- El homenaje fue un recorrido por la historia del maestro, contada no con palabras, sino con melodías.
Monterrey, Nuevo León.- La música se convirtió en gratitud, en abrazo colectivo, en memoria vibrante durante el homenaje al maestro Carlos Paredes en el Auditorio del Museo de Historia Mexicana.
El Coro Sinfónico de Nuevo León, bajo la dirección de Raúl Gutiérrez, abrió la velada con “Va, pensiero” de Verdi, un canto de añoranza que pareció evocar aquellos años en que el joven Carlos, dividido entre el sacerdocio y la ingeniería, encontró en el canto su verdadera vocación.
El homenaje fue un recorrido por la historia del maestro, contada no con palabras, sino con melodías. Miguel Molina interpretó “¡Ay de mí!” de Paulino Paredes, conectando el presente con los orígenes familiares del homenajeado. La interpretación de “Granada”, a cargo de Fernando Larios, le recordó al homenajeado como la música le puede llevar a lugares inimaginables.
El Ensamble de Cámara del Coro Sinfónico ofreció una interpretación entrañable de “Bésame mucho”, canción que resonó como un eco de todos los momentos en que el maestro enseñó a cantar con el alma, no sólo con la técnica.
Las palabras de Guillermo Villarreal, cargadas de afecto y amistad, pintaron el retrato de un hombre discreto pero decisivo, un maestro que, sin descanso, ha hecho florecer los talentos y la seguridad de sus discípulos en el canto. También habló del hombre comprometido con rescatar el legado de su padre, Paulino Paredes.
En el programa musical diseñado por Raúl Gutiérrez, Ceci Pérez cantó “Uno”, para revelar ese universo interior de quien supo renunciar a lo cómodo para seguir la llamada de la música. Con “El día que me quieras” volvió el romance de los escenarios, y con las palabras de su hermano Arnulfo Paredes se abrió una ventana íntima a su vida familiar, religiosa y profundamente humana.
Posteriormente, Daniel Zúñiga interpretó “Parlami d’amore”, como preludio para la entrega de su reconocimiento a cargo de Xavier López de Arriaga, director del Museo de Historia Mexicana, con un discurso emotivo que unió calidez y valoración hacia quien, además de promover la música popular, puede contribuir a la formación de las personas con una entrega total al arte.
Con sencillez y humildad, el maestro Paredes agradeció el homenaje y la amplia colaboración del museo para que, a través del programa Cantares del Pueblo, sus alumnos de los Talleres de Canto de la Casa de la Cultura tengan la oportunidad de mostrar sus talentos.
Posteriormente, el público escuchó al propio maestro Carlos Paredes interpretar “Júrame”, de María Grever, una canción intensa, de un amor profundo y eterno. Luego, “Morenita mía”, canto a capela que fue coreado por los asistentes en una atmósfera fraterna y de comunión con la música. Fue el instante en que el homenaje le permitió mostrar sus dotes de tenor y constatar el gran aprecio de la sala.
La audiencia, como era de esperarse, colmó el recinto, familiares, antiguos alumnos, colegas entrañables, amigos de la vida coral que han seguido de cerca el andar del maestro, no fueron sólo espectadores: fueron cómplices, testigos y destinatarios de un legado que sigue vivo en cada voz que él ayudó a descubrir.
La velada cerró con un tributo a su padre, Paulino Paredes: “La Anunciación” y “Toda hermosa eres, María” fueron interpretadas por Karla Villarreal y el Coro Sinfónico de Nuevo León. Así, padre e hijo volvieron a encontrarse en la música, como en aquellas noches en casa, cuando los compositores se reunían y Carlos escuchaba, absorbía, aprendía.
Anoche, cada nota fue gratitud, cada pausa, reverencia. El maestro Carlos Paredes no sólo formó voces: formó espíritus. Y ayer, todos los que fueron tocados por su enseñanza respondieron con lo mejor que sabían dar: su voz.
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