Mirada de MujerOpinión

Juntas somos más

MIRADA DE MUJER
Por Luz del Carmen Parra
Juntas somos más 

El Día de la Mujer, fue un día de marchas, donde miles y miles de mujeres se manifestaron con gritos y pancartas en medio de protestas, algunas pacíficas otras no tanto, pero lo que debemos recuperar del pasado día 8 de marzo, es la gran necesidad de las mujeres a ser escuchadas, a ser visibilizadas, a ser respetadas, en un mundo tradicionalmente concebido por hombres y para hombres. 

Pusieron en evidencia que no hay nada que celebrar, levantaron su voz para hacernos partícipes de su dolor, de su coraje, de su impotencia, de sufrir en lo más hondo la violencia extrema en lo que más se quiere, y gritar a los cuatro vientos que los espacios que han quedado vacíos, no se llenan con el tiempo. 

Que es momento de recordar la lucha que han llevado a cabo a través de la historia, mujeres que decidieron que también ellas eran seres humanos, con derechos y obligaciones, a pesar de ser tratadas como objetos que se ponían y se quitaban, que se llevaban y se traían, de acuerdo con su uso y utilidad, sin tomar en cuenta su voluntad, su capacidad o sus sentimientos. 

Fue como resultado de su emancipación que ahora gozamos del derecho a votar, que se nos reconoce como ciudadanas que podemos aspirar a un puesto de elección popular; fue a través de su sacrificio, que se empezó a llamar la atención sobre la inequidad salarial, y el derecho al trabajo digno; fue su tesón por abrir espacios en las universidades y reclamar su derecho a la educación, que nos permite ahora decidir nuestra profesión, y poder incursionar en áreas de trabajo antaño reservadas exclusivamente a los varones, a la búsqueda incansable de la igualdad entre hombres y mujeres, en todos los ámbitos de la vida. 

Si habemos quienes hemos sido bendecidas y no hemos sufrido en carne propia la discriminación o el rechazo, la humillación o el maltrato, es momento de volver la vista a quienes han sido objeto de ello y solidarizarnos con aquellas que viven desde el hogar, el trabajo o la sociedad misma, condiciones de violencia y discriminación. Es hora de sensibilizarnos al observar sus rostros y acompañar sus reclamos de ¡ya basta!, surgidos de un corazón lastimado. 

Tomar conciencia de la situación en que viven las mujeres, no solo en medio de la cultura oriental donde son invisibilizadas, sino también en nuestro entorno, donde muchas se esfuerzan por encontrar un espacio para poder vivir en paz, con seguridad y tranquilidad, con un mínimo de bienestar social y familiar. 

La historia nos recuerda como la represión, a veces tan brutal, que hasta ha terminado con sus vidas, ha sido la respuesta a sus gritos desesperados de su búsqueda de justicia, de sus ansias por acabar con su explotación no solo laboral sino también sexual, con la dominación de su voluntad y el aniquilamiento de su espíritu. 

Registra la historia que fue un 8 de marzo de 1857, en Nueva York, cuando mujeres trabajadoras de la textilera Cotton, que sobrevivían con una jornada de 52 horas semanales, siendo retribuidas con un mísero sueldo que las condenaba a la miseria, decidieron manifestarse por las calles circunvecinas donde se ubicaba la fábrica, para reclamar mejores condiciones de trabajo, la reducción de su jornada laboral y poner fin al trabajo infantil. 

La respuesta, fue que la concentración de cientos de mujeres fue brutalmente reprimida por la policía que disparó contra ellas, dejando un saldo de 146 personas muertas y los propietarios del inmueble, decidieron antes que ceder a sus peticiones, prenderle fuego a las instalaciones, donde otras tantas murieron quemadas. 

Se dice que el morado que siempre está presente en todas las manifestaciones feministas tiene su origen precisamente en aquellos incidentes repetidos, donde la represión era la respuesta a los reclamos de justicia laboral, de cientos de mujeres que murieron en medio de incendios de fábricas que diseñaban camisas en ese color. 

No podemos permanecer indiferentes ante tanta evidencia. En pleno siglo XXI, la mujer tiene muchos motivos para salir a la calle a manifestarse. No, no basta un ramo de rosas o chocolates, para “celebrar” el ser mujer. Es urgente crear conciencia social de nuestras necesidades insatisfechas a pesar de tantos y tantos años de lucha. 

Con algunas reformas legales mucho se ha avanzado en el reconocimiento a los derechos de las mujeres, que abonan no solo en el ámbito laboral, sino también en el familiar y el penal, pero en la realidad cotidiana son letra muerta y son los propios encargados de aplicarlas los que las violentan, las que las retuercen, las que las ignoran, y así terminan por revictimizarlas. 

La lucha porque el cuerpo de la mujer deje de ser cosificado, porque logre ser considerada como un ser humano digno con libertad de decidir y hacer, por caminar con la frente en alto, segura no solo en casa, sino en la calle, en el transporte público, en la escuela o en sus áreas de trabajo, porque se le reconozca su capacidad y creatividad, continúa más firme que nunca. 

Alzando la voz, cada una desde su trinchera, dejemos que griten su verdad. 

Juntas somos más, porque desde la mia, YO SI TE CREO. 

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