REFLEXIONES 2022
Por Mtra. Emilia Vela González
A cien años del natalicio de mi madre
A mediados de los setenta, la noche previa a que presentara mi examen profesional de Licenciado en Derecho, me sentía sumamente nerviosa y con la sensación de haber olvidado todo lo estudiado.
Residía entonces en Monterrey, decidí hablarle por teléfono a mamá que estaba en Reynosa. Me contestó muy tranquila y comenzó a platicarme algunas cosas cotidianas. Yo, algo desesperada y pensando que se había olvidado que presentaría la mañana siguiente, le dije un tanto molesta –parece que no te preocupa cómo me vaya ir en mi examen-, ella con la misma tranquilidad, y con mucha convicción me respondió: -Porqué me iba a preocupar, sé que te va ir bien – Me despidió con esa frase que desde mi infancia me decía cada que salía de la casa, para dirigirme a la escuela o a cualquier otro lugar –Que Dios te ayude-
A medida que transcurre el tiempo, que conozco más la naturaleza humana, me reconozco privilegiada por la clase de madre que yo y mis hermanos tuvimos. Poseía lo que hoy llamaríamos inteligencia emocional, no obstante, su formación conservadora, supo adaptarse a los cambios que requería aceptar las diferentes formas de pensar y vivir de sus hijos. Poseía una gran empatía, sabía ponerse en el lugar de las otras personas.
Cuando estaba en la primaria, el papá de una de mis compañeritas fue a dar a la cárcel por haber balaceado a una persona. Dado que el asunto salió en los periódicos y se comentaba en las noticias, se creó un cierto ambiente de tensión en torno a ella. La invité con mayor frecuencia a comer a la casa, mamá sin tocar jamás el tema la trataba de la misma manera que a mí, me atrevería decir que mejor, no obstante, cierto recelo de mi padre, jamás impidió que yo a mi vez la visitara en su casa.
Cierto día, cuando tenía unos doce o trece años, llegué llorando a la casa. Al preguntarme mi madre por el motivo, entre sollozos le dije que la mamá de una de mis compañeras de escuela, que visitaba seguido, me había dicho que yo me había llevado unos aretes de fantasía. La expresión de mi madre cambió, quitándose el delantal y sin pensarlo mucho se dirigió a la casa de mi amiga. No estuve presente, pero al regresar me dijo – La señora dice que únicamente te preguntó, si no te habías llevado los aretes- y agregó- Pero si tienes dignidad, no regreses a esa casa-Supongo que la frase me marcó, más que saber intuía el significado, y no volví por muchos años, aunque me aprecio por mi amiga no disminuyó y a la fecha subsiste.
Teniendo seis hermanos varones, lo que más reconozco de mi madre fue la forma de tratar a sus nueras, consciente de que sus hijos siempre lo serían, procuró darles la razón a ellas y el mejor de los tratos.
Hace algún tiempo, quien fuera esposa de uno de mis hermanos, y que siempre he considerado mi cuñada por ser la mamá de mis sobrinos, me comentaba la siguiente anécdota: Que estaba en una reunión con compañeros de trabajo, en la cual, hombres y mujeres se quejaban de sus respectivas suegras, que ella había defendido a la suya, diciendo: palabras más, palabras menos, mi suegra era muy buena, el que no lo era tanto era el hijo.
Los últimos dos años de mi madre, su mente se volvió un tanto nebulosa por el Alzheimer. El primer indicio de que algo no estaba bien, fue escucharla responder a una de sus nueras sin la amabilidad que solía caracterizarla. Aún en esas condiciones, generalmente reconocía a su familia y amigas cercanas, y tenía períodos de lucidez. Cierta ocasión llegó uno de mis hermanos – ¿Quién soy yo? – le preguntó: -Rigo- contestó ella- no, reclama él y agrega –soy tu hijo más fregón- y ella con una expresión de reconocimiento exclama ¡Ángel!.
Cinco días antes del fallecimiento de mamá, tuvo lugar el de su comadre y vecina de toda la vida Aurorita de Hinojosa, quien la visitaba con frecuencia y lograba hacerla reír. Cuando la señora que la cuidaba comenta la noticia de la muerte- mi madre pregunta –¿Aurorita la de nosotros? -. Después pareció olvidarse del tema. Dos días después, recostada a su lado le pregunto: – ¿A quién ha querido más de tus comadres- A la que se murió- fue su lacónica respuesta, ¿y su mente se volvió a sumir en la penumbra?
Mamá, quien falleció en 1995, nació en General Bravo, Nuevo León el 28 de enero de 1922, hoy se cumplen cien años de su natalicio y la recordamos con mucho amor y agradecimiento. Que ella descanse en Paz.
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