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Autoestima, una mirada al interior

MIRADA DE MUJER
Por Luz del Carmen Parra 
Autoestima, una mirada al interior 

Todas las mañanas al levantarnos, necesariamente paramos frente al espejo. Dura realidad, esa imagen que nos regresa una mirada que pretende desnudarnos, haciendo en ocasiones que salgamos huyendo de inmediato, sin apenas darnos cuenta de nuestro propio reflejo.  

Lejos del maquillaje que cubre las imperfecciones, nuestro rostro nos muestra a veces con dureza, la falta de alegría, la ausencia de emoción que debiera despertarnos con la invitación de agradecer la vida y todo lo que nos rodea. Apenas si tomamos conciencia de nosotros mismos, pareciera que arrastramos los pies, más que caminar. 

Hemos dejado atrás, sin apenas darnos cuenta, ese entusiasmo que hacía más ligero el empezar el día.  

¿Como recuperar esa ilusión que alimenta el alma y nos empuja a encontrar el lado positivo de las cosas, a seguir intentado a pesar de los contratiempos, a salir en busca de ese futuro que nos permita sentirnos seguros y capaces? 

¿Qué ha sucedido para que se esfumara la motivación que nos movía y que transformaba el tiempo en algo intangible y satisfactorio, que apenas percibíamos como se nos iba de las manos? Las razones son variadas y sin lugar a dudas, muy personales, pero de un tiempo a esta parte, se ha convertido en un fenómeno social que no distingue edades, ni género.  

Pareciera que nos ha invadido un vacío existencial donde hemos extraviado el rumbo de nuestras vidas. No sabemos a dónde mirar, y cada vez la incertidumbre del futuro se hace más evidente. Aquello que nos daba seguridad y confianza, se ha transformado justo en la causa de nuestra fragilidad haciéndonos sentir a la deriva. 

Cuántas pérdidas acumuladas, no solo la libertad para estar, ir y venir, sino la ausencia de la compañía que nos alimentaba cotidianamente; de las palabras que nos llenaban de energía y de los momentos de satisfacción ante las cosas alcanzadas, los pequeños o grandes logros; nuestro presente se ha transformado en algo sombrío y nuestra capacidad de adaptación y de respuesta rápida, se ve cuestionada. 

Lo cierto es que se nos ha vaciado la vida. Nos hemos desconectado de nosotros mismos. Vivimos en un estado de permanente alerta. Nos encontramos tan alejados de nuestra propia historia que han quedado olvidados nuestros éxitos, los momentos que llenaron de júbilo nuestros días. Se han esfumado de nuestra memoria, los logros que con esfuerzo fuimos obteniendo, formando así una imagen satisfactoria de nosotros mismos. 

Han sido tan repetitivos los traspiés últimamente, que nos obligan a permanecer en este aquí y ahora que nos ahoga con esa sensación de desamparo, con el descubrimiento de nuestra propia temporalidad. 

Este largo distanciamiento de lo que daba sentido a nuestra vida, nos ha obligado a un tiempo de reflexión al que no estábamos acostumbrados y lejos de llevarnos al reencuentro con nosotros mismos, evitamos la confrontación con nuestros propios sentimientos. 

Nos resulta difícil reconocer nuestros miedos, nuestras limitaciones. Vivir en el filo de la navaja, como si estuviéramos jugando a la ruleta rusa, no ha sido fácil, tanto que nos ha disociado de todo lo que fortalecía nuestra capacidad de tomar decisiones ante los grandes retos que habíamos enfrentado. 

Nos encontramos desarmados. Pareciera que lo aprendido en estos momentos no funciona. Todo nos rebasa. Todo nos cuestiona. ¿Tiempo de renovarnos? ¿Momentos de reinventarnos? 

Creo que es fundamental recuperar nuestra historia. Traer a nuestra memoria quienes somos. Recuperar nuestras fortalezas, esas que nos hicieron saltar uno a uno los obstáculos que se fueron presentando, sin apenas darnos cuenta.  

Es ahí, donde encontraremos las cenizas que nos harán resurgir, con ánimos de superar todo lo inimaginable hasta ahora: terremotos, huracanes, pandemia, inundaciones, guerras y más. La historia del ser humano nos dice que somos más fuertes que todo lo que sucede.  

Cuántas cosas hemos sido capaces de superar. Cómo nos hemos encontrado con situaciones que creíamos imposibles de resolver y lo hemos logrado. Nadie nos ha ayudado. Hemos tenido la imaginación y la creatividad para intentarlo con nuestra propia iniciativa. Tuvimos la suficiente inteligencia y la fortaleza de carácter para hacerlo. 

Está dentro de nosotros mismos. Llegamos hasta aquí y ahora, recorriendo un camino de constante aprendizaje, resolviendo solos nuestro propio destino. 

Cada día se nos ofertan nuevas formas para enfrentarnos a lo que hoy estamos viviendo. Recomendaciones van y vienen. Todos opinan. Estamos saturados de información. Hay mucho ruido a nuestro alrededor que nos impide volver la mirada hacia dentro, justo donde están nuestras respuestas. 

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