CABRITO NEWS
Reflexiones y aprendizajes
Por Homero Hinojosa
En condiciones de cuarentena, aislamiento forzado y distanciamiento social prudente estamos llegando al final de la Semana Santa, una época del año muy simbólica para muchos mexicanos.
Durante el llamado “año litúrgico” la comunidad católica en México y en todo el mundo celebra dos grandes fiestas: la Navidad —con sus novenas, posadas y cenas familiares— y la Pascua con la visita a los monumentos, lavatorio de pies, sermón de las siete palabras, vigilia y eucaristía el Domingo de Resurrección.
La Semana Santa en particular es el momento litúrgico más intenso. Sin embargo, durante los últimos años se había convertido para muchos católicos en solamente una ocasión de descanso, “destrampe” y diversión. Hasta que llegó el Coronavirus…
Esta vez los turistas desaparecieron de las playas y los soldados las patrullan. En esta ocasión muchos hoteles hospedan a médicos y otros más se han convertido en sanatorios de emergencia. Esta vez, los mexicanos nos quedamos en casa y nos corresponde hacer una reflexión diferente de la vida, de nuestro presente y futuro.
La Semana Santa se ha convertido en una oportunidad para retomar valores, tener solidaridad y aportar algo a los demás. Ha sido un tiempo ideal para desacelerar nuestras vidas y tratar de analizar profundamente nuestro interior.
“El aislamiento preventivo parece una metáfora, porque es quedarnos dentro, no poder salir, y eso es una metáfora de la experiencia espiritual, donde tengo que buscar mi interior, hacer introspección, generar un autoconocimiento profundo”, dice Alberto José Linero, un escritor colombiano y también ex-sacerdote católico.
“Esta cuarentena nos ayuda a tener momentos de silencio, con uno mismo, momentos en los cuales uno trate de entender por dónde va la vida y desde allí tener una experiencia espiritual”, comenta.
Como dice Linero quizá es tiempo para pensar en uno mismo. Pero también es un espacio para generar acercamientos familiares y tratar de dejar atrás el rencor y las venganzas.
“Hay que reunirse a dar gracias, a decirse mutuamente lo que se valoran el uno al otro, hacer un momento de oración, buscar esas experiencias personales que son las que construyen una experiencia espiritual fuerte”, aconseja Linero.
La Semana Santa, que ahora estamos por concluir, es un momento ideal para dejar ir lo negativo, los miedos y las frustraciones. Hacernos el propósito de comenzar nuevos hábitos y practicar un estilo de vida más responsable y equilibrado.
En particular tratar de aceptar los errores propios antes de ir a juzgar a los demás. Como dice el Papa Francisco, tenemos que reconocernos que somos vulnerables pero también capaces de emprender una acción solidaria y responsable. Es una oportunidad de buscar el silencio e interiorizar.
Sin duda, el fin de la Cuaresma y la Semana Santa es la gran ocasión que nos ha puesto la vida para crecer en lo espiritual y reforzar los valores de nuestra vida cotidiana. Después de esta cuarentena, ya no seremos iguales y quizá nos convirtamos en una raza humana más consciente, en lo espiritual, emocional y social.
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