- Queremos hacer visible las voces de las jóvenes feministas: María Isabel Belausteguigoitia
- Ser feminista es anhelar la emancipación, dijo Marta Lamas Encabo
Con el foro “Triangulaciones activistas y académicas: (re) pensando al feminismo contemporáneo”, iniciaron los festejos por las tres primeras décadas del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) -antes Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG)- de la UNAM, actividad con la que se busca hacer particularmente visible las voces de las estudiantes, las jóvenes feministas, expresó la directora de esa entidad académica, María Isabel Belausteguigoitia Rius.
De igual manera sus posibles triangulaciones con activistas académicas y académicas activistas consolidadas. “Hemos relevado la figura del triángulo para esta celebración por varias razones: la más evidente es la triada de décadas”, enfatizó.
El triángulo de academia, activismo y estudiantes tiene tres ángulos, lados y posturas. “Con la invitación a triangularlas queremos establecer que nuestra intención tiene tres horizontes, que invitamos a la conversación, la confabulación y, sobre todo, a la cooperación política, pedagógica y estratégica”, abundó.
Ha existido una intensa resonancia del entonces PUEG y ahora del CIEG con cada ola del feminismo: la tercera marcó el nacimiento de esa instancia en 1992 y la institucionalización del feminismo, y con la cuarta el surgimiento del Centro en 2016, junto con el uso de las tecnologías y las protestas e intervención de jóvenes en contra de la violencia, significada por la rabia, la creatividad y la conciencia, expresó.
Belausteguigoitia Rius dijo que, en la actual Rectoría, además de la transformación del PUEG en el CIEG de la UNAM, se ha dado cumplimiento a numerosas demandas, protocolos, órganos de vigilancia, y “creo que tenemos el sistema de género más completo de todo el mundo”.
180 grados
En la inauguración, el investigador y exdirector del Instituto de Matemáticas, José Antonio Seade Kuri, refirió que el triángulo es una figura geométrica que obtenemos si en un plano tomamos tres puntos diferentes que no están en una misma línea y los segmentos de recta que los unen. A esos puntos los llamamos vértices.
La figura que se forma tiene tres lados e igual número de ángulos, así como propiedades interesantes; una, sorprendente y demostrada por Euclides, es que la suma de los ángulos internos es de 180 grados; y la otra es que todo polígono finito puede ser triangulado en un número finito de triángulos, y a eso se le llama triangulación, abundó el científico.
Los triángulos –que pueden ser esféricos o hiperbólicos– forman parte de la vida cotidiana. Los encontramos en monumentos históricos, como las pirámides de Egipto, o en la naturaleza, como un pino. Además, fue un gesto de protesta de las mujeres durante los años 70, cuando juntaban sus dedos pulgares e índices.
Seade Kuri refirió que cualquier problema o situación se puede entender por “pedazos”, llevándolo a formas más simples y que, juntas, recuperan el conflicto original. “Si flexibilizamos los conceptos rígidos y nos abrimos a escuchar a otros, podemos descubrir un mundo maravilloso”.
En tanto, la secretaria académica de la Coordinación de Humanidades, Gabriela Ríos Granados, consideró: “En una sociedad contemporánea y un país tan fracturados, con tantas desigualdades, este tipo de diálogos y acercamientos son importantísimos”.
En la mesa de discusión, la secretaria académica del CIEG, Amneris Chaparro Martínez, dijo que los feminismos, sobre todo los contemporáneos que estallan en rabia y fiesta, ofrecen desafíos impostergables para pensar y repensar los triángulos.
Este foro, añadió la moderadora, busca colaborar al bosquejo de las nuevas triangulaciones, poniendo énfasis al necesario diálogo al interior de los feminismos y en el papel protagónico de las generaciones más jóvenes.
Para la integrante del Centro, Marta Lamas Encabo, la vitalidad del pensamiento feminista no radica en dirigirse al conjunto de personas denominadas mujeres en razón de su biología e historia, sino en el hecho de que, como utopía radical, atañe al género humano en su conjunto.
Ser feminista es anhelar la emancipación. Si una mujer quiere nombrarse como tal, adelante. “Hay que acabar con el ‘feministómetro’, con quien es más o menos, y reconocer la pluralidad y riqueza de los feminismos”.
Feminismo como objeto de estudio
Al hacer uso de la palabra, Leticia Bonifaz Alfonzo, académica de la Facultad de Derecho e integrante de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, subrayó que el feminismo cabe como objeto de estudio en diversas disciplinas como la Sociología, el Derecho o la Antropología.
Una de las cuestiones que veo más complejas, opinó, es la falta de entendimiento entre los feminismos “porque no nos estamos escuchando, hay ruido, muchas voces, e inmediatez y ‘conocimiento recortado’ en las redes sociales”.
Por ejemplo, la discusión en esos medios de si se debe incluir a las mujeres trans en el movimiento feminista, o quién decide incorporarlas o excluirlas, no puede llevar a ninguna parte. Se requieren estudios, donde se tomen en cuenta ángulos, aristas e intersecciones; de otra manera estamos ante la posibilidad nula de llegar a una conclusión o acuerdo. Por eso es tan importante la posición de la academia, sostuvo.
Gisel Tovar Cervantes, jefa del Departamento de Prácticas Artísticas, Escritura y Autoedición del CIEG y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras, aseveró que la nota roja, las redes sociales, la visibilidad de casos de violencia y desaparición, se han encargado de “reproducir y contagiarnos con la parálisis del miedo y el horror”.
Social y culturalmente la rabia es una emoción incómoda, no permitida ni bien vista en ellas, porque hace públicas las fallas y omisiones del Estado. Pero ¿cómo no sentir dolor y rabia cuando a diario desaparecen 10 mujeres en el país?, cuestionó. El enojo presente en las protestas feministas de la cuarta ola ha demostrado ser “una fuerza fundante que ayuda a transitar la parálisis del dolor para sostenernos”.
Pero hay que ser autocríticas con sus usos, potencias y límites “porque corre el riesgo de quedarse en una rabia visceral, no transitada y que actúa sin alianzas, sin compañía ni conexión, que puede cegarnos y no dejarnos encontrar otras posibilidades de accionar”. Es imprescindible apostar al triángulo entre academia, arte y activismo, concluyó.
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