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Prospectiva tamaulipeca y la Teoría del Acuerdo

CUADRANTE POLÍTICO
Por Fernando Acuña Piñeiro
Prospectiva tamaulipeca y la Teoría del Acuerdo 

Tal vez, en términos académicos, el concepto que da identidad al título de la columna resulte insuficiente.   

La verdad es que, por cuestiones de tiempo y espacio, los invito simplemente a echar una breve pero acuciosa mirada hacia el futuro de la política tamaulipeca, todo ello a partir de lo que actualmente está ocurriendo, en el ámbito del camino sucesorio, y el accionar de sus principales protagonistas, o actores en el juego del poder.  

Para empezar, hagamos un recuento de datos y personajes: por un lado, MORENA, su gran peso como marca política y el papel definitorio que en ella tiene, la institución presidencial. Enfrente tenemos   la maquinaria azul y una gubernatura panista severamente desgastada en su choque brutal contra el jefe de las instituciones federales.  

Hablamos de un contexto de crudo enfrentamiento, apenas suavizado por lo que parece ser una extraña tregua de las hostilidades entre ambos adversarios.  

Un armisticio político que, para muchos, se remonta a la antesala de las elecciones por las alcaldías y el Congreso local, de cuyos comicios, un PAN cabecista ducho y eficaz como pocos en la operación territorial, salió derrotado. Todo ello ocurrió en el marco de las andanadas de la UIF contra el sexenio de los vientos.  

La paliza fue insólita. Ni siquiera los que ganaron lo podían creer, pero así fue.  

Se vivió algo así como la mitad de la alternancia. Y lo más raro es que el gobierno estatal que en la víspera aseguraba que iba a arrasar con su oponente, finalmente aceptó de manera callada los resultados. Todo este nuevo estilo de asumir las cosas desentonó diametralmente con una bien acreditada fama de indoblegable por parte del cabecismo.   

A partir de ahí, algo ocurrió y ese algo inconfesable, pero evidente muy probablemente seguirá gravitando sobre el porvenir de la democracia tamaulipeca. Especialmente sobre la del 2022.  

Pero veamos qué es lo que ha sucedido o dejado de suceder en las trincheras del morenismo y del panismo.   

En MORENA, los triunfos casi peliculescos de las urnas, que sobrepasaron cualquier expectativa, generaron el incremento de los apetitos internos.   

De pronto todo el mundo se sintió con los tamaños para ser gobernador, y el colmo de esta desmesura se presentó cuando acudieron a registrarse 38 aspirantes.   

Fue como que, si los pretensos viesen las cosas tan seguras que era cuestión, ya no de trabajar en serio, sino de cabildear y de convencer al dueño de la marca MORENA, para que les diera el obsequio de su vida:  la candidatura a gobernador. O, mejor dicho, la gubernatura.  

Este episodio de la masificación de pretendientes morenistas llama también mucho la atención, porque entonces, ya se está pensando en algo que, a la luz del razonamiento político, suena a algo demencial y hasta fantástico. Me refiero al hecho de que la llegada al poder de MORENA y de quien resulte su candidato, sea ya de mero trámite.   

¿Será algo así de fácil…?   

Al pensar en esta posibilidad, no podemos evitar remitirnos a los resultados de las elecciones por el Congreso y las alcaldías. Sigue gravitando un posible acuerdo no escrito entre el presidente y el gobernador. Pero, en fin, hasta ahí dejamos el desarrollo de esa extraña historia.  

Ahora vayamos a los respectivos procesos internos. En el PAN no parece haber mucho misterio. Mientras que en MORENA sucede todo lo contrario, pues como le subrayo, pareciera que, más que estarse viviendo un proceso interno, lo que se está dirimiendo en la marca guinda, es una elección constitucional por la gubernatura.  

Para efectos prácticos, la gente cree que el destape por la candidatura a gobernador será lo equivalente a estar viendo ya al sucesor del mandatario estatal Francisco García Cabeza de Vaca. Partiendo de esta realidad, resulta lógica la locura y la batalla campal en que se ha convertido la selección de MORENA por el primer cargo político del estado.  

Consultados por esta columna, numerosos ciudadanos tamaulipecos coinciden en lo siguiente: lo que va a determinar, en un mayor porcentaje el triunfo, no será tanto el nombre, sino la marca guinda, sinónimo del poderío obradorista.  

Lo anterior quiere decir que, una vez produciéndose el destape de la candidatura, el grueso de los electores privilegiará de una manera aplastante, la opción color ladrillo.  

De todos los posibles escenarios, este es el más socorrido.  

Pero obviamente existen otros, como aquel que concede el riesgo de una grieta entre los morenistas y de que, por esa puerta de las diferencias intestinas, el panismo logre la proeza de hilvanar un segundo sexenio.   

Otro escenario es que el candidato de MORENA se confíe demasiado, o como suele decirse se duerma en sus laureles.  

El futuro cortoplacista de Tamaulipas ofrece infinidad de matices, cuyo límite es la imaginación.   

Una disculpa porque no mencioné a los actores políticos de MORENA y del PAN, los que ahora buscan el poder, sino hasta el final.  

Américo, Valderrama, Oseguera, Truco y Nader.  

En las redes y en las encuestas, la gente ya está opinando de ellos. Pronto habrá resultados. 

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