MIRADA DE MUJER
Por Luz del Carmen Parra
Por mi derecho a existir
En pleno siglo XXI, cuando la tecnología ha revolucionado el hacer y el pensar del género humano, cuando el conocimiento avanza a niveles jamás alcanzados, cuando todo pareciera que está dispuesto para crear un mundo más justo e igualitario, la violencia de género se recrudece.
En todos los rincones del planeta surgen gritos de auxilio, de impotencia y de coraje ante la violencia cada vez más generalizada contra niñas y mujeres, con las nefastas consecuencias físicas, económicas y psicológicas que conlleva.
Las medidas tomadas en los últimos meses a raíz de la pandemia, como el confinamiento, las restricciones a la movilidad, el mayor aislamiento, la incertidumbre económica y el estrés que esto ha ocasionado, en lugar de despertar la protección y el amparo ante la amenaza de lo desconocido, la solidaridad y el apoyo entre los miembros de las familias, de la sociedad, han provocado un acelerado aumento de la agresión contra mujeres y niñas en el ámbito privado, pero también en lo público, en lo laboral e incluso las han expuesto a otras formas de violencia como el acoso sexual en línea.
En las celebraciones del Dia Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, se dieron a conocer datos escalofriantes de una realidad que desnuda la tragedia de abuso y maltrato que viven mujeres de todas las culturas, de todos los idiomas, de todos los colores, de todas las religiones, por el simple hecho de haber nacido mujer.
Esta violencia de género que deriva en una desigualdad, pobreza y discriminación en muchas ocasiones tiene su origen justo en el hogar, con las personas más cercanas, donde la intimidad establece el vínculo que permite el atropello y la sumisión obligada, el abuso de poder y la implementación de normas rígidas cobijadas por un patriarcado que se niega a morir.
También llamado maltrato en el hogar o violencia de pareja es una de las formas más comunes de coacción que sufren las mujeres a escala mundial, y puede manifestarse a través de un acto físico, sexual, emocional, económico o psicológico que incluye las amenazas de cualquier índole para controlarla, para dominar su voluntad y conseguir su obediencia,estableciendo una dependencia obligada.
En los últimos meses esta violencia ha llegado a los extremos. Cada vez es más frecuente escuchar en los noticieros casos de niñas y mujeres abusadas y asesinadas. Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en México, de enero de 2019 a septiembre de 2021 fueron asesinadas 10 mil 446 mujeres, y de estos casos, solo 2 mil 681 fueron clasificados como feminicidios, cuando más del 50 por ciento tenían esas características, según datos del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio (OCNF).
En Guatemala entre enero y noviembre de 2020, murieron en forma violenta 482 mujeres; en Perú, cuentan 132 feminicidios en lo que va del año; en Bolivia denuncian que desde principios de 2021 se registra una violación cada hora en promedio; en Turquía, un total de 345 mujeres han sido asesinadas de enero a la fecha. El Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados, informa que una de cada cinco desplazadas dentro de sus propias naciones ha sufrido violencia sexual.
Pese a que los derechos de las mujeres a vivir sin violencia los consagran los acuerdos internacionales promovidos por la ONU, y la gran mayoría de los países han conseguido incluir en sus agendas la erradicación de la violencia de género, la aplicación de las normas que protegen a las mujeres y a las niñas pocos resultados arrojan en la vida cotidiana, y las agresiones sexuales, la violencia doméstica, el acoso laboral y las múltiples manifestaciones de violencia continúan y se multiplican, afectando negativamente el bienestar de las mujeres y el desarrollo sano de las niñas.
La lucha continúa por nuestro derecho a existir, a hacernos visibles. A ser escuchadas y respetadas. Sigamos intentándolo todo. Busquemos caminos para lograr la justicia y la igualdad entre los géneros; desarrollemos estrategias y medidas novedosas para defender la integridad física de las mujeres y niñas que hoy en día están viviendo situaciones de riesgo y la propia aun cuando no estemos en ese extremo.
Unámonos al grito de ya basta desde nuestra trinchera. Desde la intimidad de nuestra casa transformemos el mundo de los varones. Evidenciemos el papel que juegan en este problema y en su solución. Quizás cuando dejemos de ser la amenaza a vencer, bajen la guardia y descubran cuánto pueden ganar teniendo a la mujer como aliada.
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