Cabrito News
Por Homero Hinojosa
Trump topa con su muro
En abierto desafío al presidente Donald Trump, el gobernador de California, Gavin Newsom, dio la orden esta semana de replegar los 360 solados de la Guardia Nacional de su estado que se encontraban haciendo labores de apoyo logístico en la frontera con México.
“La emergencia en la frontera es una crisis prefabricada”, dijo Newsom a los medios. “California no tomará parte en este teatro político. Esta es nuestra respuesta a la Casa Blanca: no más división ni xenofobia”.
El gobernador de ese estado no fue el único que cuestionó la estrategia de militarización de Trump. La gobernadora de Nuevo México, Michelle Lujan, también ordenó retirar hace unos días a 118 efectivos de la Guardia que estaban desplegados en el estado, al argumentar que su presencia “es ya innecesaria”.
La gobernadora informó que los 30 millones de dólares que se gastan para mantener a los militares en la frontera de Nuevo México pueden ser usados en otras prioridades para el estado, como obras de infraestructura y escuelas.
Ambas posturas solo acentúan la polarización política que se vive hoy en Estados Unidos. Trasciende en especial porque se manifiesta cada vez más como una pugna a fondo que ocurre en las altas esferas políticas de ese país, las que finalmente toman las decisiones relevantes para Estados Unidos y con consecuencia para todo el mundo, en especialmente para México.
La lectura que podemos dar a estos acontecimientos debe ser hecha más allá de solo contemplar las diferencias partidarias que pudiera haber en la política norteamericana (es importante considerar que tanto Newsom y Lujan son demócratas y Trump republicano). La manera en que los políticos estatales ven las cosas habla de un distanciamiento serio entre la Casa Blanca y los gobernadores fronterizos en el manejo de la política interior de ese país.
El mismo presidente Trump declaró este viernes 15 una emergencia nacional para recabar los fondos restantes que se necesitarían para construir su muro en la frontera con México. Sabe él que esta construcción de casi tres mil kilómetros es un tarea que se complica cada día más, pero ya no se trata a estas alturas de ejercer una medida federal necesaria sino se ha convertido en una obsesión personal y postura vengativa.
El mismo Trump predijo este viernes: “Tendremos una emergencia nacional y seremos demandados y nos demandarán en el Circuito Noveno y acabaremos en la Suprema Corte de Justicia”. En pocas palabras, él mismo lo ve muy difícil de ejecutar y de terminar.
Pareciera como si la frontera de Estados Unidos con México fuera un juego de poderes, una disputa para conocer quién es el más fuerte y dónde los “chicharrones truenan más recio” (como decimos acá en el norte), cuando debería haber una estrategia federal más efectiva y mejor concertada con nuestro gobierno.
Después de todo, la crisis migratoria centroamericana, reflejada en las olas de miles de personas que han llegado a México y que ya casi cumple un año, no debe ser vista como un fenómeno parcial y aislado. Se trata de un tema de carácter binacional, incluso multiregional porque también incluye a Guatemala, El Salvador, Honduras y hasta Canadá.
Como ciudadanos de ambos lados de la frontera tenemos el derecho a exigir mejores cuentas a nuestros gobernantes, a nuestros representantes públicos que han llegado ahí con nuestro voto.
Tenemos el derecho de demandar una respuesta a este problema binacional esperando que nuestras autoridades actúen no con carácter emocional y partidista, sino asumiendo una postura más de estadistas y de negociadores inteligentes. Esperemos que el Gobierno mexicano actúe por esta última vía.
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