Perseguido por el gobernador de Cuba por rebeldía y usurpación cometidas al explorar México sin permiso, Hernán Cortés avanza aceptando los regalos de oro y mujeres ofrendados por cempoalenses y totonacas y asesinando a cientos o miles de indios en Cholula
Segunda Parte
Luis Hernández
En la costa un jefe indio los invita a visitar su pueblo llamado Cempoala. Malintzin aprende rápido el castellano y Hernán Cortés instala aquí el 25 de mayo de 1519 el cabildo de Villa Rica de la Vera Cruz. Pero de las filas de Hernán surgen contrarios, aliados del jefe de Cuba, Velázquez, quienes consideran que ya se tiene suficiente oro y buscan regresar a esa isla. Cortés sabe que no pueden regresar porque los espera la cárcel por salir de Cuba a las Indias sin autorización del gobernador.
El 18 de junio están en Cempoala donde el señor totonaca llamado Chicomecóatl, gordo, de piel oscura, es transportado en un trono cargado por varios indios. De éstos reciben ocho mujeres más para tener descendencia y sellar un pacto de amistad.
A Hernán le toca una familiar del cacique ‘gorda, bizca y fea. Don Hernán puso cara de incredibilidad…’ pero la rechaza diciendo que no pueden tomar mujeres sin bautizar.
A la fuerza, los hispanos se imponen y piden a los nativos aceptar la cristiandad. Cortés ordena destruir los ídolos del templo y colocar una cruz y la imagen de la Virgen María y ante el dolor causado a los indios, fray Olmedo recrimina a Cortés por las acciones violentas.
Aquí el conquistador recibe las quejas de los totonacas contra los mexicas gobernados por Moctezuma, por exigirles tributos en oro, comida y esclavos.
Estando en Quiahuiztlán coinciden los peninsulares con la llegada de los cobradores del tributo mexica y con ellos les manda un mensaje de amistad para Moctezuma. Regresan a Cempoala pero Bernardo juzga que Cortés es muy codicioso al tomar la decisión de conquistar estas tierras para saquear sus tesoros.
El 1 de julio arriba un barco de Cuba enviado por el gobernador Velázquez al mando de Juan de Saucedo quien le dice a Cortés que se le considera en rebeldía, fuera de la ley y sin derecho a descubrir o apropiarse de las riquezas locales, facultad única de Velázquez.
División entre los cortesianos
Por esos días llegan mensajeros de Moctezuma Xocoyotzin con regalos para Cortés, a quien consideran su dios Quetzalcóatl y le dicen que se le dará todo el oro, joyas y plumas que quiera pero que deben de regresar por donde llegaron y que solo podrán llegar a Tenochtitlán hasta que muera Moctezuma, ésto para que asuma el dominio sobre los aztecas.
Moctezuma cree que con pedirle al de Medellín que no vaya éste se va a detener; “el error que comete es que con cada súplica manda oro y esto alimenta más el interés del capitán y sus allegados”, escribe en su diario el cronista.
El 10 de julio el escritor reprocha la codicia de su hermano Gonzalo y de Cortés y expresa; “el bueno de fray Olmedo tiene que estar recordándonos nuestra misión, que es la conversión religiosa de los indios”.
El 26 de julio, Cortés ordena a Alfonso Hernández y Francisco de Montejo que regresen a Castilla, España para que entreguen al rey Carlos I su primera Carta de Relación, con la que busca justificarse para que se le nombre Justicia Mayor y Capitán General de la Conquista, nombramiento que si proviene del soberano quedaría por encima de la autoridad regional del gobernador de Cuba, Velázquez.
Pero esto ahonda la división de los aventureros y el bando rebelde a Cortés quiere tomar un barco para avisar a Velázquez de la ida de los emisarios a España, siendo atrapados los líderes Juan Escudero, quien fue ahorcado y a Gonzalo de Umbría le amputan un pie como escarmiento.
El factor tlaxcalteca
El 16 de agosto el diarista anota que Cortés ha ordenado abandonar Cempoala para llegar a Tlaxcala, donde se le ha informado, podrían formar alianza por odiar a los tenochcas. Los cempoalenses se ofrecen ir de tamemes (cargadores) y apoyar en caso de pleito contra los mexicas, de quien dicen son abusivos y traicioneros.
El 18 de agosto llegan a Xalapa y para el 30 están en Ixtacimaxtitlán. A lo largo del camino han sido bien recibidos por los señoríos, recibiendo obsequios y pidiendo ellos dejar de adorar ídolos ‘que los tienen hechizados’, dejando a cambio cruces e imágenes de la virgen María. Pasan por la montaña Citlatepete (Citlatépetl, Monte de la Estrella. Actual Pico de Orizaba en los límites de Puebla y Veracruz).
En Zautla, pueblo vasallo de Moctezuma les dan mucha información de los mexicas. Luego son atacados por los tlaxcaltecas dirigidos por Xicoténcatl ‘con flechas y unas macanas de madera con navajas negras que son filosas y hieren mucho’, que al no poder contra las armas europeas, decide enviarle riquezas y unírsele.
También se quejan de la opresión mexica de Moctezuma, y Cortés astutamente les dice que si se unen a él los liberará del dominio azteca.
Bernardo es reprendido por su hermano Gonzalo por juzgar y criticar la conducta de Cortés, de quien escribe que “yo digo que éste (Cortés) es devoto a su modo, porque teniendo esposa en Cuba tiene por manceba a Marina desde que ella quedó sin Alonso Hernández”.
“A nuestro capitán Cortés los indios le llaman Malinche porque Marina siempre está junto a él y con ella hay que hablar para que le comunique las palabras a don Hernán. Marina ha resultado de buen ingenio, pues no sólo pasa de una lengua a otra las palabras, también aconseja al capitán cómo tratar a los indios y le informa de sus creencias y usos”, anota el 26 de septiembre el cronista soldado.
Las mujeres bautizadas son regaladas a los españoles. ‘Todas doncellas de buen mirar y graciosas, acompañadas cada una de su sirvienta’.
Descubren la tortilla, el mezcal y el Popocatépetl
Los tlaxcaltecas se dividen en cuatro señoríos. Xicoténcatl viejo manda en Tizatlán; Maxixcatzin en Ocotelolco; Tlehuexolotzin en Tepeticpac y Citlalpopocatzin en Quiahuiztlán. Dicen ser enemigos de los aztecas porque Moctezuma los tiene sin sal para su comida y sin algodón para sus ropas. En general tienen guerra permanente el grupo de Tenochtitlán, Tacuba y Texcoco contra Tlaxcala, Cholula y Huexotzingo.
El 30 de septiembre el personaje Bernardo dice que lo han cautivado la comida de toda la región ‘como un pan que hacen de una semilla que muelen y que llaman tlaxcalli (maíz), que luego las mujeres con sus manos forman unas ruedas delgadas y redondas que ponen sobre una plancha de barro llamada comalli (comal), puesta encima de tres piedras donde hay lumbre, desprenden un apetitoso aroma y se hinchan (tortilla).
En cuanto al octli (pulque) solo los ancianos y enfermos lo podían beber sin límite, el resto solo hasta cuatro vasos y si algún adulto de jerarquía se emborracha tiene disculpa porque el causante es uno de los dioses traviesos del octli que entra a su cuerpo.
Cortés envía mensajeros a Texcoco donde son recibidos por Chimalpopoca, hijo de Moctezuma, y un hermano de aquél llamado Cuitláhuac, quienes les dicen que no pueden seguir a Tenochtitlán. Bernardo relata el 11 de octubre que ha subido con algunos guías a la montaña Popocatépetl y arriba son sorprendidos ‘por temblores que arrojan fuego, piedras y ceniza’, en cuya cresta que se forma con el Ixtaccihuátl se aprecia un camino que lleva a Tenochtitlán, datos que le valen la felicitación de Hernán.
En el santuario de Quetzalcóatl
El 12 llegan a Cholula, una especie de santuario regional de donde llegan nativos de otros señoríos “a venerar a un dios tenido en mucha devoción, el tal Quetzalcóatl (serpiente emplumada), cuyos habitantes son aliados de los mexicas y enemigos de los tlaxcaltecas, a cuyos nativos cargadores de los españoles no los dejan entrar a su ciudad.
Acerca del otro cronista, oficial, Bernal Díaz del Castillo, Bernardo dice que ha hecho buena amistad con Marina y que se interesa por las creencias y costumbres indias, ‘pero a ratos se me hace presumidillo, pues dice que él llegó a estas Indias desde 1514’.
Visitan la pirámide de cinco pisos donde está el adoratorio con Qutzalcóatl, donde un anciano pronuncia una plegaria envuelto por el humo del copalli (incienso copal).
El anciano se llama Huetzin y reflejaba mucha sabiduría, quien acompañado de su nieta Oceloxóchitl, viven en Tenochtitlán y llegan aquí a rendirle culto al dios que les dio la vida y el maíz. Relata que Quetzalcóatl vivió en Tula donde llevaba una vida de ayuno y penitencia, pero que otro dios malo lo emborrachó con mezcal y cae en pecado al tener relación con su hermana Quetzalpétatl, que avergonzado se fue a la costa y se arrojó a una hoguera y que a los nueve días apareció en oriente convertido en estrella de la mañana.
Huetzin les dice que los españoles son teules (dioses) descendientes de Quetzalcóatl por haber llegado del rumbo al cual partió. En Cholula se educa además a los que van a ser los sacerdotes encargados de su culto.
La masacre de Cholula
Cortés y sus capitanes sospechan que los cholultecas les quieren tender una trampa, pues son avisados por sus cargadores totonacas del hallazgo de varias trampas en hoyos profundos con palos puntiagudos para hacer que cayeran los jinetes y sus caballos, además de que ven cómo los principales ya no se dirigen hacia ellos cuando tenían la calidad de huéspedes.
Cortés manda detener a uno de los jefes cholultecas y al poco llega Marina quien le avisa que éstos y los mexicas tienen preparada una emboscada por la noche, a lo que Hernán se adelanta y ordena una matanza, llamando a los señores locales a quienes les hace creer que partirían de la ciudad, solicitándoles cargadores y escoltas para apoyo, pero al llegar son encerrados en un patio grande.
Cortes les dice que se ha descubierto su trampa y que los va a castigar por ser delito. Como una señal previamente acordada con tlaxcaltecas y totonacas, suelta un escopetazo para dar inicio la primera de una serie de matanzas con la que los invasores dominan a los mexicas.
El número de muertos cholultecas es cuantificado según el cálculo de cada cronista. En su relato, Díaz del Castillo escribe que alojados Cortés y su gente como huéspedes, fueron desatendidos, que lo lleva a suplicar por agua y comida, la cual se negaban a proporcionarle, hasta que al quinto día:
“fue tan importunado con requerimientos de los capitanes que les diesen guerra, que mandó el capitán Hernando Cortés que matasen a aquellos indios que traían agua y leña; y así los mataron, que serían hasta dos mil, poco más o menos”.
Cortés dice matar a tres mil cholultecas
Dice el cronista que entre el humo del incendio en el templo de Quetzalcóatl ve cuando un tlaxcalteca está a punto de descargar un macanazo con piedras filosas sobre una india que protegía con su cuerpo a un anciano. Él era Huetzin el viejo sabio y ella su nieta Oceloxóchitl, por quienes aboga Bernardo ante Cortés diciendo que nada sabían de la traición, por lo que éste les perdona la vida, advirtiendo que él será el responsable de ellos.
Y ésta es la versión de Cortés en su primera carta de Relación, después de ordenar apresar a los líderes: “Así se hizo, que después que tuve los señores dentro en aquella sala, dejélos atando, y cabalgué, e hice soltar la escopeta y dímosles tal mano, que en pocas horas murieron más de tres mil hombres. … y así anduve por la ciudad peleando, dejando a buen recaudo el aposento, que era muy fuerte, bien cinco horas, hasta que eché toda la gente fuera de la ciudad por muchas partes de ella, porque me ayudaban bien cinco mil indios de Tascaltecal y otros cuatrocientos de Cempoal”.
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