REFLEXIONES
Por Mtra. Emilia Vela González
Lo esencial es invisible
-adiós dijo el zorro- este es mi secreto. Solo se ve con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos.
Al finalizar mi lectura en voz alta del capítulo veintiuno de la obra “El Principito” de Antoine Saint -Exupéry, experimenté la sensación de que aquella frase permanecía en el ambiente del salón de la emblemática “Casa de Ladrillo”, o quizá donde había permanecido era dentro de mí.
Tan concentrada estaba en el contenido de lo que leía, que olvidé que de manera simultánea el muralista mexicano Enrique Chio pintaba en un bastidor de madera, una imagen en grande del “Principito” y unas más pequeñas del zorro y la rosa. Obra que con maestría realizó en los ocho minutos que duró la lectura.
Días atrás, acudí a la vecina ciudad para asistir al evento de “Horizonte Sensible” organizado por la poeta Tulu de Ureño u su hija Ania. Vuelta que aproveché para almorzar con mis colegas y amigos Antonio Aldaz y Nora Leticia Cervantes almuerzo al que se unió su hija Violeta Aldaz Cervantes.
Desde tiempo atrás tengo conocimiento de la comprometida labor que realiza Violeta para visibilizar el Autismo, a través de su fundación “Rico, Una Pieza de mi corazón, AC“ siendo su hijo su motor y principal inspiración.
En la ocasión que nos reunimos ella compartió el proyecto, en el que al igual que sus padres y muchas personas más se encontraban involucrados, relativo a la realización, en Rio Bravo, de murales sobre la inclusión , así como la participación en estos de Enrique Chio, reconocido muralista internacional en cuyas obras destaca el plasmado en el muro que divide la frontera entre Tijuana y Estados Unidos conocido como “ El Muro de Hermandad”, el cual contó con la colaboración de tres mil ochocientos voluntarios.
El inicio de los trabajos que se dieron, con una activa participación de alumnos, padres de familia y personas comprometidas con la causa, el miércoles veintiséis de octubre, en las escuelas Miguel Hidalgo y José María Morelos, así como en las oficinas de la fundación y se concluyeron el viernes siguiente con una exposición del propio artista denominada “El Viaje Del Principito”.
Cuando Violeta me hizo la petición de que leyera, acepté ignorando que no me iba resultar tan sencillo. La obra la había leído hacía ya algunos años, pero como sucede con la mayoría de los libros que uno lee, lo hice en silencio, si bien en ese caso es la imaginación la que entra en juego para dar voz a los personajes.
Pero al leer en voz alta, y en este capítulo en particular, en el cual se da una profunda conversación entre el Principito y el Zorro, sabía que no debía utilizar el mismo tono para uno y otro si pretendía que los oyentes captaran el mensaje. Reconocí que había aceptado con mucha ligereza careciendo de una preparación de lectura dramatizada, pero no hubo más que seguir adelante.
Reconozco la importante y entregada labor de Violeta, y agradezco la petición. Cuando lees nuevamente, cargando un bagaje de experiencias distintas, la percepción es diferente. Y si, uno aprende con el tiempo que lo esencial es invisible a los ojos.
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