MIRADA DE MUJER
Por Luz del Carmen Parra
El abandono emocional de los niños
Cuánta algarabía hay en una casa donde en sus pasillos corren niños y sus espacios están saturados con juegos, risas, llantos y berrinches que dan vida a los adultos y les marcan el ritmo de acción, con esa chispa que alegra y motiva, haciendo que se olvide como se quema el tiempo y se evapora como un sueño.
Allá por los primeros años de la década de los 70’s, cuando en el pueblito en que nací empezaban a difundirse los beneficios de la planificación familiar, una de las promotoras narró que en su visita preguntó a una señora, que cuantos hijos consideraba era el número ideal para formar una familia, y ella respondió que 8.
Sorprendida, preguntó si realmente así lo creía, porque en su opinión, eran muchos para tratar de satisfacer sus necesidades, tomando en cuenta que todos ellos requerían alimentación, salud, vestido, educación y sobre todo que cada uno urgía de la atención emocional, de la cercanía de su madre. Entonces, ¿cómo multiplicarse por 8, las 24 horas del día, especialmente si se tienen hijos de tan variadas edades? Convencida, o resignada no lo sé, dijo que la respuesta había sido totalmente lógica, porque “esos eran los hijos que tenía, y ya no había forma de devolverlos”.
Los tiempos han cambiado y en pleno siglo XXI, la maternidad ha dejado de ser una consecuencia natural de la relación de pareja, donde la mujer aceptaba sumisa la llegada de los hijos sin cuestionar. Hoy en día, en principio, las féminas pelean fuertemente su derecho a decidir sobre su cuerpo, y como resultado, a optar por tener o no descendencia, a qué edad y bajo qué circunstancias.
Muchas voces se levantan defendiendo la independencia y la realización personal de la mujer, muchas opiniones hacen eco de su deseo de superación, de su lucha por ocupar espacios importantes en distintas áreas del quehacer humano, donde la maternidad ya no es compatible.
Ahora la mayor parte de su tiempo lo absorbe el ámbito laboral, agota sus fuerzas físicas y pone en jaque su capacidad de respuesta a los contratiempos cotidianos que le exigen su concentración al máximo, dejando poca energía para la atención de los hijos.
Hace unas décadas la mujer era considerada el pilar fundamental de la familia. Sobre ella recaía la atención primaria de sus vástagos. No se consideraba un sacrificio pasar la mayor parte del día pendiente del cuidado de los pequeños, sobre todo en sus primeros años, cuando se les apoyaba en conocer su mundo y a desenvolverse con seguridad en él. Se disfrutaba, en lo posible, el tiempo que se compartía con ellos en medio de sus juegos y de las tareas cotidianas del hogar.
El interactuar con un niño y responderle, mirarlo a los ojos y acariciarlo, en una palabra, mantener contacto con sus sentidos, permite estimular sus conexiones neuronales que cimentan sus relaciones afectivas e intelectuales con su entorno, de lo que dependerá en gran medida el éxito en su posterior socialización.
Dicen los que saben, que son los padres y cuidadores más cercanos al bebé en sus primeros años de su vida, los que le aportan los elementos para su desarrollo cerebral, como enseñarle a hablar, jugar, leer, cantar y sobre todo el contacto emocional con el que aprende a amar y a sentirse amado.
También decía mi inolvidable maestra Leonor, que “la educación se mama, no se adquiere”. Que “la escuela instruye, pero que la familia forma los valores en el ser humano”. Así de importante es la labor de una madre (o de un padre) que dedica su tiempo y su amor al cuidado y formación de sus hijos.
En estos tiempos modernos, ¿quién suple la ausencia de la ternura, la paciencia, el amor parental tan indispensable en el desarrollo de la personalidad del niño? ¿Quién da voz a ese abandono emocional cada vez más presente en la infancia, cuando hemos llegado a escuchar voces femeninas que califican como una carga más en su día a día, el cuidado y atención de los niños?
Pareciera que las necesidades infantiles y las de las mujeres corren por dos carriles diferentes. La estimulación del niño con amor, juegos, comunicación, canciones y lecturas durante sus primeros años de vida no es tan sencilla como parece y tiene implicaciones muy importantes en el futuro equilibrio emocional del ser humano.
El ritmo acelerado a que se ven sometidas las parejas en su nuevo rol de padres los obliga a buscar alternativas para el buen cuidado de sus hijos, no lo podemos negar, pero habrá que intentar conciliar las necesidades de ambas partes para asegurar la salud mental de las futuras generaciones.
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