temporales en casa, se harían frecuentes y se prolongarían durante varios años. 

Durante el tiempo que traté a Pueblita, el único cambio que noté en su apariencia, fue en sus trenzas, otrora negras se tornaron cenizas. Cursaba la secundaria, cuando me apareció una especie de salpullido, ella me dice – eso se cura con yerba sin raíz-, ¿Qué es eso? le pregunto, como si hubiera escuchado un chiste empieza a reírse con muchas ganas, diciendo con su cantarino modo de hablar –Milita no sabe lo que es yerba sin raíz- y eso que lee mucho. Cuando me aclara que es caca de vaca, yo ofendida le contesto, como quiere que sepa yo esas cosas. 

Pueblita aparecía en casa, como si supiera cuando se le necesitaba, poseía una especie de conocimiento ancestral, creo que era originaria de Oaxaca. La última ocasión que recuerdo haberla visto en casa, había llegado como siempre, inesperadamente. Para entonces yo era abogada y trabajaba en Reynosa. Mamá le pide – Pueblita, cura a Emilia, la acaban de chocar en la mañana y está asustada-. Fue al jardín y tomó un puñado de hojas de albahaca, y mientras me las pasaba por el cuerpo, musitaba oraciones para mis desconocidas. He olvidado las palabras que dijo al finalizar, pero su sentido es que yo era muy receptiva, de lo bueno y malo. 

A lo largo de la vida, he recibido lecciones de personas aparentemente ignorantes. Han sido enseñanzas de naturaleza muy diversa. Con el tiempo aprendemos que, si bien muchos conocimientos se adquieren en los libros, la experiencia no y el sentido común tampoco. Y contrario a lo que se diga, aunque no es la regla, a veces experimentamos en cabeza ajena.

Please follow and like us:

Comment here

Social media & sharing icons powered by UltimatelySocial
A %d blogueros les gusta esto: