INTERIORES
Por Carlos López Arriaga
La grilla y los cuatro fluoruros
CD. VICTORIA, Tam. | Le llaman TEFLÓN desde la primera mitad del siglo pasado, cuando la compañía DUPONT descubrió y patentó un “polímero muy resistente al calor y la corrosión, usado en muy diversos campos, como medicina, ingeniería y utensilios de cocina.” (Real Academia Española, https://tinyl.io/8xlU).
La palabreja (como tantas en inglés) es una abreviatura, contracción de un sustantivo más largo, el “tetrafluoretileno”. Producto al que todo se le resbala, es altamente refractario a las adherencias. Ni poroso ni viscoso, es impermeable, resiste y repele a la mugre.
En el ámbito de la vida pública, expertos en imagen y psicología política suelen hablar del TEFLÓN en sentido metafórico, al referirse a cierto tipo de personalidades que observan una resistencia notable a los ataques y descalificaciones de sus adversarios.
Resistencia, también, al desprestigio que generan sus propios errores. Pueden equivocarse, acometer despropósitos y yerros en apariencia imperdonables, pero conservan su frescura.
Es un asunto de actitud, acaso de cinismo. Pero también de vínculos sutiles con aquello que el filósofo francés EDGAR MORÍN llamó “el imaginario colectivo”. Ese conjunto de símbolos y mitos que funcionan en cada época y de manera compartida, como una mente social.
Se piensa en RONALD REAGAN, también en VICENTE FOX y hasta en DONALD TRUMP. Ese “clic” profundo con sus auditorios (fans, seguidores, devotos) por encima de críticas y desfiguros.
Dimensión anímica donde los cuestionamientos de orden racional no le afectan, no hacen mella en su estadística de popularidad, de aprobación.
Hay algo más que convicción en sus seguidores pues la convicción pasa por el razonamiento y aquello que ancla a estos personajes con su público es un elemento irracional. Un amarre similar a la fe religiosa.
En cierta ocasión, durante una conferencia de prensa en la Casa Blanca, NANCY REAGAN tropezó con la alfombra y su frágil humanidad cayó de tablazo, frente a las cámaras de televisión.
Desde luego, la guardia presidencial acudió de inmediato y la dama recuperó su vertical un tanto cuanto desmelenada. Pero el marido apenas se inmutó.
Con un teatral gesto de sorpresa y (esa tan suya) sonrisa de comediante, fingió reprender a su compañera pidiéndole en tono meloso que por favor no hiciera esos numeritos tan temprano.
El resultado fue la carcajada general de periodistas y funcionarios celebrando la salida genial que el mandatario supo dar a una situación de por sí dramática.
En México, VICENTE FOX fue (y es) una auténtica máquina de decir (y escribir) estupideces. Parecería, incluso, que no conoce otra manera de comunicarse.
Durante su gobierno, la palabra “despropósito” se volvió de uso general, como una manera elegante de llamar a sus recurrentes desatinos. Disparates, dislates, que el rancherón de las botas perpetraba sin una pisca de pudor ni el menor asomo de culpa. Con lujo de cinismo.
Conservó, sin embargo, niveles máximos de popularidad hasta el final de su gobierno y todavía recibe elogios y visitas de simpatizantes en su ostentoso retiro de San Cristóbal, Guanajuato.
LA RESISTENCIA
En el caso de DONALD TRUMP, ha cometido errores discursivos tan aparatosos que uno solo le habría costado la carrera a cualquier otro político norteamericano.
Como, por ejemplo, su devoción por la mentira flagrante. Una sola falsedad (una), muy cerca estuvo de costarle la presidencia al demócrata WILLIAM CLINTON.
TRUMP, en cambio, miente por sistema, injuria, arremeda, humilla, calumnia, ridiculiza a contrarios y comunicadores, sin que la base dura de su electorado sufra merma importante. Peor aún, se lo celebran.
DONALD exhibe una abigarrada colección de posturas y sentimientos realmente infames. Misógino, xenófobo, racista, homofóbico, clasista, enemigo de la pluralidad ideológica y de la libre expresión. Solamente cree en una verdad, la suya. Aun así, le siguen aplaudiendo.
Así llegamos a LÓPEZ OBRADOR. Desde aquella descomunal guerra de fango que emprendió el gobierno foxista contra ANDRÉS MANUEL en 2005, el tabasqueño mostró una coraza altamente impermeable.
Piel de TEFLÓN, efectivamente. Lejos de abatirlo, el bombardeo de porquería lanzado desde el gobierno panista provocó el efecto contrario, pues lo proyectó hasta ubicarlo a cinco décimas del triunfo.
Como presidente desde 2018, AMLO sigue manteniendo niveles altos de popularidad. Se sobrepone a errores y tropezones, algunos muy graves, por ese “clic” arriba mencionado que sostiene con su llamado voto duro.
Su nicho electoral que hoy parece más focalizado en la base inferior y más ancha de la pirámide social, la de más bajos ingresos. Detalle que él mismo celebra en sus charlas matutinas.
Al presidente mexicano no lo alcanzan los ataques razonados, como tampoco afectaron a personajes como REAGAN, FOX y TRUMP, porque el nexo con sus seguidores no está fundado en el discurso lógico sino en los más oscuros y menos explorados mecanismos del corazón, los afectos, la emoción.
De aquí se desprende el consejo que no pocos simpatizantes de MORENA le están dando ahora al presidente con respecto a la precandidata opositora XOCHITL GÁLVEZ.
Mujer que igual parece emerger bien provista de una gruesa capa de tetrafluoretileno, entre cabeza, pecho y espalda. La atacan con furia, pero se le resbala, la calumnia rebota, fracasa.
Me pregunto si personalidades como CREEL, MANCERA o DE LA MADRID resistirían esas embestidas mediáticas que hoy se abaten sobre la humanidad de XOCHITL… ¿Y MARCELO, RICARDO, ADÁN, CLAUDIA?
Detalle necesario. La gente de TEFLÓN tiene su extremo opuesto, el reverso de la moneda. Aquellas pieles porosas y viscosas a las que cualquier proyectil de lodo se les queda pegado.
No pasa así con XOCHITL. Los perfiles de TEFLÓN observan como rara virtud cierta forma de coprofagia simbólica. Se alimentan de la inmundicia que les arrojan sus competidores, en lugar de retroceder, crecen. Su sistema inmunológico se vuelve más fuerte, se tornan más resistentes.
Hay tema para rato.
BUZÓN: lopezarriagamx@gmail.com
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