REFLEXIONES
Por Mtra. Emilia Vela González
Es cuestión de agradecer
-Estás muy calmada- escuché mientras trataba de asimilar lo que recién había ocurrido. Con una sonrisa contesté: soy de reacción retardada mañana estaré llorando. Era viernes en la noche del 22 de septiembre.
Al despertar al día siguiente y sentir el cuerpo relajado, caí en cuenta que no experimentaba el dolor que hubiera esperado después de la fuerte sacudida de la noche anterior. Una distracción había provocado que un camión se impactara contra el vehículo que conducía.
Y si, al evocar los hechos y circunstancias que se dieron en torno a mi accidente, mis ojos se humedecieron de agradecimiento a Dios y a las personas que de una u otra manera se hicieron presentes o intervinieron en o luego del percance.
En marzo pasado, tomé en el IRCA un Diplomado sobre Museos, Curaduría e Innovación. Durante el mismo varias participantes nos sentábamos en la misma mesa llegando a formar equipo para proyectos Alicia De León, María Aurora Ramírez y Güera Villarreal, así como Tulu De Ureno, Annia Ureño, y Deya Rodríguez de Río Bravo, surgiendo entre nosotras una grata camaradería y amistad.
El interés por el tema nos hizo coincidir nuevamente en las mismas instalaciones, en el seminario de Gestión Cultural al que me incorporé la tarde del viernes. Al concluir la sesión acordamos ir cenar, y al escoger un lugar cercano a mi casa optaron por seguirme. Eso haría la diferencia.
Profundamente agradecida con ellas ya que no me dejaron sola. Annia operativa y rápida en reaccionar después de cerciorarse que estaba bien y con el apoyo de Edgar un vecino que acudió al lugar, logró comunicarse con la compañía de Seguros, Alicia como siempre organizada se comunicó con Transito. Ambas permanecieron a mi lado al igual que Deya, Tulú y María Aurora que se haría presente un rato después.
Agradezco a Dios y a la habilidad del chofer del camión que me impactó, que al tratar de esquivar el golpe no me haya dado de lleno a la puerta y que el daño se concentrara en la parte delantera, confiando que esté bien, porque en la espera de peritos y ajustadores, lo vi tomarse un refresco de dos litros para el susto.
Gracias al perito de Tránsito, Lic. Salvador Sánchez, por sus atenciones, trato y paciencia, no tuvo problemas para que asumiera la responsabilidad, me resultaba claro que el camión tenía preferencia. Al Sr Martínez, ajustador por sus explicaciones, atención y sugerencias.
Siempre agradecida con mi comadre Saida Patricia Sánchez que acudió con rapidez, brindándome su apoyo al disponer de las cosas del interior del vehículo, recabar información complementaria con el ajustador, sacar dinero y pagar multa.
Los accidentes de tránsito no me son ajenos, entre mis veintes y treintas hubo algunos, pero tenía veinticinco años de que no tenía uno. En esa ocasión en particular conducía sola y tuve una volcadura en carretera. Cuando el traumatólogo terminó de revisarme, dijo- Ahora vaya a la iglesia y de gracias a Dios, porque no le pasó nada-. Siempre agradezco a Dios, y no puedo menos que sentirme Bendecida porque se evitó un daño que pudo ser mayor.
Dos o tres horas después, concluidos trámites, firmado lo que se tenía que firmar, retirado el camión y la grúa en maniobras con mi vehículo, el proyecto inicial de ir a cenar se cumpliría.
Bendecido Domingo
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