Investigación

Gorostieta, General Regio que encabeza la guerra cristera

Acusado de ser mercenario por cobrar una gran mensualidad, el regiomontano Enrique Gorostieta Velarde sería el general ex huertista que da la batalla al gobierno de Portes Gil en la rebelión armada cristera, un movimiento que sería negociado por la iglesia en 1929, a la que califica de traición.

Por Luis Alvarado

“Nuestro movimiento (cristero) ha tomado tal fuerza y el gobierno (portesgilista) está tan de capa caída, que ya andan haciendo esfuerzos para localizar a las familias de los que andamos en el campo, a fin de ver si de esa manera logran reducirnos, ya que no lo pueden hacer por medio de las armas.”

De esta manera se expresaba el regiomontano y líder militar cristero general Enrique Gorostiera  Velarde en su última carta a su esposa Gertrudis “Tulita” Lasaga el 16 de mayo de 1929 desde el campamento El Triunfo, Jalisco.

Ignoraba que moriría emboscado por las tropas federales 17 días después con el fuerte rumor de la traición de los jerarcas católicos que deseaban a ultranza negociar con el gobierno de Emilio Portes Gil para no perder los privilegios que el gobierno de Plutarco Elías Calles les había empezado a quitar desde 1926, al expropiar bienes y limitar la libertad de culto.

Manifestación popular contra el gobierno

Ese conflicto bélico constituyó una rebelión ideológica armada popular originada en la intolerancia religiosa del gobierno callista que a lo largo de tres años provocaría la muerte de más de 200 mil personas, principalmente en el centro y occidente del país.

¿Quién fue Gorostieta?

Enrique Gorostieta  Velarde nace en Monterrey, Nuevo León el 18 de septiembre de 1890. Su padre fue el político y escritor Enrique Gorostieta González, enemigo de Bernardo Reyes y luego ministro de Justicia y Hacienda en el gabinete del presidente usurpador Victoriano Huerta.

Su madre, María Velarde Valdez.  Su abuelo, Nicolás Gorostieta, también fue militar que luchó como coronel contra la invasión francesa.

Cursa la primaria en el Colegio Hidalgo de Monterrey y en 1906 ingresa al Colegio Militar de Chapultepec, de donde egresa en mayo de 1911 como Teniente de Artillería y se incorpora al ejército para servir en los regímenes de Porfirio Díaz, de Francisco León de la Barra, de Francisco I. Madero y de Victoriano Huerta.

En abril de 1914 con el grado de Coronel participa en la defensa del Puerto de Veracruz y es uno de los generales más jóvenes del ejército federal huertista, pues su nombramiento como General de Brigada es entregado al mes siguiente.

Acompaña a su padre en el exilio en Texas para luego ubicarse en Cuba de 1918 a 1920. Regresa a México en 1921 y abre una fábrica de jabones y escobas para luego casarse en 1922 con Gertrudis Lazaga Sepúlveda, con quien procrea 4 hijos: Enrique, muerto a los ocho meses de edad;  Enrique, Fernando y Luz María, a quien sólo conocería en fotografía.

Albores de la Cristiada

Al asumir la presidencia en 1924, Plutarco Elías Calles promulga la Ley de Tolerancia de Cultos, basada en la Constitución de 1917, conocida como “Ley Calles”, con la que los sacerdotes estaban impedidos de vestir ensotanados en las calles y se suprimen las congregaciones religiosas y la enseñanza de religión en las escuelas.

La presión callista hace que la Iglesia suspenda el culto en los templos el 31 de julio de 1926, factor decisivo para que en diversas ciudades del país, sin una organización central, pobladores se levantaran en armas contra el gobierno mexicano con el marcado apoyo eclesiástico.

Recientes investigaciones en los archivos desclasificados del Vaticano revelan que el Papa Pío XI fue engañado por algunos obispos mexicanos para que apoyara en principio la suspensión de cultos como paso inicial implícito de respaldo a la postura intransigente de rebelión armada, algo que siempre evitó el prelado.

En México la rebelión armada no era bien vista por la mayoría de los obispos, pero la bandera del fanatismo fue sacada adelante por unos pocos que si sostuvieron su postura de enfrentamiento contra el gobierno y sus medidas anti religiosas.

Ante la nueva realidad, la Iglesia intenta reunir dos millones de firmas para proponer una reforma constitucional, la cual es rechazada. Le seguiría un boicot para no pagar impuestos, el no consumir productos comercializados por el gobierno incluidos combustibles, no comprar billetes de la Lotería.

La Iglesia Católica Mexicana

En respuesta a las presiones, los anticlericales promueven la fundación de la Iglesia Católica Mexicana como una medida para romper el vínculo con el Vaticano.

Poco fue el apoyo de los hacendados y ricos, pues el asunto de la fe involucra más a los pobres, quienes fácil de ser fanatizados eran manipulados por el clero, radicalizándose el movimiento en zonas de los estados de Guanajuato, Jalisco, Querétaro, Aguascalientes, Nayarit, Colima, Michoacán, San Luis Potosí, Zacatecas, en la Ciudad de México.

El acopio de armas inicia en enero de 1927 y las primeras guerrillas son compuestas por campesinos. El apoyo a los grupos armados fue creciendo, cada vez se unían más personas a las proclamas de ¡Viva Cristo Rey! y ¡Viva Santa María de Guadalupe! lanzadas por quienes fueron conocidos como los cristeros.

El epíteto de cristero es una expresión despectiva surgida del mismo gobierno, según el investigador Jean Mayer, aunque otras versiones señalan que son los mismos católicos quienes utilizaron el nombre primero para identificarse.

Combates

Icónica imagen del fusilamiento de un sacerdote

Uno de los primeros combates se da el 29 de agosto de 1926 en Huejuquilla el Alto,Jalisco, dirigidos por Pedro Quintanar en la que los alzados se proclaman vencedores con un grito que sería el lema oficial: ¡Viva Cristo Rey!

Las rebeliones armadas siguen en Nayarit, Zacatecas, Guanajuato y Michoacán por el año 1926, luego se suma casi la totalidad del centro del país. Es importante observar que el conflicto tuvo un carácter rural aunque la dirección de la Liga fue eminentemente urbana.

Los obispos mexicanos, con muy contadas excepciones se distanciaron del movimiento armado, desconocieron a la Liga Defensora de la Libertad Religiosa y trataron de negociar la paz con el gobierno de Calles con la mediación del gobierno de los Estados Unidos.

En la máxima expresión armada de la Cristiada se considera que la distribución por estados tuvo la siguiente lista: Michoacán, 12,000 combatientes; Jalisco,10,000; Guanajuato y Querétaro, 4,000; Zacatecas, 5,400; Nayarit y Sinaloa, 2,500; Colima, 2,000; Durango, 2,200.

Asimismo, Guerrero, 3,000 combatientes; Oaxaca, 1,500; México, Morelos y Distrito Federal, 1,000; Puebla, Tlaxcala y Veracruz, 1,000; Tehuantepec, 800, dando un total de 50 mil, sumando las partidas temporales de Coahuila, San Luis Potosí, Chihuahua, Tabasco, Chiapas y Veracruz.

Algunas de las batallas que sobresalen en la Guerra Cristera son la de Tepatitlán, Jalisco en marzo de 1929 en la que algunas versiones indican que los federales pierden 3,000 hombres y los religiosos 50, producto de una emboscada dirigida por Saturnino Cedillo.

Gorostieta asume en 1927

Enrique Gorostieta llega con los cristeros en julio de 1927 cuando es contratado por la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa para ser el General en Jefe de todos los grupos sublevados en el país a cambio de un sueldo de 3 mil pesos oro mensuales.

Tulita, la esposa del general

Este sueldo representaba el doble del sueldo de un general del ejército callista, además de un seguro de vida de 50 mil pesos oro que se pagarían a su familia en caso de su fallecimiento. Este factor le valdría el desprecio de la oficialidad y de no pocos religiosos, quienes tildaban a Enrique de Mercenario, interesado, masón y ateo.

Es hasta hace pocos años en que la nieta del regiomontano, Luz María Pérez Gorostieta ha dado a conocer cartas que el General escribió durante la guerra cristera a su esposa, que demuestran que sí era creyente y que tenía fe en el triunfo.

La experiencia militar y la audacia de Gorostieta más la organización y disciplina logran que los éxitos comenzaron a surgir para la causa de cristera al combatir personalmente en los estados de Jalisco, Michoacán, Colima y Zacatecas.

El 16 de mayo de 1929 el general escribe a su esposa Gertrudis en lo que sería la última carta:

“Hoy he escrito a la Sra. Recomendándole te ayude a fin de que estés perfectamente escondida y rogándole que nadie que no sea ella o Andrés tu hermano, sepan dónde te encuentras ni hablen contigo”. Tulita, como le llamaba, y sus hijos permanecerían ocultos en un sótano durante gran parte de la guerra y después de ésta para no ser víctimas de las persecuciones federales.

“Mantente animosa, fíjate que lo que yo ando haciendo es un deber sagrado y convéncete de ello al considerar los millones de gente que están rezando por mí y por mi causa (…)”, le dice.

Las versiones de su muerte

Finalmente el norteño muere en una emboscada en la Hacienda del Valle, en Atotonilco el Alto, Jalisco el 2 de Junio de 1929, 19 días antes de la firma de los denominados “arreglos” entre el gobierno callista y la jerarquía católica, convenios a los que se oponía acremente Gorostieta, calificándolos como de una traición a la fe popular.

El cuerpo de Enrique luego de la emboscada

Pero se lleva a cabo la firma de los acuerdos de paz entre el presidente Emilio Portes Gil y el arzobispo de Michoacán y delegado apostólico, Leopoldo Ruiz y Flores, y el obispo de Tabasco, Pascual Díaz Barreto.

Algunas versiones señalan que Enrique fue traicionado mediante una celada para que no impidiera dichas negociaciones, donde el gobierno logra infiltrar a un hombre al círculo de confianza de Gorostieta, un oficial que informó al Ejército Federal de la presencia del general en Atotonilco, donde es  asesinado.

El cuerpo del nuevoleonés acaba siendo exhibido en Atotonilco por soldados federales desmembrado así el ejército cristero sin oposición fuerte, lo que es usado por el gobierno para incumplir el convenio y seguir implacable con los fusilamientos de los ex rebeldes y sus familias.

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