La Talacha
Por Francisco Cuéllar Cardona
Tiempos de paciencia y prudencia
Faltan diez días para que la administración de Andrés Manuel López Obrador cumpla en el poder seis meses. Tiempo suficiente, dicen los críticos, para que el gobierno de la Cuarta Transformación de certidumbre y rumbo a este país que sigue caminando al garete.
Al interior del gobierno federal, solo hay optimismo y hasta presumen tres de sus grandes logros:
1.- Que la mayoría de los pobres están recibiendo los programas sociales que antes tardaban en llegar, y cuando llegaban, lo hacían a medias; es decir, los beneficios se quedaban en el camino, o en manos de unos cuantos vivales. Hasta ahora, más de 900 mil jubilados y pensionados han recibido del gobierno federal el doble de sus percepciones. Más de 600 mil jóvenes que se han inscrito en el programa «emprendedores con futuro», ya recibieron 3 mil 600 pesos cada uno, y poco más de 400 mil becas, ya fueron entregadas a jóvenes de preparatoria y bachillerato.
Para antes de octubre, de este año, se estará cumpliendo en 80 por ciento de estos programas que Lopez Obrador prometió en campaña.
2.- El programa de austeridad ha sido implacable, aseguran, en seis meses se han ahorrado más de 60 mil millones de pesos que antes de diciembre del 2018, se perdían o iban a parar a los bolsillos de funcionarios que hoy ya no están en el gobierno. Una cantidad similar (60 mil millones) se lograron rescatar de Pemex gracias al combate al «huachicoleo»; hoy se pierden apenas 3 mil millones de pesos por ese mal.
3.- La corrupción, según el informe diario que recibe el presidente ha bajado en un 40 por ciento, lo que le ha permitido al país, ahorrar hasta 80 mil millones de pesos en menos de seis meses. Juran que hoy, el país, es 40 por ciento menos corrupto que hace seis meses.
La euforia del gobierno federal es tal, que no perciben la otra realidad, y que también está en cifras que contrastan con los números de la 4T. El desempleo, dicho por el INEGI y la Coparmex, creció al triple, en comparación a los últimos tres años anteriores. La inversión pública cayó en un 90 por ciento. Los gobierno estatales y municipales, están paralizados porque las dependencias de la federación, no tienen titulares, y la burocracia operativa; es decir, la que saca adelante la chamba, ha sido despedida y las estructuras federales son auténticas fantasmas que no caminan y tampoco producen.
Los superdelegados y superdelegadas federales, ya no quieren salir a dar la cara porque no tienen nada que declarar. No tienen recursos y las instrucciones que han recibido, son para adelgazar nóminas y cesar personal. Les da vergüenza declarar a los medios porque lo único que tienen son malas noticias. En Tamaulipas, José Ramón Gómez Leal, está anulado y bloqueado. Cuando se le busca para que informe sobre los cambios en las delegaciones, opta por guardar silencio y esconderse. Igual pasa con Judith Díaz, en Nuevo León. Su protagonismo político se acabó cuando empezó a ser señalada como la «mala de la película». Solo era portadora de malas noticias. Ahora se le conoce como aquel personaje del comediante Héctor Suarez, «El No hay». Así le dicen a Judith Diaz, «La No hay».
La violencia sigue a todo galope en el país y la Guardia Nacional, que ya empezó a operar en algunas zonas del país, no puede meter en cintura a los grupos criminales que siguen imponiendo su ley en el territorio nacional.
Hay en el país, dos visiones: la eufórica del gobierno federal, que aseguran y juran que van muy bien, y la otra, la de los números fríos que revelan que este país, con estas acciones, va ahora sí, realmente al «despeñadero».
Son apenas seis meses de gobierno y pareciera que las pugnas en lugar de acabar, se acrecientan. Lo más riesgoso de todo es que desde las dos ópticas, el país camina al garete, en medio de la terquedad y la intolerancia.
El país no puede seguir así. Hace falta una dosis de humildad a los que hoy gobiernan, pero también una buena dosis de paciencia o tolerancia a quienes quieren cambios inmediatos. Son tiempos de reconciliaciones y de alianzas verdaderas. Si no las entienden, entonces, lo vamos a lamentar más temprano que tarde.
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