MIRADA DE MUJER
Por Luz del Carmen Parra
Niños en orfandad
Siempre me he preguntado ¿Por qué lloraba tan fácilmente papá? Lo mismo sus lágrimas se hacían presentes por una alegría contenida, que por una noticia triste recibida. Lo vi llorar cuando me fui de casa y cada vez que regresaba. Hecho contrario, a mamá pocas veces le vi sus ojos húmedos.
Cada uno tenía su propia historia. Muy triste la una como la otra, pero la diferencia estuvo en la forma en que cada uno procesó la muerte de su padre cuando se acercaban a la adolescencia.
Papá, se convirtió como consecuencia, y a pesar de la tragedia que lo dejó huérfano a los 12 años, en una persona alegre, sensible, amable, cariñosa; buscaba el amor, la aceptación y el reconocimiento en todas las personas que lo rodeaban, se prodigaba sin límites y gustaba mucho de estar rodeado de personas sin importar su edad, lo mismo niños que ancianos, que señores o señoras, jóvenes o mayores. Listo para servir, presto para apoyar. Solidario en el dolor y en la alegría.
Centró su vida en su familia, pero siguió guardando en su interior, ese niño lastimado, pero no resentido. Le gustaba jugar y sonreír, escuchar el mariachi o la banda sinaloense y de vez en vez llevarle serenata a mi madre.
Cada domingo después de asistir a Misa de medio día, irremediablemente paraba en el puesto de dulces tradicionales fabricados por don Pepe; los de leche eran sus preferidos y los camotes poblanos. Recuerdo que llegaba a casa con una bolsita de papel llena de distintas variedades, lo mismo magdalenas que borrachitos, cacahuates garapiñados, cocadas o tamalitos de tamarindo, para repartirlos entre sus hijos. Un detalle inolvidable en mis recuerdos de niña.
En tanto mamá, no pudo superar la pérdida de su padre a los 14 años. Cuando su presencia le prodigaba amor, estabilidad económica y estatus social, su muerte la dejó en el desamparo y la confrontó a la necesidad de buscar un empleo para subsistir y apoyar a su madre y hermanos. Eso la hizo reservada y endureció su carácter; se transformó en una jovencita tímida y poco expresiva, al asumir responsabilidades de adultos cuando apenas dejaba atrás la infancia.
Siempre la recuerdo en casa haciendo las labores del hogar, atareada en atender a su familia. Poco sociable. Nunca la vi darse el tiempo para visitar a sus vecinas, ni que las recibiera en nuestra sala, lo más que se daba entre ellas, era una relación afectuosa, lejana, en una convivencia intrascendente sin mayor intimidad, en las banquetas fuera de las casas. Si se visitaban era por motivos de salud o para acompañarse en algún duelo.
Nunca aprendió a bailar, ni la recuerdo cantando. Pocas veces la vi llorar. Siempre se mantuvo firme como un roble. Era una mujer muy fuerte y poco afectiva. Más de resultados que de sensibilidad. Decidida y emprendedora. Distante de sentimentalismos, siempre vio la parte práctica de la vida. Un tanto manipuladora le gustaba tener bajo control todo a su entorno. Y, sin embargo, creo que el desamparo que le generó la muerte de su padre, se tradujo en un miedo inconsciente a la soledad y a la pobreza, de ahí su afán por emprender.
No cabe duda, cada uno procesó su orfandad a su manera, encontró motivos para seguir y acumular sus vivencias, sus dolores, sus alegrías. Pero lo que también es innegable es que para ellos el futuro soñado en sus primeros años en su hogar, rodeados de la seguridad que brinda la figura de un padre, quedó truncado y su vida tomó rumbos inimaginados que marcaron su carácter y llenaron por siempre de tristeza su corazón, que se manifestaba de distintas maneras y en ciertos momentos.
¿Qué será de esos niños que ahora enfrentan las consecuencias de la muerte de sus padres por la pandemia?
Según información publicada por el Universal, con fecha 12 de octubre del 2021, México es el segundo país con más huérfanos en el mundo a causa del Covid-19; un estudio del Imperial College London, que retoma cifras de todas las naciones, precisa que en nuestro país 255 mil 800 menores, han perdido a uno o a ambos padres o a sus abuelos.
¿Cómo se atenderá semejante crisis humanitaria, que rebasa los sentimientos y nos precisa a tomar acciones para atender la falta de apoyo para alimentación, salud, educación, vivienda?
¿Cómo sobrevivirán todos esos niños?, ¿qué podemos hacer para evitar que la deserción escolar y el trabajo infantil sea su futuro?
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