ZONA DE REFLEXIÓN
Por Lucía Lagunes Huerta
70 años de un derecho ganado para todas
La memoria humana a veces enfrenta fragilidades que le hace olvidar el camino que se ha recorrido para llegar a donde estamos. El olvido de nuestro linaje en grave, pero más cuando ello nos borra el esfuerzo de lo ganado.
Desde hace dos décadas cada 17 de octubre era la oportunidad de refrendar el pacto feminista entre mujeres, más allá de los colores partidarios. Honrar a las sufragistas, recordar el camino andado y refrendar ni un paso atrás a lo ganado.
Era la fecha de las mujeres no de los partidos, no de los gobiernos no de las instituciones, sino de las mujeres en plural de todas, porque gracias a ellas, a nosotras hay lo que hay.
Pero este año fue distinto, no hubo “El festejo” ni “El acto político” donde la defensa de lo ganado lograra un frente único, la polarización que vivimos en México, alimentada desde Palacio, nos robó incluso esto.
Ningún periódico dio la portada a siete décadas del sufragio femenino, a los logros obtenidos ni a los retos que se avizoran ante lo que tenemos enfrente: la verdadera posibilidad de tener la primera presidenta de la República y gobernar casi la mitad del país.
Este bajo perfil de la fecha me confirmo que hay que recordar nuestro linaje.
Rememorar que a las sufragistas mexicanas les llevó casi un siglo de insistencia para conseguir el voto femenino en 1953, recordar a las 22 zacatecanas que firmaron la misiva en 1824 solicitando el voto.
Porque lograr el reconocimiento del derecho político de las mujeres significo un parteaguas en la historia democrática de nuestro país.
Un cambio, que, como bien dijo la senadora María Lavalle Urbina, en su toma de posesión como la primera presidenta de esta cámara en 1965, “nos encontramos frente a una revolución mundial que sacude la recia estructura que sitúa a las mujeres en condiciones de humillante inferioridad”.
Esta posibilidad de la primera presidenta mexicana es gracias a la revolución pacífica de las feministas. La cual tardó 26 años para tener a la primera gobernadora en este país, lo cual ocurre hasta 1979 cuando doña Griselda Alvares llega al gobierno de Colima, con ello se abre una rendija para que las mujeres logren ocupar estos cargos.
Esta grieta abierta al patriarcado logró que, en 39 años, nueve mujeres ocuparan una gubernatura en siete entidades federativas.
A este paso la paridad se miraba inalcanzable, había que acelerar la revolución feminista y las sufragistas modernas en 2019 hicieran los cambios legislativos y constitucionales que generaron un salto cuántico en la presencia de las mexicanas en el mundo político.
Y en tres años se logró que nueve mujeres gobiernen el mismo número de entidades federativas simultáneamente, que se cuente con paridad como principio y norma en todos los espacios políticos y de elección popular.
La paridad que hoy vivimos es el sueño de las sufragistas mexicanas del siglo XIX que nos heredaron en la realidad a las del siglo XXI.
Reconocer estos logros y el camino para conseguirlo es fundamental para sacudir el discurso de que las mujeres están en la política por concesiones o favores. Nada de eso, sostener la agenda un siglo no es cualquier cosa.
Quienes ocupan estos cargos son las beneficiarias de esta historia y están llamadas a honrarla.
Ellas están ahí gracias a sus antecesoras, quienes enfrentaron las resistencias partidarias y para avanzar construyeron pactos entre ellas superando la división de los partidos al colocar en el centro los derechos de las mujeres y apenas eran un puñado.
Así lograron que, en 1993, por primera vez se estableciera la recomendación en el COFIPE para que los partidos políticos postularan, por lo menos, 30 por ciento de mujeres, haciendo política feminista lograron la paridad en todo.
Sin ello, no habría la posibilidad de una presidenta, de cinco gobernadoras que se sumen a las nueve existentes de 10 mil cargos electorales para las mujeres, de recursos financieros para sus campañas, para la formación política de las mujeres dentro de los partidos, ni instrumentos de vigilancia para que la obligación no se evada.
Cambios que no han sido fáciles pero que son un logro que no tiene retrocesos, aun cuando el machismo partidario busque revertir e incluso frenar. El reto es superar la política misógina que pervive.
Llegamos a la conmemoración del voto femenino con varios triunfos en el bolsillo por la igualdad sustantiva y hay que reconocerlos, no para sentarnos a contemplar sino para cuidar que se mantengan a salvo.
Las herederas y beneficiarias de esta lucha están llamadas a gobernar y ejercer el poder honrando esta herencia democrática, ampliando libertades, consolidando la legitimidad de las mujeres en el espacio público, construyendo una identidad propia como políticas.
Trascender los cercos partidarios y lealtades misóginas que han roto la alianza entre políticas, militantes y feministas así en plural, para colocar por encima de cualquier color los derechos de las mujeres.
El pacto está roto y urge volver a pactar, porque mientras el patriarcado exista la posibilidad del retroceso pesa sobre nuestros derechos.
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