- Debemos construir la paz y evitar que se imponga la fuerza del dominio y la sumisión, asevera Nelia Tello Peón en ocasión del Día Internacional de la No Violencia, que se conmemora el 2 de octubre
La violencia no se evita con separaciones, exclusión, candados, puertas, alarmas o armas, sino cuando se fortalece el uso colectivo de los espacios públicos y privados. Se controla cuando se establecen límites iguales para todos, y se previene cuando aprendemos a relacionarnos con los otros de una manera diferente, a partir de la igualdad, afirma la académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, Nelia Tello Peón.
La coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Violencia Escolar y exdirectora de la entidad académica, refiere que se debe entender que “somos iguales, pero diferentes, y tal diversidad es complementaria: no podemos ser humanos sin los otros, nos necesitamos mutuamente, y en esa complementariedad debemos hablar de un nosotros que construye una sociedad no violenta, en un modo de convivencia solidaria que se genera desde la aceptación”.
Con motivo del Día Internacional de la No Violencia, que se conmemora el 2 de octubre -aniversario del nacimiento de Mahatma Gandhi, en homenaje al líder del movimiento de la independencia de la India-, la universitaria agrega que la violencia es un problema que nos afecta a todos, y debe reconocerse también en lo que parece intrascendente.
Ante esa situación, se deben encontrar formas de convivencia que den una posibilidad de acercamiento, aceptación y reconocimiento del otro, y la búsqueda de la paz que evita la destrucción, añade la experta universitaria.
El principio de la no violencia, establece la ONU, “tiene relevancia universal y busca conseguir una cultura de paz, tolerancia y comprensión. Como dijo Ghandi: la no violencia es la mayor fuerza a disposición de la humanidad. Es más poderosa que el arma de destrucción más poderosa concebida por el ingenio del hombre”.
Exponencial
La violencia, explica Tello Peón, es un término que se utiliza para diversas circunstancias, aparentemente ajenas entre sí: lo mismo sirve para hablar de campos de exterminio, guerra, asesinatos, golpes o nalgadas. “También existe una tendencia a hablar de ella desde una perspectiva fraccionada: física, emocional, económica, de género, etcétera”.
En sus diferentes expresiones, como dice Juliana González, filósofa de la UNAM, siempre se trata de una fuerza que destruye, indómita, que arrasa, que domina, y la última posibilidad de expresión de un ser humano; “es ante la impotencia que uno actúa con violencia”, apunta la académica de la ENTS.
Pasa de una forma extrema visible, a ser a veces cultural, sutil, aceptada por todos, cuando somos capaces de verla, pero estamos acostumbrados a ella; se trata de una violencia interiorizada, detalla la especialista.
No es un acto banal que sucede de repente, sino que se acumula, se guarda y llega un momento en que explota; es una fuerza que lleva a la impotencia y a la invisibilidad del otro. Es una relación de dominio y sumisión, donde el que la realiza no se siente reconocido y al ejercerla tiene la certeza de que existe, manifiesta.
Además, es exponencial, pasa de lo micro a lo macro y viceversa, y tiene diferentes expresiones: estructural o estatal, familiar, de género, intergeneracional, etcétera. Tal fragmentación permite que “nos agobie menos”. Además, la que le pasa a los otros, sostiene Tello Peón, nos es ajena.
Durante años, rememora, era una cualidad que las mujeres fueran sumisas, cuando es, en realidad, una demostración de doblegación ante alguien que las dominaba. “La violencia se acaba traduciendo en la cotidianidad como actos necesarios; en un principio es la obediencia no razonada, un acto de imposición que violenta”.
Cifras en México
De acuerdo con datos de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana dados a conocer en agosto pasado en la prensa, el número de homicidios dolosos fue de dos mil 679 en julio; es decir, 0.34 por ciento más respecto a junio, cuando se registraron dos mil 670. En 2022, hasta el 20 de agosto pasado, se reportaron 18 mil 93 homicidios.
Las entidades que presentaron los mayores niveles son: Guanajuato, mil 864; Michoacán, mil 587; Baja California, mil 567; Estado de México, mil 475; Jalisco, mil 218; y Chihuahua, mil 232, en ese lapso.
En julio pasado hubo 54 feminicidios, lo que representa una reducción de 38.64 por ciento ante los 88 reportados en junio de 2022, y una caída de 25 por ciento frente a los 72 del séptimo mes de 2021. Se informó que hubo, también en julio, un mínimo histórico de 35 víctimas de secuestro.
Cultura de la paz
Ante el panorama que vivimos, expresa Nelia Tello, “tendríamos que ser capaces de horrorizarnos y pensar que es necesario actuar y no nada más comentarlo, porque eso último sirve solo de desahogo, y nuestra idea de actuar termina en indignación compartida”.
El fenómeno de la violencia tiene diversas expresiones y aparece en diferentes circunstancias. “Donde hay alguien que la evita, no sucede”, y por ello necesitamos ser capaces de hacer algo más.
De acuerdo con la experta, la no violencia no consiste en quedarnos impávidos, sino reaccionar, pero sin más violencia. “Lo que se ha hecho tradicionalmente son boicots, huelgas de hambre, movilizaciones solidarias, cartas con firmas, etcétera”.
El concepto tiene relevancia universal y busca conseguir una cultura de paz, tolerancia y comprensión. La ONU señala: “el principio de la no violencia –también conocido como la resistencia no violenta– rechaza el uso de la violencia física para lograr un cambio social o político. A menudo descrito como ‘la política de la gente común’, esta forma de lucha social ha sido adoptada por muchas poblaciones alrededor del mundo en campañas en favor de la justicia social”.
Ese principio es frecuentemente utilizado como un sinónimo de pacifismo, y a partir de mediados del siglo XX el término fue adoptado por movimientos para el cambio social que no se centran en la oposición a la guerra, refiere ese organismo.
Uno de sus principios clave, añade, es que el poder de los gobernantes depende del consentimiento de la población, por lo cual esa teoría busca disminuir ese poder a través del retiro del consentimiento, y la cooperación de la población.
Tello Peón acota que la transformación personal tiene que trascender a lo colectivo. Además de preocuparnos por nuestra reconstrucción individual, debemos aprender a vincularnos con los otros de manera diferente; tenemos que sustituir nuestros comportamientos, relacionarnos a partir de la igualdad.
La lucha de género, por ejemplo, es importante; pero el cambio debe ocurrir en todos. Juntos debemos construir la paz, y evitar que se imponga la fuerza del dominio y la sumisión, sino la del diálogo constante para construir un mundo diferente, concluye Nelia Tello.
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