Es autor del best seller La hoguera de las vanidades. En los años 60 y 70 consolidó el nuevo periodismo, consistente en insertar en los hechos «detalles de categoría social»
Nueva York (Agencias).-El periodista y escritor Tom Wolfe , autor del gran best seller La hoguera de las vanidades, murió este lunes en Manhattan (EEUU) a los 88 años, según ha informado el New York Times. La muerte del considerado padre del nuevo periodismoha sido confirmada por su agente, Lynn Nesbit, quien ha señalado al diario que había ingresado en un hospital de la ciudad por una infección.
Tom Wolfe siempre fue un escritor de éxito y un gran escritor, lo que no todas las veces va unido. Wolfe saltó a la fama como periodista, allá por los años 60 y 70, cuando creó una nueva corriente que se llamó nuevo periodismo: Wolfe elaboró unos reportajes sobre cuestiones de actualidad que parecían novelas, novelas escritas en primera persona: el periodista intervenía en la acción que relataba, algo insólito en la época.
Nacido en 1930 en Richmond, (Virginia, Estados Unidos), Thomas Kennezly Wolfe Jr. soñaba con ser escritor ya desde pequeño. Estudió Literatura Inglesa en Washington y, más tarde, en 1957, se doctoró en Filosofía.
Trabajó primero en el diario Springfield Union de Massachusetts, y en 1962 como reportero todo terreno para el Esquire, The New York Herald Tribune y Washington Post, si bien su tentativa de ensayo de nuevos formatos de periodismo le llevó a pilotar una actitud experimental en el suplemento del New York Herald Tribune.
Nuevo periodismo
Fue en este tabloide precisamente donde se fraguaron las directrices de ese nuevo periodismo, con apoyo del director del diario, Clay Felker, quien pedía a sus reporteros que «fueran más allá del periodismo objetivo».
Este nuevo estilo, que se consolidó en EEUU a partir de 1973, consistía en relatar los hechos escena a escena en lugar de la narración histórica, insertando diálogos auténticos y «detalles de categoría social», tales como descripciones sobre comportamientos o formas de hablar o vestir.
Era una época en la que Wolfe acostumbraba comentar que «hasta los 32 años no escribí nada más largo de 1.000 palabras» y «gracias a una larga huelga de periódicos en Nueva York que me obligaba a escribir por mi cuenta».
En esos mismo años sesenta había sido enviado por el Esquire al sur de California para escribir sobre jóvenes que dedicaban su vida a trucar y conducir coches de carreras. Al cabo de dos semanas de gastos y sin fruto visible, el Esquire pidió a Wolfe que se limitara a pasar sus notas mecanografiadas para que otro redactor las diera forma, ante lo cual la revista publicó con una nueva cabecera las mismas expresiones coloquiales, diálogos fragmentarios y anotaciones. «Consistía», según él mismo, en ser absolutamente verídico y al mismo tiempo, tener la «cualidad absorbente de la ficción’.
Entre sus múltiples publicaciones de no ficción destacan títulos como El buen género, donde relata la personalidad humana de un astronauta con motivo del primer viaje a la Luna. Otras obras suyas son La banda de la casa de la bomba, La palabra pintada – en la que ironiza acerca del mundo actual del arte -, La gran caza del tiburón, El Nuevo Periodismo, El coqueto aerodinámico rocanrol color caramelo de ron, En nuestro tiempo, Los años del desmadre o Elegidos para la gloria. Con Las décadas púrpuras (1985) definió los años ochenta como la expresión de las ambiciones, frente a los narcisistas años setenta calificados como «la década del yo».
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