Al conmemorarse el 500 aniversario de la Conquista de Tenochtitlán resumiremos en cuatro entregas la crónica del encuentro de los dos mundos, iniciando con la llegada de Hernán Cortés Monroy y su primer masacre en Centla, hasta la batalla naval en que los mexicas son sometidos por la unión de elementos como una epidemia traída por los iberos, la alianza de los tlaxcaltecas en favor de los españoles, armas y estrategias modernas
Primera Parte
Por Luis Hernández
Los mexicas o nahuas, -aztecas llamados por los españoles después de su conquista-, tienen un origen en el que ellos mismos dicen venir de un lugar mítico llamado Aztlán, aunque algunos estudios los han relacionado con migraciones provenientes del suroeste norteamericano por su raíz lingüística yutonahua o uto azteca.
Ellos fundarían Tenochtitlán hacia julio del año 1325 llegados de diversas zonas del centro de lo que ahora es la república tras ser rechazados por otros grupos indígenas hasta que se asientan en un islote en la parte oeste del Lago de Texcoco donde encontrarían un águila posada en un nopal devorando una serpiente.
Los tenochcas habrían de erigir una de las civilizaciones más adelantadas y guerreras de su tiempo, sometiendo mediante el tributo a otros pueblos, que la llevan a convertirse en el Estado dominante de gran parte de Mesoamérica, poder que se deja sentir por 196 años hasta el norte de Veracruz, sur de San Luis Potosí y hasta Chiapas.
Mexihcah, se hacían llamar los nahuas
Los nahuas se llamaban a sí mismos mexihcah, vocablo que los ibéricos transformarían en la palabra mexicanos, de Metztli, luna; xictli, ombligo, y co, lugar: El centro del lago de la Luna.
En su obra El diario de Bernardo, la historiadora Norma Barrera recrea los registros del jovencito inexperto que escribe lo más importante de la aventura ibérica.
Así, el día en que parten de Cuba a las Indias (actual México) el 18 de febrero de 1519 el cronista detecta una salida apresurada, no muy distinta a la escapada cortesiana de Sevilla rumbo América, debido a que no se tenían los permisos necesarios para partir a América.
Por ese entonces, el español que quisiera viajar a las Indias debía obtener el permiso de la Casa de la Contratación creada por la reina Isabel en 1503, a efecto de vigilar el comercio intercontinental, organizar las flotas y no ser judío.
“Gracias a Dios Nuestro Señor y a san Cristóbal, que cuidaron del navío, crucé la mar sin novedad alguna y arribé a La Española (Santo Domingo), isla en la que me recogió mi hermano Gonzalo y de ahí pasamos a Cuba, donde tiene cría de vacas y vive con su esposa”, refiere el cronista de 16 años, quien agrega que su fraterno y Hernán Cortés se conocen desde mozos y el capitán lo ha invitado a la expedición.
Ex marinero de Colón al timón
Al mando del timón se encuentra el andaluz Antón de Alaminos, quien acompaña en uno de los viajes a América a Cristóbal Colón como marinero, a quien se le atribuye ser el primer navegante en descubrir y en utilizar la Corriente del Golfo, que facilitaba a las embarcaciones a vela el retorno a Europa desde América.
“Zarpamos de Cuba en 11 navíos, con 508 soldados, 100 marineros y más de 200 naturales, 16 caballos y varios perros. Cuatro falconetes, 13 escopetas, 14 cañones, 32 ballestas, más buen número de arcabuces, mosquetes, espadas y dagas y abundantes saetas y pólvora”, (p. 18).
Al frente de las embarcaciones vienen los capitanes Alfonso de Avila, Alfonso Hernández Portocarrero, Bernal Díaz del Castillo, Pedro de Alvarado, Diego de Ordaz, Francisco de Montejo, Gonzalo de Sandoval, Juan de Escalante, Juan Velázquez, Bartolomé de Olmedo (capellán de Cortés), Juan Díaz (religioso), Juan (cirujano), Diego de Coria (paje de Cortés), Murcia (boticario), Francisco de Morla y Francisco de Saucedo.
Con ellos las mujeres Isabel Rodríguez, Mari Hernández (anciana), Francisca de Ordaz, María Estrada, las esposas de los capitanes Portillo y Hernán Marín; la Bermuda, mulata Beatriz Paredes.
Isla Mujeres y Cozumel
Cortés firma como Hernando o Fernando, de quien dice que de niño fue muy enfermizo, luego deja los estudios de derecho en Salamanca, aunque fue “enamorador de damas y con destellos de poeta”, quien en Valladolid es herido al caer de una barda por su afición a una dama y ser golpeado por el marido celoso que lo alcanza.
Hernán ya había estado en La Española en 1504 al participar en el sometimiento de los naturales, siendo compensado con una encomienda. En 1511 es invitado por Diego Velázquez a la conquista de Cuba, pero Cortes hace mala fama aquí y eso debilita la amistad con Velázquez.
Al partir de la isla caribeña hacia las Indias (México), Bernardo sospecha algo por la salida precipitada.
Antes, en 1517 Velázquez ordena un primer viaje de exploración para capturar indios y llevarlos a Cuba para suplir a los nativos cubanos que morían por las enfermedades nuevas traídas por los españoles, viaje al mando de Francisco Hernández de Córdoba, quien llega a una isla donde en un recinto había muchas figurillas femeninas artesanales, a la que llama Isla Mujeres.
En Champotón perece la cuarta parte de la tripulación y a causa de heridas sufridas, Hernández de Córdoba y Bernal Díaz del Castillo regresan a Cuba.
Velázquez manda la segunda expedición el 1 de mayo de 1518 al mando de Juan de Grijalva, acompañado de Pedro de Alvarado, quienes descubren una isla que llaman Cozumel, llegan al río que los indios llaman Tabzcoob, ahora Grijalva en su honor. Avanzan hasta un sitio llamado Banderas y luego costa de Sacrificios (Veracruz) por hallar hombres recién sacrificados.
Siguen a un lugar que llaman San Juan de Ulúa y luego a Chalchicoeca, donde naturales les regalan oro, joyas y ropa fina, quienes les dicen que tierra adentro “había una tierra rica (Tenochtitlán) y un hombre muy poderoso (Moctezuma Xocoyotzin)”.
La doble moral de Hernán
Hernán recibe opiniones negativas que hacen dudar de su lealtad al gobernante para una tercera expedición ya decidida por Velázquez, cuando todos los preparativos, navíos y tripulantes ya están listos. Cortés ordena zarpar contra los deseos de su jefe y sin que éste se diera cuenta. El 27 de febrero de ese 1519 llegan a Cozumel.
Después, en el ahora Yucatán son atacados por los nativos mayas. Cortés, atendiendo el instructivo superior, los conmina tres veces “a hacerse vasallos de nuestro rey y proceder a combatirlos en caso de no obedecer”.
De Alvarado se adelanta al convoy a Cozumel, y cuando llega Hernán había tomado la comida y oro de los indios de su templo y apresa a algunos, huyendo los demás, por lo que Cortés lo reprende severamente por el proceder que se apartaba del instructivo de prohibiciones como el juego de naipes y dados, decir blasfemias, unión con indias no bautizadas, entre otros.
Igual el deber de instruir a los indios en la religión, convencerlos de que reconozcan a su rey Carlos I o V, darles buen trato y no robar sus bienes o mujeres, llevar registro de la tierra, gentes y costumbres, así como buscar a dos españoles náufragos, a quienes luego encuentran siendo ellos Jerónimo Aguilar (traductor) y Gonzalo Guerrero, quien se niega a regresar con los españoles por estar muy a gusto ahí con mujer india y dos hijos.
Masacre en Centla
Los hispanos se sorprenden al ver como los naturales adoran ídolos; “con rasgos de demonios, que los tienen cautivos”. Llegan a Centla donde son atacados con flechas y piedras. ‘Afortunadamente no hundí mi espada en ningún indio, soy torpe en el manejo de ella y solo llegué a herir cuando veía que alguno se lanzaba contra mí’, escribe Bernardo el 25 de marzo de 1519.
Cuando los caballos eran metidos entre los nativos “para ellos fue tan grande el espanto de ver a nuestros animales, que huyeron”. Muchos soldados iberos dicen ver pelear a su lado a Santiago apóstol.
Díaz del Castillo les dice que él no lo ve porque está en pecado y Cortés asegura que el que se aparece es San Pedro, al que le tiene mucha devoción.
Bernardo dice que el aparecido es Santiago, apóstol que huye de Jerusalén luego de predicar la muerte de Jesucristo “y llegó a nuestra tierra (España) a predicar en Aragón, Castilla y Galicia. La primera batalla tiene lugar el 14 de marzo, pero Bernardo la relata el día 25. Aquí Cortés ordena a Alfonso de Avila atacar por atrás de la ciudad y él por el frente. Se generaliza el encuentro y los indios, más de 30 mil, se aterrorizaban al oír los disparos de los arcabuces y al ver a los jinetes en caballos, pues con su armadura puesta en ambos, los nativos creían que bestia y hombre eran un solo ser monstruoso.
Otro encuentro se da en la desembocadura del río Tabasco (Grijalba), donde también actúa Pedro de Alvarado. Según relata Díaz del Castillo en su Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España: “Aquesta fue la primera guerra que tuvimos en compañía de Cortés en la Nueva España (…) y fuimos a ver los muertos que había por el campo y eran más de ochocientos (…) Estuvimos en esa batalla sobre una hora, que no les pudimos hacer perder punto de buenos guerreros hasta que vinieron los de a caballo”.
A escena La Malinche
Al día siguiente, embajadores enviados por Taabscoob llegaron al campamento para ofrendar oro, jade, pieles, plumas de aves preciosas y 20 jovencitas, entre ellas Malintzin o Mallinali (mal llamada La Malinche), quien es entregada a Alfonso Hernández mientras Cortés reparte las demás a sus soldados.
Los religiosos les recuerdan a los conquistadores que no deben tener trato carnal con indias infieles o herejes, hasta que no sean bautizadas, so pena de la excomunión.
De Malintzin –llamada Marina por los españoles- dice Bernardo: “Hay una que no tiene porte corriente y yo le calculo 15 años. Es graciosa, bonita y tiene gesto de inteligencia”. Luego se dan cuenta que habla el maya y el náhuatl y la utilizan junto con el soldado náufrago rescatado Jerónimo de Aguilar para traducir entre ellos.
Cuando los jefes indios Tentlitl y Cuitlalpitoc llegan a parlamentar, Cortés se dirige a Aguilar en castellano, éste habla en maya a Malinalli y ella en náhuatl a los indios, estableciéndose las primeras comunicaciones. Se dicen enviados de Moctezuma, quien les envía objetos y platos de oro, plata, piedras preciosas, plumas, ‘figurillas de seres espantables’.
“Don Hernán, en cambio, les entregó cuentas de vidrio y espejos que me parecieron de bajo mérito en comparación con lo que nos obsequiaron”, anota Bernardo, quien observa: ‘…con frecuencia repetían el nombre de un tal Quetzalcóatl, que es un hombre y un dios. Lo curioso es que cuando se dirigen a don Hernán lo llaman Quetzalcóatl’.
Aquí ofician misa de la victoria y bautizan a las mujeres ahora suyas y a Malinalli se le impone el nombre de Marina. Se ha llamado erróneamente Malinche (señor de Malinalli) a la traductora, pues con el primer nombre llamaban los indios a Cortés y a ella Malinalli (hierba torcida en náhuatl, o diosa lunar, única hembra entre los hombres estrella).
Un afligido Cortés les dice a los azorados nativos que los barbados están enfermos del corazón y que esa enfermedad solo se cura con oro. Empezaba lo que parecía la epidemia de la codicia.
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