Victoria y Anexas
Por Ambrocio López Gutiérrez
LA GUADALUPANA DEL CHORRITO
El Chorrito o también conocido como ¨El Chorro¨, es un santuario religioso localizado en el estado mexicano de Tamaulipas. Es el santuario católico más visitado del noreste de México y del Sur de Texas donde se venera a la Virgen del Chorrito, bautizada así por la cascada cercana creada por las aguas provenientes del manantial de esa comunidad. El sitio de culto está ubicado en las faldas de la Sierra Madre Oriental en el municipio de Hidalgo, Tamaulipas. Está localizado a aproximadamente 100 kilómetros al norte de Ciudad Victoria, la capital del estado. Se llega partiendo desde el pueblo de Hidalgo y tomando una carretera de 25 kilómetros, la cual termina llegando al santuario.
En el siglo XVIII, la religión católica fue incrustada a la región a causa de los dominios del Nuevo Santander. Domingo de Unzaga e Ibarrola, fundador de Santo Domingo de Hoyos (actualmente Hidalgo), se hizo dueño de la Hacienda de San José de la Mesa, territorio en el cual existía también La Mesa de El Chorrito con la imagen de la Virgen de Guadalupe. A finales del siglo XIX, la Hacienda pasó a manos del expresidente General Manuel González. Para facilitar el acceso a la Virgen, los jefes de la Mesa nombraron a un habitante del Chorrito (mejor conocido como «esclavo») como encargado de la cueva, e hicieron construir un jacalón con techo de palma a la entrada de la gruta y una escalera de madera.
Según Yesly Karely Urbina Méndez, estudiante de Sociología en la UAT, en 1935, el gobierno ordenó la expropiación de las tierras de la Hacienda de San José de la Mesa, para construir ejidos. En 1937, la cueva pasó a manos del ejido y en 1939, a la autoridad eclesiástica. En 1939, el Obispo Serafín María Armora nombró al Padre Felícito Cisneros primer ministro fijo de la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe de «El Chorrito». Cuenta la historia de este poblado que por miles de años y gota a gota se fue esculpiendo sobre la roca la imagen de una virgen semejante a la imagen de la guadalupana, conocida como la Virgen de la Gota de Agua. En 1939, después de enterarse de la imagen, las autoridades eclesiásticas mandaron esculpir, sobre una de las estalactitas de la gruta, la imagen actual de la Guadalupana, ahí donde se encontraba la Virgen de la Gota de Agua.
Actualmente, existe también una imagen de la Virgen de Guadalupe a las orillas de la cascada del Chorrito y aunque esta imagen no es venerada, algunos fieles acostumbran a llevarle veladoras y ramos de flores como ofrendas. A continuación, se encuentra la lista de la mayoría de los sacerdotes que fueron nombrados Párrocos desde 1939. Algunos de sus nombres han sido perdidos a través de la historia. Felícito Cisneros (1934 – 1944), Francisco Martínez (1945 – 1947, 1953 – 1959), Rafael Echavarría (1947 – 1953), José Ascensión Saucedo (1957 – 1969), Francisco Javier Robles (1975 – 1980), David Martínez Reyna (1980 – 1988), Adolfo de león Tena (1988 – 1990), Baltazar Bedolla (1990 – 1994), Carlos Trueba Dávalos (1994 – 1999), Gerardo Guerrero Pachuca (1999).
El turismo es el principal medio de ingresos de la región ya que el santuario recibe anualmente miles de visitantes de diferentes estados de la República Mexicana, entre ellos: Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Veracruz, San Luis Potosí, Querétaro, el Distrito Federal, así como del estado de Texas. Entre sus atracciones además del aspecto religioso, se encuentra el nacimiento del manantial, la cueva de la virgen, la popular cascada del chorrito y la presa Pedro José Méndez. También hay opciones para el ecoturismo, tales como montar a caballo, ir de excursión por la sierra y un mirador donde se puede apreciar gran parte de las planicies de la región, también en las fechas más conmemorativas de El Chorrito, se presentan diversos cuadros de danza y matachines a bailar en honor a la Virgen.
EL SANTUARIO DE El Chorrito forma parte del gran “Acontecimiento Guadalupano” que ha sido para México y para toda América una perfecta evangelización, que inculturada (es un término que se usa, principalmente en la Iglesia Católica) y significa la armonización del Cristianismo con las culturas de los pueblos, en este caso a los indígenas, a todo México, a toda América y al mundo entero se nos presenta como Madre, “trasciende fronteras, culturas, pueblos, costumbres, llega hasta lo más profundo del ser humano, además toma en cuenta, nuestra participación, contexto histórico, con nuestros defectos y virtudes.
Acerca del vigente y creciente culto al acontecimiento guadalupano, un reporte de Ana Srimathi Rojo Martínez (alumna de Historia y Gestión del Patrimonio Cultural en la UAM de Ciencias, Educación y Humanidades), agrega que los indígenas estaban convencidos, por su mentalidad religiosa, que se cumpliría una de las profecías más importantes, esta profecía decía que un caudillo-dios, llamado “Quetzalcóatl” (“serpiente emplumada”), iba a regresar por el oriente, y este líder bueno tenia, extrañamente, las mismas características de los europeos: blanco y barbado, con extrañas naves que venían del oriente, así que los indígenas estaban convencidos de que eran testigos de la realización de esta profecía.
Hernán Cortes llegó con sus naves a las costas de Veracruz, en Yucatán, el 11 de abril de 1519, El 16 de agosto de 1519, empieza su expedición hacia México Tenochtitlan. Y finalmente, las alianzas de los españoles que hicieron con los pueblos enemigos de los aztecas, la mezcla de todo esto provocó la caída de Tenochtitlan. Poco a poco, se inició la tarea de evangelización por parte de los españoles. Se destruyó todo lo que tuviera que ver con las creencias de los aztecas, los templos fueron destruidos o quemados, así como las representaciones, estatuas de las divinidades aztecas.
Lo que nos queda más claro y sorprende, de este Acontecimiento Salvífico, son las manifestaciones de las conversiones de corazón, es el que movió a un verdadero arrepentimiento a todo ser humano, esos indígenas que practicaban el canibalismo, que tenían otros dioses, que hacían sacrificios humanos sacándoles el corazón, ellos, que, tan solo con ver la imagen de La Santísima Virgen María, se convirtieron y pidieron el bautismo, y ya con el tiempo y evangelización hasta los demás Sacramentos. La fe cristiana rápidamente asimilada por los indígenas se fortaleció cuando la Virgen de Guadalupe se apareció en el cerro del Tepeyac. Miles de personas fueron bautizadas, se construyeron iglesias.
Juan Diego presentó al obispo Fray Juan de Zumárraga la imagen de la Virgen María impresa en un ayate de tela burda, esto ocurrió en el año de 1531. «La tilma de la Virgen de Guadalupe es una obra de arte divina». El científico matemático Fernando Ojeda Llanes, tuvo la inquietud de investigar la imagen plasmada en la tilma y contrarrestar los cuestionamientos de quienes desestimaban la veracidad del acontecimiento guadalupano. En su quinto y más reciente libro (“Las constelaciones en la imagen de la Virgen de Guadalupe”) desvela una de sus conclusiones más impactantes. Las estrellas plasmadas junto a la imagen en la tilma se corresponden con “las constelaciones que estaban en el cielo el 12 de diciembre de 1531, a las 6:45 de la mañana, hora en que ocurrió el milagro de la impregnación”, indica Ojeda.
Otros hallazgos que descifró a través de las matemáticas comprobaron la relación que tiene la tilma de la Virgen con la geografía, astronomía, geometría, y hasta música. Además, están las estructuras o monumentos más importantes de México representadas con flores que hacen parte de la imagen. Se pudo comprobar la exactitud por medio de estudios matemáticos de correlación. La tilma de la Virgen de Guadalupe es una obra de arte divina.
Tal como ocurre con el ojo humano, que en la pupila refleja como un espejo las imágenes que tiene próximas (fenómeno Purjinke-Samson), en los ojos de la Virgen María plasmados en la tilma están retratadas trece imágenes. El científico peruano José Aste Tonsmann, experto de IBM en procesamiento digital de imágenes, quien durante 22años ha investigado la tilma, logró sirviéndose de programas informáticos, la identificación. “Hay un sirviente casi desnudo; un anciano (el obispo Fray Juan de Zumárraga); un joven (el traductor); un indígena con una tilma (Juan Diego) una mujer negra (una esclava); un español con barba; y, por último, una familia indígena con padre, madre, tres hijos y dos adultos más (abuelos, tíos)”.
La tilma es tela de fibra de Maguey. A casi 500 años del milagro, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe en ella plasmada sigue tan firme como el primer día.
Lo cual la ciencia no puede explicar esta incorruptibilidad. Elaboraron una pintura igual, hecha en 1789, esta imagen fue protegida con vidrio, sin embargo, ocho años después, esta copia tuvo que ser desechada, porque perdió los colores y las fibras se iban rompiendo; siendo que la imagen original ya había estado siendo expuesta por 116 años sin ningún tipo de protección, recibiendo todos los rayos infrarrojos y ultravioletas de decenas de miles de velas que estaban cerca de ella; y estaba expuesta a la humedad y el aire salino que rodea al templo.
LA IMAGEN DE Nuestra Señora de Guadalupe es una maravillosa síntesis cultural. Una obra maestra que presentó la nueva fe de manera tal que pudo ser entendida y aceptada por los indios mexicanos. Resulta imposible describir toda la rica y complicada simbología que contiene este códice, porque cada detalle de color y forma tienen mensajes teológicos. El rostro impreso en el ayate es el de una joven mestiza; una anticipación, pues en aquel momento todavía no había mestizos de esa edad en México. María asume así el dolor de miles de niños, los primeros de una nueva raza, rechazados entonces por los indios como por los europeos.
La Virgen está de pie y su rostro se inclina delicadamente recordando un poco las tradiciones “Inmaculadas”. Esta inclinación significa su humildad y la reverencia que tiene hacia Dios. Lleva el cabello suelto, lo que entre los aztecas es señal de virginidad, pues es Virgen y Madre. Sus manos están juntas en señal de recogimiento, en profunda oración, la derecha es más blanca y estilizada, la izquierda es morena y más llena, que simbolizan la unión de dos razas distintas. El manto azul es la “Tilma de Turquesa” con que se revestían los grandes señores, e indica la nobleza y la importancia del portador. Los rayos del sol simbolizan la divinidad azteca, brillan más a la altura del vientre, donde lleva al Niño Jesús, circundan totalmente a la Guadalupana como para indicar que esta es su aurora, el mensaje es: Ella es la Madre de la luz, del Sol, del Niño Sol, del Dios verdadero.
La joven doncella mexicana está embarazada de pocos meses, así lo indican el lazo negro que ajusta su cintura. Se localiza arriba del vientre, cae en dos extremos trapezoidales que en el mundo náhuatl representaban el fin de un ciclo y el nacimiento de una nueva era. En la imagen simboliza que con Jesucristo se inicia una nueva era tanto para el viejo como para el nuevo mundo. La Virgen está de pie en medio de la luna, siendo que la palabra México en náhuatl significa “en el centro de la luna”. La flor de cuatro pétalos o Nahui Ollin es el símbolo principal en la imagen de la Virgen, es el máximo símbolo náhuatl y representa la presencia de Dios, el centro del espacio y tiempo, esta flor se ubica el en vientre de María.
El momento de la aparición de la imagen no podría haberse elegido mejor, pues en esa fecha se celebra el solsticio de invierno, con el que para los aztecas se anunciaba el nacimiento del nuevo sol, el regreso de la vida. El cometa Halley alcanzaba su cenit y se producía una conjunción entre el Sol y Venus, un fenómeno que solo se puede observar cada ocho años. Los aztecas interpretaban este fenómeno como el regreso de su dios creador, representado por Venus. En la imagen, la Virgen María manifiesta su supremacía sobre la deidad solar al tapar al sol naciente, cuyos rayos rodean como un resplandor.
Para completar este texto con elementos de Historia y Sociología de la Cultura, mencionaré parte del ensayo realizado por Luis Diego Vélez Manzano (futuro sociólogo por la UAT), quien explica: Una diócesis es de suma importancia para todo pueblo católico, esta debe estar bajo el mandato de un obispo o un arzobispo, según la Real Academia Española (RAE) una diócesis es un “distrito o territorio en que tiene jurisdicción un obispo”. En el estado de Tamaulipas hay cuatro diócesis, la de Nuevo Laredo, Matamoros, Victoria y la de Tampico. La diócesis de Victoria está a cargo del obispo Antonio González Sánchez quien lleva en el cargo desde el 14 de diciembre de 1995, fecha en la cual recibe la ordenación Episcopal. Las parroquias más emblemáticas son la Catedral del Sagrado Corazón de Jesús, la basílica de nuestra señora del Refugio, estas dos ubicadas en la zona centro de victoria, y dos santuarios que llevan el nombre de nuestra señora de Guadalupe uno en Ciudad Victoria y el otro en el municipio de hidalgo.
LA DIOCESIS DE Ciudad Victoria fue erigida por el Papa Paulo VI mediante la bula «Cum Sit Ecclesia» (Cuando se deja la iglesia), fechada el 21 de diciembre de 1964, e iniciada el 27 de mayo de 1965 con la toma de posesión de su primer Obispo. Comprende veinte municipios de Tamaulipas y tiene parroquias en los municipios de: Victoria con 17 parroquias, 3 en Hidalgo y con una parroquia en los municipios de Villagrán, Jaumave, Villa de casas, Jiménez, Padilla, Estación Zaragoza, Soto la marina, Palmillas, Burgos, Güemes, Abasolo, Llera, San Carlos, Bustamante, Nuevo Padilla, Miquihuana, e Hidalgo. Limita al norte con la Diócesis de Matamoros, al sur con la Diócesis de Tampico, al noroeste con la Diócesis de Linares, al suroeste con la Diócesis de Matehuala y al oriente con el Golfo de México. Tiene una extensión de 38 mil kilómetros cuadrados; una población aproximada de 480 mil habitantes, de los cuales el 80% son católicos cifras estimadas en el año 2007.
Cuenta con 62 sacerdotes, de los cuales 14 pertenecen a dos órdenes religiosas: agustinos y franciscanos. El Seminario Diocesano tiene 29 seminaristas distribuidos en las distintas áreas y centros de formación. Cuenta además con nueve escuelas católicas; las principales son las escuelas de la SALLE y el colegio Antonio Repiso y cuatro instituciones de beneficencia. El Papa Paulo VI nombró primer obispo de la diócesis a José de Jesús Tirado y Pedraza, quien tomó posesión de su cargo el 27 de mayo de 1965. Desempeñó este ministerio hasta el 12 de febrero de 1974, fecha en que el mismo Paulo VI lo nombró obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Monterrey. José de Jesús Tirado y Pedraza recibió la Diócesis con 14 sacerdotes y 16 parroquias. Por eso invitó a colaborar en la pastoral a sacerdotes de Morelia, así también a algunas Órdenes Religiosas tales como Agustinos, Franciscanos y Mercedarios (estos últimos ya se han retirado).
El segundo Obispo, Alfonso Hinojosa Berrones, fue elegido también por el Papa Paulo VI, el 12 de febrero de 1974 y una vez consagrado, tomó posesión canónica de la Diócesis el 5 de abril del mismo año. Ejerció este oficio por espacio de 11 años hasta que el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Monterrey el 15 de abril de 1985. Don Alfonso Hinojosa Berrones se volvió a enfrentar al problema de la falta de clero, pues la mayoría de los sacerdotes llegados de Morelia en tiempo del Obispo Tirado, regresaron a su tierra. Así que se empeñó en la formación de clero propio, y erigió el Seminario Menor. Creó algunas parroquias y trajo a la Diócesis a las Madres Adoratrices.
El 29 de noviembre de 1985, el Papa Juan Pablo II nombró tercer Obispo de esta Diócesis a Fray Raymundo López Mateos. Fue consagrado y tomó posesión canónica el 29 de enero de 1986. Este ministerio lo realizó hasta el 3 de noviembre de 1994, fecha en que el mismo Papa aceptó su renuncia como Obispo de la Diócesis de Ciudad Victoria. Promovió la catequesis, erigió nuevas parroquias, llamó a trabajar a la Diócesis a buen número de comunidades religiosas, celebró los 25 años de la Diócesis y promovió la adquisición del terreno del Seminario en la periferia del poniente de la ciudad. El mismo 3 de noviembre, el Papa Juan Pablo II eligió al arzobispo de Monterrey, Adolfo Antonio Suárez Rivera, como Administrador Apostólico de la Diócesis de Ciudad Victoria, con facultades de Obispo diocesano, en espera del nombramiento de un Obispo residencial.
Con la ayuda de sus dos obispos auxiliares, José Lizares Estrada y Alfonso Hinojosa Berrones, a quienes nombró Vicarios Generales, ayudó en gran medida a preparar el ambiente para recibir a nuestro siguiente Obispo. Y el 3 de noviembre de 1995, el Papa Juan Pablo II nombró a nuestro actual Obispo Antonio González Sánchez, como Cuarto Obispo de Ciudad Victoria. Recibió la ordenación y tomó posesión canónica de la Diócesis el 14 de diciembre de 1995. Los autores de los reportes cuyo resumen presento en la esta colaboración periodística, cursaban las asignaturas de Desarrollo de Habilidades para Aprender (primer período de la Licenciatura en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural) y Sociología de la Interculturalidad (segundo período de la Licenciatura en Sociología). Utilizaron diversas fuentes, entre estas destacan: sudariumchristi.com, portaluz.org, basilica.mx, monografias.com y diocesisdevictoria.org).
Correo: amlogtz@gmail.com
Comment here