REFLEXIONES 2021
Por Mtra. Emilia Vela González
A propósito de ser racional y tener razón
Hace algunos años, recibí de una querida amiga un obsequio que aún conservo; se trata de un portalibros con la figura de Sancho Panza.
Esta mañana, al observarlo, evoqué la ambigüedad de sentimientos que experimenté al recibirlo. Este personaje regordete representa la antítesis de su amo el idealista Quijote de la Mancha, y es más frecuente encontrar imágenes de este último en tiendas de regalos que del primero.
Cuando cursé la carrera de Derecho, el autor de los libros de texto: Garantías Individuales y Juicio de Amparo, lo era Ignacio Burgoa Orihuela. Ya concluida la carrera, formé parte de un Colegio de Abogados, donde tuve oportunidad de escuchar a tan distinguido jurista dictar conferencias en distintas ocasiones. La verdad yo me sentía impactada por su presencia, voz y sabiduría.
Don Ignacio Burgoa se reconocía como Hispanófilo, y era frecuente que en sus intervenciones se refiriera al Quijote, alabara su idealismo y lo contrastara con el pragmatismo de Sancho Panza.
La primera vez que acudí a un Congreso de abogados en otra ciudad, fue en Guadalajara, el cual dio inicio con una conferencia magistral a cargo de Burgoa; ocasión en la que también aludió a los personajes mencionados.
Sin embargo, hubo un abogado joven que rebatió sus argumentos, y exaltó la figura de Sancho como fiel escudero, se refirió a su sentido práctico, su sabiduría popular, realista, y que ante lo irracional de su amo el Quijote, era el personaje racional.
Cuando se habla de una persona racional, suelen referirse a alguien que habla y piensa conforme a la razón. Corrientes filosóficas que permearon en Europa en los siglos XVII y XVIII y que a la postre habrían de influir en los encargados de redactar la Constitución en México en 1857, como el Liberalismo y Liberalismo ilustrado.
Estos objetaban el derecho divino de los reyes, aseguraban que todos los hombres eran iguales en cuanto a derechos y dignidad, pero en realidad era excluyente, no incluían a las mujeres, a ellas las relacionaban con la naturaleza y el ámbito privado. En tanto los hombres se reservaban la razón y el ámbito público, estereotipos que lograron carta de naturalización y se han resistido a desaparecer.
Cuando tenía 26 años, tras de permanecer once en Monterrey, me regresé a vivir de manera definitiva a Reynosa. Tuve una despedida en una bonita casa. Un hombre que conocía y que no era precisamente mi amigo, me hizo una curiosa propuesta. Primeramente, me dice que a mi edad ya debía ser racional, habló de casarnos, de que sus padres nos podrían dar una casa igual o mejor que en la que estábamos; que los niños saldrían más o menos, y que él no se tendría que avergonzar de mí, porqué sabía expresar, y demás cosas por el estilo. Pero resultó que no fui racional.
Siendo Juez Familiar, solía llevar a cabo la primera de las llamadas Juntas de Conciliación entre parejas que pretendían el divorcio voluntario, y con frecuencia me sucedía que lo escuchaba a él, y pensaba tiene razón, la escuchaba a ella y sentía que también tenía razón.
Lo cierto, y válgame la aparente contradicción, es que dudo de mi propia racionalidad y de mis razones, cuando escucho a personas a quien reconozco inteligencia, ver cualidades donde yo no aprecio ninguna o de juzgar excelencia donde yo advierto mediocridad. Así que la razón no siempre es obvia y si tiene mucho de subjetivo.
Bendecido Domingo.
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