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«Corren presurosos»

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«Corren presurosos»

Por Homero Hinojosa

En el mundo del consumo de la tecnología se pone hoy en primer lugar a la experiencia de usuario (mejor conocida por sus siglas como UX) como un factor de atención clave.

Esta experiencia se resume en el grado de satisfacción y gratificación que una persona obtiene al interactuar —digamos— con un teléfono móvil o una página web. El diseño de prototipos tecnológicos pasa hoy en día rigurosamente por pruebas, iteraciones y “pivoteos” constantes para alcanzar la mejor UX y así tener a un cliente contento, recurrente y que pase la voz a sus conocidos.

En México, la experiencia de usuario es algo que rara vez les importa a la industria de transporte aéreo. Volar en avión en el pasado era ciertamente un lujo para muchos, pero una gran aventura satisfactoria.

No había costos disfrazados en el boleto, no se tenía que pagar por llevar una maleta adicional y tampoco había que rogarle al asistente de vuelo por un vaso de agua para tomar un medicamento. Todo se transparentaba a través de un pago de una sola exhibición; nada de sorpresas extras qué costear.

Con la llegada de las aerolíneas “charter” y de bajo costo se abarató la posibilidad de viajar en avión y con ello llegaron las molestias en el transporte aéreo en general: Vuelos sobrevendidos, cargos extras y una atención humana cada vez más deficiente y poco disponible (y de ahí nacieron los “bots” y los “community managers” ornamentales).

¿Quiere hacer un reclamo? Marque por teléfono y espere en la línea con un jingle navideño mientras un mortal decide dejar de wasapear con la novia para dignarse a atenderlo.

Por otro lado, para muchos siempre existe la posibilidad de tomar un autobús o el automóvil y viajar al destino deseado. Sin embargo, ahora hay que agregar una serie de factores de riesgo, como ser asaltado en carretera, ser embestido por un kamikaze de 18 llantas o esperar hasta dos horas en un retén rumbo a Reynosa. Y no se diga hacerlo en esta época de vacaciones en que las colas de las casetas de autopista se extienden por kilómetros, sea en la 57 nacional o en la de Cuernavaca.

Si hay algo en que tenemos que reclamar a nuestros gobiernos es su falta de visión para tener ferrocarriles modernos de pasajeros como una alternativa de transporte en México. Y no estamos hablando de promover un Tren Maya que solo cumple caprichos presidenciales, que servirá a una área de poco flujo y que solo busca ser gancho para atraer turismo extranjero.

Nos referimos a tener hoy las versiones modernas de El Regiomontano, El Tapatío o El Jarocho. Pregunten a padres y abuelos y les dirán que antes en México había trenes de pasajeros cómodos, que ciertamente tardaban más que los aviones en arribar al destino, pero que el viaje y la oportunidad de pasar la noche a bordo era gran parte de la experiencia de la travesía.

En esta época navideña más de un mexicano anda “presuroso” y está ya con la maleta en la puerta. Muchos no alcanzaron a vacacionar en el verano y ya les hace cosquillas el boleto de avión hacia Cancún o las llaves del auto para subirse y huir a San Miguel de Allende.

Para los que tomarán un vuelo será útil llevar en el botiquín de primeros auxilios una buena dosis de calmantes y relajantes extras para soportar vuelos con sobreventa, otros más cancelados y vivir un deficiente servicio al cliente.

Quienes viajan en auto o en autobús, será recomendable prever las condiciones de tráfico en las carreteras nacionales principales que seguramente estarán saturadas de paisanos y vacacionistas desesperados.

Y todos ellos con el riesgo de traer de vuelta a casa la variante Omicrón…

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