Vestida de verde esmeralda, que alegre ha crecido entre las copas de anacahuita y framboyanes y adornada por geranios, la capital tamaulipeca cumple un aniversario mas. Los tiempos ya no son los mismos, pero en la mente de sus habitantes están los mejores días de su vida
Por Itzchel Moreno Maldonado
Fotos: Cortesía de Fotos Antiguas de Victoria
Es el 268 aniversario de Victoria. La dama vestida de verde esmeralda, de perlas que adornan su encanto al andar.
La que ha crecido alegre entre las copas de Anacahuita, ébanos, mezquites, ficus, magueyes, guamuchil y uno que otro framboyán…
Victoria, la niña linda, calurosa; con deseos de ser la gran capital, hace recuento del pasado.
Ya no acuden tanto a su llamado, en la misa de las seis, las campanas replican en la plaza, pero sabe que no son los tiempos de ayer…
Se fueron los gritos de chiquillos de la escuela “Leona Vicario” y “Victoria”…
Y la algarabía del mercado a principios del siglo XIX cuando los victorenses recibían a los tultecos, la Ciudad de los Pianos o las nueces, las paguas y uvas cosechadas en Jaumave…
Todo era un manjar en la mesa de los victorenses, sobre todo en esas noches de verano aromatizadas por “Galán de noche”, un pequeño arbusto aromático, agradable para algunos, al grado que parecía ser el consentido de muchas amas de casa en la ciudad, para otras era la jaqueca en toda la extensión de la palabra… las hojas de “ilusión”, también adornaba los patios, igual los geranios…
Decía Altair Tejeda de Támez (+): “Lo bueno de vivir en ciudades chiquitas es que todo el mundo se regala poditas” y es verdad. Entonces en Victoria no había viveros, casi nadie compraba las plantas y el agua no se vendía en tiendas de conveniencia, bastaba pedirla en alguna casa.
Se decía que había trabajadores a domicilio, pasaba el vendedor de brillantina, el vendedor del pan, el que arreglaba los zapatos y había quien arreglaba hasta los paraguas.
Esos pregoneros los conoció bien el Profesor Alejandro Antonio Maldonado Guzmán y en varias ocasiones en vida revivió ese pregón en su oficina cuando de hablar de historia se trataba…
Además de pregones, había anécdotas, que a Francisco Ramos Aguirre, le tocaron en el tiempo y este victorense adoptivo las inmortalizó en sus escritos…
Entre estos se contaba una vez que el Diputado Carlos Montemayor, anda enojado con la iglesia, porque a uno de sus trabajadores le negaron el bautizo para su hijo en Nuestra Señora del Refugio.
A los pocos días cruzando la plaza se encuentran el párroco y don Carlos y éste último gritó: “En el Congreso del Estado vamos a echar una ley para colgar a todos los curas”… Aunque el párroco fingió no escuchar, fue a informar al Obispo y éste le habló a Don Carlos, aclarando que no eran buenos los pleitos entre la iglesia y el Estado, que contara con el bautizo.
El Padre Santiago, se dice que se fue a Nuevo Laredo a ejercer el periodismo… por aquellos tiempos y ante la decisión debió ser un oficio más seguro.
Pero Victoria era entonces sólo el centro de esta ciudad en la actualidad… entre esas calles estaban los tacos “Avalos” de don José Avalos Briones, los taquitos que hoy existen en la calle 22, frente a la plaza.
Esa taquería por muchos años se ubicó a media cuadra del cine “Obrero”, como era un carretón, narra Francisco Ramos Aguirre, que la gente “bien” de Victoria mandaba por los taquitos para evitar ser vista comiendo en la calle y menos haciendo fila, porque la clientela era vasta.
En Victoria había barrios, pero estos lejos de conservarse desaparecieron, como queriendo olvidar que esos sectores fueron entonces el rostro de la marginación.
Nos hemos olvidado del Pitayal, de Cantarranas, del Vergel, de Tamatán… y todos ellos dieron vida a esta capital, que para ser ciudad, debía tener automóviles…
Por tanto empezaron a llegar aquellos primeros motores que en 1910 cargaban combustible en una tienda llamada “El Puerto de Bagdad”, ese primer automóvil llegó a Tamaulipas por la cercanía de algunos tamaulipecos con don Porfirio Díaz… es para preguntarse ¿qué sería de Tamaulipas sin tanto compadrazgo?, pues estaba Manuel González, con las haciendas, Manuel González Hijo, con la electricidad, su colaboración para la construcción del Hospital Civil, los tranvías y el teléfono, Carmelita Romero de Díaz,su esposa y su participación para el reloj de Tula y no podía faltar el primer automóvil que llegó a Victoria, propiedad de Josè Montesinos, otro ahijado de Don Porfirio Díaz…
En este viaje en el tiempo no se puede excluir la gastronomía y Carlota Murillo, la madre de las gorditas que casi nos internacionalizaron, “Doña Tota”…
Por esto y muchas cosas más, parafraseando a Amado Nervo… “Victoria, nada me debes; Victoria, estamos en paz”.
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