REFLEXIONES 2022
Por Mtra. Emilia vela González
Acerca de ser mujer II – cambios
Es un honor estar rodeado de tan bellas damitas- dijo el moderador de una mesa opinión en la que participaba. Instintivamente la mirada de la joven profesional que se encontraba a su lado buscó la mía, su expresión por demás elocuente manifestaba sin palabras su desaprobación. En lo que a mi concierne, atendiendo a mi edad, esa frase dicha en otra época pudo haberme resultado halagadora, pero en la actualidad y en un contexto académico, ya no lo era. Algo había cambiado.
Cierta ocasión que me tocó formar parte un grupo de reflexión sobre violencia contra la mujer, escuché a una madre compartir la dolorosa experiencia de perder a su joven hija, a quien el novio había asesinado después de una relación abusiva, y su impotencia se acentuaba ante una justicia que no llegaba. Traté simplemente de imaginar cómo hubiera reaccionado si me hubiese tocado vivir una experiencia semejante, ponerme en sus zapatos y caminar con ellos. Entonces las voces de las feministas radicales ya no me parecieron tan altas. Algo había cambiado.
Ha pasado el tiempo, pero aún recuerdo haber tenido en mis brazos a un bebé, que, rescatado de un entorno doméstico violento, se encontraba una casa hogar. En su cuerpo había huellas de golpes y la fragilidad de su cuerpecito mostraba una severa desnutrición, aparentaba tener pocos meses, no obstante, ya pasar de un año de edad. Y no olvido aquella jovencita que con dieciséis años ya tenía dos hijos producto del abuso sistemático de quien había sido pareja de su madre, unos veinticinco años mayor que ella. Entonces en un ejercicio de ponderación, la interrupción del embarazo me pareció un mal menor a traer al mundo hijos no deseados y abusados o la destrucción de una vida que apenas inicia. Algo había cambiado.
“Que la mujer, cuyas principales dotes sexuales son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura, debe dar y dará al marido, obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo, el uno y el otro se deben y tendrán respeto, deferencia, fidelidad, confianza y ternura, y ambos procurarán que lo que el uno se esperaba del otro al unirse con él, no vaya a desmentirse con la unión” En algún tiempo, me emocionaba escuchar en una boda la epístola de Melchor Ocampo, de la cual he transcrito un fragmento, no sé en qué momento empecé a cuestionarla, así como también los votos matrimoniales en la iglesia que señalaban como la obligación de la esposa la sumisión y la obediencia. Algo había cambiado.
Al igual que la mayoría de las mujeres de distintas generaciones, durante mi niñez recibí de obsequio o albergaba el deseo de tener muñecas y juegos de té para jugar. Pasarían muchos años antes que la observación, lectura y reflexión, me permitieran deducir que, con tales juegos inocentes, van reforzando en nuestro inconsciente las funciones que se esperan de la mujer en el futuro, el cuidado del hogar. Lo niños al recibir carritos, camiones, artículos deportivos van teniendo una formación que los va preparando para el mundo exterior. Para ellos el ámbito público para ellas el privado. Al comprender que los roles de género en la mayoría de los casos son producto de una construcción social, supe que: Algo había cambiado.
Observo el mundo actual, y tengo que reconocer que los cambios han sucedido tan rápidamente que se me dificulta seguir su ritmo. Por necesidad o convicción he tratado en lo posible de adaptarme a una nueva realidad, estoy consciente que muchas de las reglas o normas con las que fui educada ya no tienen cabida. Conservo mi fe en Dios, pero cuestiono algunos dogmas de la iglesia. Aunque procuro conservar la esencia con la que me formaron, comprendo que la vida no es blanco y negro. Vivimos y convivimos en una escala de grises.
Bendecido domingo.
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