OPINIÓN PÚBLICA
Por Felipe Martínez Chávez
Es peligroso jugar con “el tigre”
VICTORIA, Tamaulipas | Los rencores aumentan. La ciudadanía está herida e irritada, arrepentida de creer en un partido que se presentaba como “humanista y generoso”.
Engañaron. Trepados en el poder cometieron perversidades inimaginables que hacen pensar que, en las próximas décadas, las siglas y el color celeste apestarán por los rincones de la Costa del Seno Mexicano.
Fue –es- mucha la ambición. No se acabaron a Tamaulipas porque es muy grande. Compraron conciencias y la dignidad de algunos diputados guindas, pero son más los que siguen con la frente en alto.
El panismo –y Francisco Javier en lo particular- pasarán la historia como el peor gobierno que ha tenido esta tierra en toda su historia. Navegaron en la corrupción, sin obra pública y dejando tras de sí una deuda pública jamás vista (directa y por asociación con la iniciativa privada). Abusaron del poder para enriquecerse.
Ya no se discute el título de peor, se lo ganaron a pulso. Ahora se empeñan en alcanzar el histórico como represores de la ciudadanía.
La presencia de un centenar de policías estatales fuertemente armados en las inmediaciones del Palacio Legislativo, para no dejar entrar al pueblo a las sesiones, es una decisión riesgosa. En cualquier momento puede darse un zafarrancho que tiña de sangre la salida de Francisco Javier, de por sí manchado ya con las muertes provocadas por policías especiales. Cualquier “chispa” puede encender la mecha.
Ya es un violento sexenio. Les falta ensangrentarlo con más inocentes. Cualquier incidente en el Congreso puede desencadenar hechos violentos que nunca olvidará la historia. Es peligroso jugar con “el tigre”.
Así se recuerda a la administración de Luis Echeverría, como represor de estudiantes. La de Díaz Ordaz por la matazón del 68´, pese que hicieron grandes obras.
Los ciudadanos ya les dijeron que no hicieron un buen gobierno estatal como para darle continuidad. Lo demostraron en las urnas el cinco de junio pese las marrullerías para robar la elección.
La voluntad fue muy clara, pero, en lugar de escuchar la vox populi, se aventuran en afianzar y prolongar el poder más allá de lo que marca la Ley.
Tal parece que es lo que buscan, que la historia los registre por lo negativo. Tuvieron tiempo de asear la imagen, darse “baños de pueblo” pero sigue cerrado al diálogo con las corrientes políticas disidentes.
El sexenio panista cabecista será recordado como el más corrupto ¿de qué otra manera?
Desde que llegaron en el 2016 a Palacio buscaron darle continuidad familiar. El hermano Ismael fue enviado como senador, le dio facilidades para promoverse (El Cabezamóvil), pensando que el pueblo lo aclamaría. Abortaron el proyecto luego del escándalo que llevó al desafuero y las órdenes de aprehensión.
Los grupos cercanos al poder veían dos “gobernadorcitos” –los hermanos- que también giraban instrucciones, partían y repartían el pastel como si fuera una empresa privada.
Agraviaron a Tamaulipas, lo siguen agraviando. Ya solo falta que, el día de la transición, no acudan a entregar el mando como lo ordena la Ley, los restos que dejaron.
Se habla que en la sede del gobierno no quedará documentación alguna, huella de nada, como si el sexenio hubiera pasado de noche. Todo se irá a la basura, desde los discos duros de las computadoras.
Sale sobrando decir que no dejarán quinto en la Tesorería Estatal (Finanzas). Si queda una morralla es porque no la vieron.
En los siguientes días, antes del 30 de junio, cuando termina el periodo ordinario de sesiones, la 65 legislatura al Congreso aprobará las cuentas públicas del ejecutivo, alcaldes consentidos y organismos descentralizados.
Insisten los panistas en “blindarse” para lo que sigue, dejar como mirones a los funcionarios del nuevo gobierno.
Ya legislaron para concursar obras, contratar servicios y hacer compras “a futuro”, por lo menos diez años adelantados para beneficiar a sus amigos y empresas.
Ordenaron que la Policía Estatal brinde protección policiaca “de por vida” a la familia celeste, descendientes y ascendientes, padres, hijos, primos, la parentela toda.
Por medio del Congreso, acordaron agenciarse los terrenos mostrencos, o en apariencia sin dueño. Solo falta asignarse la “pensión vitalicia” con el sueldo de Gobernador.
Metieron al bote a inocentes, uno de ellos el recordado ex Gobernador Eugenio Hernández Flores, cuya familia y amigos fueron factor de decisión en las elecciones del cinco de junio.
No fue un buen sexenio. Les ganaron las ambiciones vulgares y tratan de proteger su retirada, como se dice, orquestando incondicionales desde el Congreso, la fiscalía general, y la Auditoría Superior.
Y comenzó el reparto de lo último que queda del botín, las notarías. La última se concedió a Horacio Ortiz Ornelas, de Reynosa para variar ¿hijo de quién? Le atinó usted.
Hicieron un “concurso” de aspirantes para ocupar el fíat número 100, que casualmente ganó el hijo del titular del Poder Judicial.
Ya le dieron a otra panista de corazón, Hilda Margarita Gómez Gómez y a varios amigos y amigas. Es la última parte del botín.
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