MIRADA DE MUJER
Por Luz del Carmen Parra
La fábula del bambú
«La paciencia es la cosa más dura para el espíritu. Pero es lo más duro y lo único que merece la pena aprender. Todo lo que es naturaleza, desarrollo, paz, prosperidad y belleza en el mundo descansa en la paciencia; requiere tiempo, silencio, confianza», escribió uno de mis escritores favoritos, Hermann Hesse.
La paciencia es algo que se aprende desde lo cotidiano, cuando se vive al ritmo que impone la naturaleza. Solo ver el amanecer en calma, a su ritmo, sin prisa, nos dice mucho. Todo a su tiempo. Todo tiene una cadencia, todo vibra en armonía, y como dice el dicho: “No por mucho madrugar, amanece más temprano”.
Quienes disfrutamos de cerca el vivir en el campo, aprendimos a esperar, sabiendo que no es perder el tiempo cuando se pone en la tierra la semilla y al día siguiente no nace, sino que, con el paso de los días, después de los cuidados requeridos, brota con fuerza de entre el polvo.
Cuando en mi adolescencia mi madre me enseñó a cocinar, también aprendí que sabe mejor el platillo que se prepara a fuego lento, dando tiempo para que se combinen los sabores, que cuando se acelera su cocción.
Aunque es cierto, en nuestros días es muy difícil desarrollar el hábito de la paciencia, todo se conjuga en el afán de obtener resultados lo más pronto posible, sin embargo, nadie puede olvidar que hay factores que se escapan de nuestras manos y nos obligan a esperar que las condiciones se den y permitan concretar lo planeado.
¿Cómo cultivar la paciencia como el mejor antídoto para el estrés que amenaza nuestra cordura? ¿De dónde tomar los recursos necesarios para entender que, si hacemos lo necesario, tarde o temprano llegará lo esperado?
Muchos autores dicen que la meta no es lo importante, sino mantenerse en el camino. Que debemos vivir las experiencias que se presentan en el trayecto, porque son esos pequeños contratiempos los que más aprendizajes nos darán.
Recuerdo que en mis lecturas infantiles había una fábula que viene a mi memoria, donde narraba la experiencia de unos campesinos que sembraron una semilla de bambú en sus parcelas, con la ilusión de construir la cerca de su vivienda.
Narraba como uno de ellos al cabo de unos meses dejó de regarlas, porque no veía que nacieran. Podía ver a su alrededor otras plantas que había sembrado a la par y que habían crecido hermosas, por lo que desistió. Removió su tierra y se olvidó de ellas. Prefirió plantar unas semillas de helechos alrededor de su casa, que pronto vio crecer.
En cambio, su vecino, siguió cuidando su siembra con la esperanza de que algún día brotara. Pasó un año y el helecho de su vecino seguía creciendo, pero sus semillas ni siquiera brotaban, pero no se daba por vencido. El anciano que se las había recomendado le había dicho que no perdiera la fe y que iba a llevarse una gran sorpresa.
Pasaron los años y el helecho dejó de crecer, pero el bambú ni siquiera aparecía. Sin embargo, seguía perseverando. Seguía cuidándolo con mayor esmero. Le ponía fertilizante con la esperanza de que por fin naciera, pero nada. Veía pasar los años y el bambú se negaba a dar señales de vida.
Al paso de cinco años, por fin apareció una tímida ramita y sorprendido vio que, en unos cuantos días, crecía rápidamente y se convertía en una mucho más grande y en pocos meses se convirtió en un enorme bambú de más de 10 metros de alto y muy resistente, dando seguridad y privacidad a su familia.
Requirió ese tiempo para echar raíces grandes y fuertes que no se veían en la superficie, pero que gracias a ellas se pudo sostener un tallo tan grande y firme.
No cabe duda, la paciencia es una virtud necesaria, porque las cosas valiosas que buscamos en la vida todas llevan tiempo. Hay que combinar el momento de hacer, de crear, con la espera de los resultados.
Nada que trasciende y se sustenta, se da de inmediato. Requiere de planeación, de análisis, de reflexión y de toma de decisiones que habrán de conjugarse con muchas otras circunstancias, que habrán de coincidir para ofrecer los resultados esperados.
Uno de los más grandes científicos, Isaac Newton decía “Si he hecho descubrimientos invaluables, ha sido más por tener paciencia, que cualquier otro talento”.
¿Cómo no habituarnos a responder aceleradamente cuando diariamente convivimos con la tecnología, que todo nos da con solo un click, de inmediato y con un mínimo de esfuerzo?
El siglo XXI nos ha puesto frente a frente, pero los humanos no podemos competir con una computadora.
Nuestra fortaleza humana radica en privilegiar ese tiempo de silencio, reflexión y confianza, que nos da la paciencia.
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