REFLEXIONES 2021
Por Mtra. Emilia Vela González
A propósito de caminar, caminados y no detenerse
Hace, digamos que muchos años, por motivos de trabajo tuve que ir al entonces Distrito Federal. Mi amiga y comadre Rosa María Alejandro, que residía en dicha ciudad, me acompañó a realizar ciertos trámites a unas dependencias burocráticas. Al salir de una de estas, me dice – te ven como bicho raro, vas contoneándote y muy sonriente.
Hay aspectos apreciables a la vista, que forman parte de nuestra personalidad y permanecen con nosotros toda la vida. La percepción que los demás tienen acerca de esas características que nos son propias, suele variar atendiendo al particular modo de ser de cada quien, su edad, la nuestra y algo sin duda importante, si se conoce o no a la persona de la que nos hemos hecho alguna opinión. Hay que reconocer que a veces nos vemos obligados a modificar la que teníamos, y en ocasiones en la primera conversación, y es que consientes o no, frecuentemente nos dejemos llevar por estereotipos.
Cursaba mi primaria, cuando una alumna de una academia de corte localizada cerca de la casa pidió autorización a mamá, para que, en su ceremonia de graduación, yo modelara un trajecito que ella realizaría. La recordada maestra de ballet Graciela de Durón, que, en aquella década de los sesenta, tenía su academia en la planta alta del Banco Longoria, contiguo a la parroquia de Guadalupe, fue la encargada de dar entrenamiento sobre la manera como debíamos caminar, las niñas y jóvenes que participaríamos como modelos. Al parecer yo capté la enseñanza que iba dirigida a las mayores, ya que la maestra tenía que recordarme que era una niña.
Ya como estudiante de secundaria, a mi hermano mayor le molestaba mi manera de caminar, y aunque el parece haberlo olvidado, le enojaba que pasara por la esquina donde se reunía con sus amigos del barrio, y es que la verdad, aunque no me recuerdo consciente de ello, movía mucho las caderas, tengo presente a mi compañero Jorge decir que parecía licuadora.
Ya un poco mayor no era raro que dijeran que caminaba muy coqueta y hasta sexi, y sin duda esa particular forma de caminar, haya sido en algunas ocasiones la causa de que recibiera algún desagradable piropo.
Con el paso de tiempo dejé de pensar o prestarle atención a esa particularidad. Recientemente mi estimada exalumna, Sorayda Ibarra, a quien le impartí clases de Derecho Civil en los años noventa, al evocar la época en que fue mi alumna, y compartir su percepción de entonces sobre mi persona, hizo referencia, entre otras cosas, a mi modo de caminar.
Meses atrás acudí a Sanborns, portaba mi cubrebocas y me dirigía hacia los libros, de repente un señor me detiene y me pregunta, ¿es usted la Licenciada Vela?, al contestarle afirmativamente, se quita su cubrebocas para que lo identificara, se trataba de un amigo de la familia a quien tenía muchos años de no ver, y me dice – Te conocí por los caminados-.
El comentario me hizo sonreír, pero más tarde al pensar en la palabra “caminados”, su significado se amplió, en tantos años que he tenido fortuna de vivir, sin duda he caminado mucho, de manera física y metafóricamente, he recorrido innumerables trayectos y lugares, y si con el trascurrir del tiempo los pasos se vuelven más lentos, el temor de dar uno en falso a veces nos contiene, particularmente cuando la experiencia previa te obliga a ser más precavida.
Mirando en retrospectiva, la forma de caminar ha perdido importancia, ahora la tiene el que puedas hacerlo, con los pies sin duda y con la imaginación. Reconocerte privilegiada y agradecer a Dios por ello. Cuento mis pasos cada día, y leyendo, investigando, escribiendo y dar forma escrita a mis reflexiones es mi manera de seguir adelante.
Rescato dos frases de la madre Teresa de Calcuta, “No permitas que se oxide el hierro que hay en ti” “Cuando no puedas trotar camina…pero NUNCA TE DETENGAS”.
Bendecido Domingo.
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