MIRADA DE MUJER
Por Luz del Carmen Parra
En la orilla del mar es más fácil soñar
Buscando desarrollar recursos para relajar un poco los niveles de ansiedad y estrés provocados por tanto tiempo de encierro, viviendo de cerca el dolor de la pérdida, no solo de mi libertad de hacer y decidir, sino también de personas muy queridas, fue que escuché que conectar a tierra, genera el camino más seguro para tranquilizar el sistema nervioso.
Recomiendan, si es posible, quitarse los zapatos y caminar sobre el pasto o de plano, en contacto directo con la tierra; sumergirse en el agua y especialmente en el mar o en aguas termales mineralizadas, es otra opción, lo que me hizo volver los ojos al ayer.
En un instante de introspección, encontré en mi interior espacios que me llenan de luz y me hacen sentir segura, momentos que me llevan a alejarme del bullicio del diario acontecer para acallar esa voz que exige y reprime, para dar paso a una reconciliación que me cobija y me llena de paz.
Sin duda, uno de los recuerdos más hermosos que me llevan al reposo, son aquellos paseos descalza por la orilla de las playas de arena suave de Nayarit, todavía vírgenes en mis años de infancia, rodeadas de una vegetación exuberante y vibrante, de un arrullo de olas que apenas susurraban al bañar mis pies con una espuma blanca que se extendía a mis pasos.
No había entonces, el barullo que genera la presencia de multitudes; recorría varios kilómetros entre palmeras y gaviotas que acompañaban el silencio que me permitía sentir el ritmo del ir y venir de un mar en calma, con el que me fundía como parte de ese universo que trascendía el horizonte.
Cuánta nostalgia. Vienen a mi memoria aquellos versos de la canción de Manolo Tena, que repite varias veces, “En la orilla del mar es más fácil soñar, mirando las estrellas es más fácil soñar… Hazme reír, hazme soñar, llévame hasta el mar”.
Conectar con la naturaleza, hacerse uno con ella, nos llena de energía, revitaliza nuestro cuerpo sobre todo cuando nos damos la oportunidad de poner nuestros pies directamente en el suelo, no importa si es grava, arena, piedras, hierba, lo esencial es que al igual que un aparato electrónico, nos permitamos desarrollar un mecanismo de seguridad con el cual podamos descargar todo el estrés acumulado.
En un mundo cada vez más exigente, sin apenas darnos cuenta, hemos adoptado una forma de vida superficial basada en el consumo insaciable de bienes y servicios artificiales, donde todo atenta contra la salud física, mental y emocional del ser humano distanciado de su propia naturaleza y la satisfacción de sus necesidades vitales.
Pareciera una carrera contra natura. Hemos dejado atrás aquello de 8 horas del día son para trabajar, 8 horas para dormir y 8 horas para descansar, frase que se hizo célebre en la búsqueda de la reivindicación obrera de finales del siglo XIX. Las jornadas laborales se duplican y las actividades nocturnas son cada vez más variadas, restando calidad y tiempo al reposo.
Todo nuestro hacer está enfocado a alcanzar el máximo rendimiento, vivir siempre dando el cien y el extra, en un mundo que nos exige ser competitivos ante la amenaza constante de perder el empleo y la seguridad familiar.
En un círculo vicioso de tener y acumular cosas materiales que curiosamente tienen cada vez más parecido a un sueño que se esfuma justo al despertar; no hay tiempo para recuperar el equilibrio entre una convivencia sana con la naturaleza y las exigencias de una sociedad consumista que intenta aniquilarla.
A veces me detengo a observar a los animales y su entorno, su sincronía con su hábitat. Ellos no tienen prisa, disfrutan, juegan, viven en libertad satisfaciendo sus necesidades, tomando lo que de él necesitan, sin destruirlo.
Cuánto hemos perdido en nuestro afán de dominar y controlar la naturaleza. De sentirnos superiores a todos los seres que habitan junto a nosotros este maravillo planeta y que caro ha sido el precio que estamos pagando por ello.
Nos hemos alejado de la sabiduría que implica caminar a su lado. Hemos violentado sus ciclos, taladrado sus bosques y contaminado sus mares, olvidando que es el espejo que refleja nuestra propia historia.
Albert Einstein, científico alemán reconocido por su gran capacidad de observación y análisis, decía “mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor”.
Sueño volver a disfrutar en mis pies la sensación de la arena suave, de las añoradas playas de la tierra que me vio nacer.
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