Por Homero Hinojosa
Operación Cayena
Sigilosas, aunque difícil de pasar desapercibidas, las cuatro camionetas portando sellos diplomáticos arribaron desde temprana hora del miércoles al Hotel Cayena de Caracas para emprender una misión especial, para ejecutar una tarea extraordinaria.
La encomienda de sus tripulantes, compuesto por personal bien entrenado de las embajadas de Estados Unidos y México, era muy específica y táctica: escoltar y trasladar vivos a Jorge Ramos y a su equipo humano de Univisión hasta el Aeropuerto Internacional Maiquetía Simón Bolívar.
Un día antes el polémico periodista Ramos había echo enfurecer al presidente Nicolás Maduro en una entrevista en el Palacio de Miraflores. Al mostrarle un video de venezolanos comiendo desperdicios de un camión de basura y tratar de conocer su opinión al respecto, el mandatario de notable elevada estatura física se levantó de golpe, miró de manera fulminante a su interlocutor y dio por terminada la entrevista, saliendo apresuradamente del salón.
Pero ese incidente solo marcaría el comienzo de un tormentoso episodio que vivirían en las siguientes horas los periodistas de Univisión, todavía sorprendidos por la actitud de Maduro (nada “madura”). Con violencia fueron decomisados equipos y teléfonos celulares, retenidos todos los periodistas y productores por unas horas y finalmente trasladados al Hotel Cayena que se convertiría en un refugio temporal.
Durante las siguientes horas de la tarde y de la noche las embajadas de Estados Unidos y México empezaron a moverse para decidir cómo proceder ante esta delicada pero real situación diplomática. Mensajes y llamadas fueron y vinieron entre Washington, México y Caracas.
Ya no podía mantenerse la neutralidad prometida semanas atrás. México finalmente tendría que intervenir en asuntos espinosos de Venezuela porque un mexicano, Jorge Ramos, estaba retenido con su equipo. Lo mismo haría la embajada de Estados Unidos, considerando que Ramos es ciudadano norteamericano. Había que actuar con buena logística y pronto.
El Secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo Ebrard, fue quien empezó a movilizar la estrategia mediática a través de su cuenta de Twitter.
“El Gobierno de México ha manifestado al de la República Bolivariana de Venezuela su preocupación y protesta por lo ocurrido en el Palacio de Miraflores a Jorge Ramos y a su equipo”, escribió Ebrard.
Para entonces agentes secretos del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebini) ya tenían controlado los accesos y el interior del Hotel Cayena, según reporteros que cubrían el penoso caso. Cada movimiento, cada acceso y salida de personas, era minuciosamente monitoreado.
Los agentes discretamente observaron durante la mañana del miércoles cómo Ramos y su gente eran “rescatados” por los norteamericanos y mexicanos y llevados con prisa al aeropuerto en donde un avión de American Airlines los sacaría de Venezuela al mediodía y los trasladaría a Miami.
“Quiero agradecer a la Cancillería Mexicana y a la embajada de México en Caracas. Estuvieron presentes durante horas, incansables, hasta que nos subimos al avión”, escribió Ramos en su cuenta de Twitter.
Ya más tarde, en el noticiero de Univisión, el periodista compartiría con millones de televidentes su odisea y la de su equipo, mostrando detalles de lo ocurrido. Todo quedó en un susto, una mala experiencia y un fallido intento de lograr la entrevista del año para Univisión.
Lo sucedido en Caracas viene a multiplicar el rechazo mundial contra un dictador que se niega reconocer los problemas severos de calidad de vida que viven los venezolanos, una situación avivada además por el bloqueo y la quema de ayuda humanitaria que buscaba ser canalizada vía la frontera con Colombia.
Quizá Ramos y su equipo no lograron la entrevista tan deseada. Pero con la crónica vivida por los periodistas de Univisión lograron revelar a fondo y de manera cruda lo que ocurre en Venezuela.
Lo sufrido y narrado por ellos expone ante el mundo entero a un gobierno que utiliza el miedo, la violencia y hasta las balas para seguir cometiendo atropellos e injusticias, se trate de quien se trate. Y en todo esto, México debería tener una postura más firme.
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