REFLEXIONES 2021
Por Mtra. Emilia Vela Gonzalez
¿Quién es Rossy?
Sin ser nadie en particular, es a la vez muchas de las mujeres con las que me he cruzado a lo largo de la vida, personas que despiertan mi simpatía y que conozco o he conocido de manera superficial.
Quizá se trate de alguien que fue vecina en alguno de los diferentes lugares en los que he residido, con la cual simplemente intercambiaba saludos o algún comentario casual acerca del clima o del servicio de limpieza.
Puede ser alguna excompañera de algún ciclo escolar o actividad laboral cuya convivencia se limitó al salón de clases, lugar de trabajo y convivios ocasionales.
También pudiera ser que haya sido asociada de algún organismo a los que he pertenecido y que su integración al mismo haya sido temporal.
O simplemente se trate de una de esas personas agradables con las que frecuentemente he coincidido en eventos sociales o culturales, que mutuamente nos identificamos, y que habremos tenido alguna conversación grupal, pero sin llegar a entablar una amistad.
-¿Porque utilizar el nombre de Rosy?, porque me resulta grato y se escucha amable, y es el diminutivo con el que me refiero a amigas entrañables, que llevan como parte de su nombre el de rosa, y como la flor están formadas de suaves pétalos, hermosos colores y por supuesto, espinas también.
A una de ellas, con quien me une una añeja amistad que no se afecta por nuestros distintos modos de pensar, pero que desde jovencitas tuvimos en común nuestro gusto por la lectura y el cine, uno de sus hijos le preguntó -¿Por qué eres amiga de mi tía Emilia? Y la respuesta fue – pues porqué nos conocemos desde chiquitas- A esta Rosy y a otras, que si bien no las veo con la frecuencia deseada, sin duda agradezco a Dios tenerlas en mi vida.
Pero también hay otra razón. Días atrás, me desperté evocando a una mujer que físicamente ya no está con nosotros, a quien por la gentileza que proyectaba llamábamos cariñosamente Rosy. Recordé que en muchas ocasiones habíamos coincidido en lugares muy diversos.
Puedo decir que Rosy se caracterizaba por su calidez y amabilidad, muy correcta en su modo de expresarse, nunca la escuché alzar la voz o un comentario de doble sentido o mal intencionado. Su sonrisa era espontanea sin llegar a una carcajada, siempre propia, una dama diría mi padre, en ocasiones no podía evitar pensar que ella pertenecía a otra época.
Al evocarla, me di cuenta que en los años de conocerla, jamás sostuvimos una plática a solas, que si bien habíamos estado en algunas cenas y disfrutado de gratas conversaciones de sobremesa, los temas abordados solían ser muy generales pero ilustrativos, sin ser necesariamente de aquellos que pudieran dar lugar a polémicas o debates.
Pensar en Rosy, me llevó a reflexionar en la gran cantidad de personas, mujeres y hombres, que identificamos por nombre, sabemos de su ocupación o falta de ella, de la familia de la que forma parte, que por años coincidimos, pero en realidad no los conocemos.
Creo que una de las ventajas de mi edad y vivir una especie de retiro laboral, es que además de hacer las cosas que disfruto como escribir, leer, investigar y ver películas, es que puedo compartir mi tiempo con la familia, amigas, y con conocidas que me agradan, me resulta grato y más tolerable platicar trivialidades con alguien que me simpatiza, que escuchar cátedras de alguien que no.
Cierta ocasión, las personas que me acompañaban en un restaurant, se tuvieron que retirar. Un conocido mío, hombre de negocios, se levantó de la mesa en que se encontraba y se dirigió hacia la que yo ocupaba, y sin esperar respuesta a su petición de que si se podía sentar, lo hizo. Como no me provocaba ninguna molestia el haberme quedado sola, le dije que no se sintiera comprometido a hacerme compañía, sonriendo dijo – La vida es tan corta, que no me gusta perder el tiempo con personas que no me agradan -.
Era un lujo que entonces él podía darse. Me pregunto si ahora yo también.
Bendecido Domingo.
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