Investigación

Porfirio Díaz, en La Fama; La Huasteca, lo impresiona

En esa histórica visita a Monterrey, el presidente Porfirio Díaz atendía una atareada agenda de cinco días que proseguía con visitas a empresas, un aristocrático baile en el Casino Monterrey, un desfile de carros alegóricos y un simulacro de guerra con más de mil 700 soldados

Visita a la fábrica de hilados La fama de Monterrey, la avenida que conduce al edificio

Luis Alvarado

Tercera y Ultima Parte
En La Fama, Santa Catarina y la noche en Casino

Día 21. A primera hora la comitiva se dirige en ferrocarril al poblado La Fama (nombre tomado de una población de España), en visita a las factorías Fábrica de Hilados La Fama y a los Molinos de Harina de Jesús María, a cuya entrada son recibidos por autoridades y habitantes de Santa Catarina y García. Díaz admira las formaciones rocosas de La Huasteca y para mediodía regresan a Monterrey.

En la de hilados trabajaban 120 operarios al frente de 100 telares, 2600 husos.

Esta noche había baile en honor al presidente en el Casino Monterrey, aún en construcción. Díaz y la familia Reyes llegan a las 10:00 pm. En su libro El casino de Monterrey, Carlos Pérez Maldonado hace la crónica: «Las damas iban ataviadas con lujosos y elegantes vestidos Luis XV, y los caballeros con traje negro de casaca, calzón corto, medias y calzado con hebillas. Fue este cuadro muy elegante, vistoso y aplaudido. Después principió el baile general”.

Aurelia vestía de verde sin ostentosidad, Pilar González de Richardson, vestido color Lila “con soberbia gargantilla de brillantes”, refiere una crónica de El Imparcial que añade: “he advertido la gran ilustración del bello sexo, todas las señoritas hablan el inglés con corrección admirable; observé que una distinguida joven sostenía conversación con un alemán, un americano y un francés en grupo, hablando a cada quien en su respectivo idioma, cuando ellos se disputaban el bailar un vals”.

El decorado era estilo Luis XV. Alfombrado rojo y azul, cortinas de peluche rojo y oro viejo, combinadas con verde y rosa. Al centro del salón un gran retrato de Porfirio con cuadro de pabellón de raso.

«A la una de la mañana se sirvió la cena. Al centro de la mesa de honor tomó asiento don Porfirio, siguiendo a su derecha la esposa del Gobernador doña Aurelia Ochoa de Reyes, don José Yves Limautour, doña Carolina Madero de Villarreal, el General Mariano Escobedo, doña Juana Reyes de Madrigal, el Gral. Manuel González Cosío, doña Francisca Muguerza de Calderón, el Lic. Joaquín Baranda y doña Ana González de Hernández”, refiere Pérez.

“A la izquierda del Presidente se encontraban doña Guadalupe Zambrano de Treviño, el General Reyes, doña Pudenciana Madero de González, el Gral. Francisco Z. Mena, doña Victoriana Madero de Villarreal, el Gral. Gerónimo Treviño, doña Sara Milmo de Kelly, el Gral. Francisco Naranjo, doña Julia Bremer de Reichman y el Gobernador de Coahuila don Miguel Cárdenas».

A las 3:30 horas se retiran Díaz, Reyes y comitiva, aunque el sarao siguió sin ellos hasta las 5:00.

Derroche de tecnología moderna

El día 22 incluye una visita a la Ladrillera Monterrey, del gringo J. A. Robertson, dueño además del diario bilingue Monterrey News, sembrador de naranjos de San Francisco, California en Montemorelos y el tendido de vía ferroviaria de Monterrey al golfo.

Las modernas máquinas de 125 toneladas de la ladrillera prensan y dan forma a los tabiques, que son llevados a nueve hornos cocedores, de los que cada uno puede cocer 150 mil piezas diarias

“Siguieron después a las minas de San Pedro y San Pablo, entonces en plena y abundante producción, de donde se extraía plata, plomo y hierro. El viaje se hizo en el ferrocarril construido para el traslado de los minerales a la fundición”. En estas minas propiedad de Hermanos Maiz, las góndolas mineras son impulsadas por un cable transportador de 4.6 kilómetros de largo, pudiendo arrastrar 85 vagones de 300 kilo de peso cada uno.

En un rincón de la montaña conocida como El Diente, cercano a las minas, se sirvió la comida a la que asistieron cerca de 150 personas. El banquete no parecía tan montañés: se sirve ensalada rusa, salmón, frutas, champagne, café al licor. Aquí se hacía presente el gobernador tamaulipeco Guadalupe Mainero, quien había arribado a Monterrey el día anterior.

Así es descrito Porfirio por el cronista Saldaña: “El soldado mestizo, poco amante de los buenos modales, se había transformado en un criollo refinado. Hasta el color de la tez, antes bronceado, había cambiado a un color blanco sonrosado. Los bigotes largos y negros eran blancos y cortos. Los ojos no habían cambiado su expresión penetrante.

Quienes lo conocieron sobre el caballo, jinete de largas y fatigosas jornadas, tenían que hacer un esfuerzo para suplantar aquella figura cetrina y desgarbada por la del estadista pulcramente vestido. En esta admirable transformación mucho había contribuido su esposa –tamaulipeca- doña Carmen Romero, dama de fina educación, culta y de grandes atractivos personales.

Las alegorías en desfile de 22 carros

Al mediar la tarde se hizo el regreso a Monterrey, en cuyo balcón de la casa de Reyes presencian un desfile de 22 carros alegóricos al progreso, paz e industrialización nuevoleoneses, elaborados muy artísticamente por empresas y escuelas.

Carro de la fábrica de artefactos de metal

Encabezaba los vehículos el de la zapatería Menchaca, que avanzaba con un letrero que saludaba al presidente Díaz, seguido de dos de la empresa Barco, de Metales Laminados, adornado con los objetos ahí fabricados, como lavamanos, platos, bandejas, moldes, botes de varios tamaños y al centro una joven con traje azul que apoyaba su mano derecha en una palanca de máquina, simbolizando el trabajo.

El tercero era de la agencia minera J. Luitpold, con letreros informativos; seguido por el de tienda de ropa Old England, adornado con camisas, telas, corbatas y otros; el de comercio de Julio, con un
empleado tocando piano, otro más de Sonora News Company con artículos de fanstasía, libros, una máquina de escribir; otro de Van Vooris, con artículos de ferretería y minería.

O el de Minera San Pablo y una alegoría de la libertad; seguido por uno de los más gustados, el de la Compañía Fundidora Monterrey tirado por seis caballos en cuya plataforma va un horno de fundición, operarios trabajando y una niña con traje de reina. También el de la Fábrica de Clavos Monterrey con productos exhibidos y un gran clavo de dos metros.

El carro de la Fundición de Fierro y Maquinaria, antecedente de la Fabricación de Máquinas, con armazones, un motor de vapor, engranes; el de The Monterrey Daily Globe con banderas tricolores y un gran globo terrestre; el de La Industrial, fábrica de tejidos aimulando una barca con 12 niñas elegantes que hilaban y llevaban carretes, molotes; el de máquinas Singer.

Seguía el de la empresa de Tranvías, con un vagón construido con niñas en su interior; el de La Montañesa, productora de aguas gaseosas, del que al pasar frente al templete de Díaz baja un niño, se acerca a él, se quita el sombrero y da una alocución que Porfirio corresponde muy efusivo, provocando el aplauso de la multitud. Luego el de Sucesores Hernández Hnos., iluminado con acetileno, con una gran esfera sobre la que navega un buque representando al comercio.

El carro de Cervecería Cuauhtémoc

También el de La Gran Fundición Nacional, tirado por seis caballos, con operarios trabajando que simulaban un horno en ignición del que salían chorros de metal líquido hecho con mercurio que caía a los moldes.

El de la Cervecería Cuauthémoc, el más lujoso con un jinete ataviado de la edad media. Pero con una escenificación inapropiada para el siglo XXI, en que traía a Gambrinus, el rey de la cerveza, una dama sentada, un niño a horcajadas en un barril y otro tendido y abrazando unas botellas de la bebida alcohólica.

El de la Minera Zaragoza, con niños vestidos de mineros trabajando una roca. El desfile partió de la calle del Hospital, calle Hidalgo, plaza Zaragoza, Dr. Mier, Roble, hasta plaza Colegio Civil donde se disuelve.

Las fuerzas de seguridad no reportaron incidentes mayores al de individuos alcoholizados. Pero todo el tiempo Díaz estuvo protegido por más de 100 agentes rurales, -de su creación, especializados en reprimir descontentos-, así como gendarmes y militares.
Simulacro de guerra con mil 700 soldados

Día 23. El programa que se había ordenado originalmente para el día 23 fue cancelado en virtud de que el General Díaz determinó regresar en la tarde de ese mismo día a la ciudad de México, urgido por asuntos que requerían su presencia en el Palacio Nacional.

La jornada matutina contemplaba visitas a industrias, en la tarde el simulacro de guerra y en la noche la velada literaria. Se suprimieron las visitas a las fábricas y en la mañana tuvo lugar el esperado
espectáculo el simulacro de guerra, “cuyo acto llamó poderosamente la atención del público, especialmente de la juventud, pues los viejos conocían ya de verdad lo que era la guerra y en consecuencia aquello no pasaba de ser un juego”.

El ensayo bélico se daría en un llano al suroeste de la estación ferroviaria de la Estación del Ferrocarril Nacional, y el cual afecta la forma de un paralelogramos de 700 metros de Oriente a Poniente y 500 de Sur a Norte. La calzada Unión desemboca en el mismo, casi en la parte media de la cabecera Oriental, y a la izquierda de ella está la fábrica de Moebius, edificio de dos pisos.

Entre otros pormenores de la descripción del simulacro se expresa que uno de los bandos es de 925 soldados contra el adversario de 844.

Con estos elementos se organiza el combate moviéndose de acuerdo con lo planificado los bandos contendientes, de manera que el triunfo corresponda a quien de antemano se le ha adjudicado. Termina todo a mediodía y la muchachada compite por ver quién recoge más cartuchos quemados.
Literario, el último evento

La tarde de ese día 23 le toca participar a literatos, músicos y poetas en el Teatro Juárez, donde a partir de las 3:00 pm se darían cita niños y adultos. Inician los alumnos de primarias cantando el Himno Nacional, Después la orquesta ejecutó la melodía Ruy Blas, de Mendelssohn, siguiendo a continuación el discurso pronunciado por el Dr. Rafael Garza Cantú, que principiaba a significarse como uno de los más cultos maestros de la época, seguidos por una variedad a cargo de damas de la alta sociedad.

“No habían concluido los aplausos cuando ya la Srita. Enriqueta Vargas cantaba el Aria (del suicidio) de la Gioconda, para seguir al piano el señor Jesús María Acuña (jr.) y a continuación el Tenor Leonardo Uribe cantó una aria de Aída, continuando la declamación que de sus propios versos hizo el Sr. Celedonio Junco de la Vega, escuchándose también un poema del Dr. José Peón y Contreras, Senador de la República”, añade Saldaña.

Estas son parte de las palabras del Dr. Garza Cantú, que aludían a la crueldad de las revueltas armadas: «No hace tiempo todavía: aún vive la generación que viera, con espantados ojos, nuestros campos reducidos a estériles desiertos; las interminables e incómodas carreteras, que cruzaban la vasta extensión del territorio mexicano, convertidas en asiento del pillaje y la matanza; las ciudades henchidas por una multitud ociosa, revuelta, sin convicciones y sin fe, presa de la desconfianza y del temor”.

La despedida al caudillo

Antes de las 5:00 pm terminaba el último evento cultural. Para las 6:00 los visitantes, anfitriones y pueblos se volcaban de nuevo en la estación ferroviaria para despedir al presidente Díaz y ministros.

“Las bandas de música alentaban el entusiasmo con marchas y el público continuamente vitoreaba, tanto al General Díaz como al General Reyes. En esos momentos en que los abrazos estrechaban a
los hombres y las manos se antojaban palmas de amistad, las reflexiones se imponían alrededor de la primera figura, viendo cómo en él se personificaba la regla de los metales: plata en la cabeza, oro en los dientes y plomo en las piernas.

El dictador, muy arropado por los regiomontanos de hace 120 años agitaba brazos y manos. Aún se le apreciaba fuerza, no tanto al hablar o alzar la voz. Reyes arenga a la masa ahí reunida: “Pueblo de Monterrey, hagamos votos por que el ilustre presidente de la república vuelva a honrarnos como hoy con su visita, viva el señor general don Porfirio Díaz, dejándose oír en respuesta “el viva” de miles de voces.

El presidente Díaz, héroe de mil batallas

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