Expulsados por la violencia y el hambre de sus países, sufren maltratos y muerte en sus desplazamientos; acaban en las garras de la delincuencia y la insensibilidad de los gobiernos que nada hacen para ayudarlos, dicen defensores de derechos humanos y sacerdotes.
Por Francisco Cuéllar Cardona
Los migrantes son seres humanos que se quedaron sin patria: salieron expulsados de sus países por la violencia, el hambre y la falta de oportunidades. Caminaron miles de kilómetros sorteando peligros y burlando la muerte, y cuando llegan a la frontera, y logran pisar la tierra del sueño americano, son maltratados y echados por donde vivieron.
Ahora, no los quieren ni en su tierra, tampoco en Estados Unidos, y en México donde había manos amigas que les daban de comer, hoy los gobiernos los desprecian y hasta los matan.
No son de aquí, ni de allá; y lo que es peor: han perdido su identidad. Hoy son abandonados a su suerte y no saben si van o vienen.
Maru es una mujer hondureña que tiene la mirada perdida. No ve, ni escucha a nadie; sus ojos están secos de tanto llorar. Cuando intentaba cruzar el río Bravo por Nuevo Laredo, junto con su esposo y sus dos hijos, fueron abordados por hombres armados que sin mediar palabra les dispararon y los mataron; ella logró escapar y ahora está en la casa INDI en Monterrey sin saber qué hacer, ni a dónde ir. No quiere regresar a Honduras, porque allá está peor. Si vuelve la matan, como lo hicieron con su madre y su hermana menor.
En la casa INDI, donde es atendida junto con decenas de migrantes por Don Jaime Salinas Flores, coordinador de donativos, Marú apenas balbucea con un «ya me quiero morir: no tengo a nadie».
La historia de Maru es igual a las de los 32 mil indocumentados mexicanos y centroamericanos que han sido deportados por Tamaulipas en lo que va del año, así lo afirma José Martin Carmona Flores, Director del Instituto Tamaulipeco para los Migrantes.
Las casas del Migrante de Saltillo, Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros y Monterrey han sido rebasadas por tanta demanda de ayuda. Les dan techo, comida, y medicinas a los cientos de deportados, pero no les alcanza, porque aparte son muchos los abusos y maltratos a la que son sometidos los migrantes.
En los municipios de la frontera de Tamaulipas, el gobierno federal y estatal se han convertido en otro enemigo más de los indocumentados centroamericanos. El ejemplo más cruel lo vivieron la madrugada del 25 de junio, cuando unos 450 migrantes fueron subidos a varios autobuses en Nuevo Laredo y abandonados a su suerte en las calles de Monterrey, entre ellos iban muchos niños, publicó la agencia AP.
«Pensaron que llegarían a un albergue donde vivirían mientras buscaban trabajo y encontraban escuela para sus hijos. Sin embargo, estaban abandonados en esta ciudad industrial de más de cuatro millones de habitantes en el norte de México, en mitad de una calle en una zona llena de clubes y cabaretes con cárteles en busca de bailarinas».
Las autoridades migratorias no respondieron directamente a lo que presenciaron periodistas de la AP.
Al solicitar comentarios al gobierno mexicano, el Instituto Nacional de Migración (INM) envió un mensaje de dos párrafos en el que señaló que colabora con las autoridades consulares y en los tres niveles de gobierno en el país para atender a los retornados, y trabaja para «mejorar las condiciones en las que las personas migrantes aguardan sus procesos en territorio nacional».
El gobierno federal, a través de la Guardia Nacional, la Policia Federal y las Fiscalías de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, han coordinado operativos para detener y perseguir a migrantes, en algunas ocasiones, «les han tirado a matar», denunció el Obispo de Saltillo, Raul Vera, tras el asesinato de un hondureño que trató de proteger a su hija de ocho años de las agresiones de agentes de Migración.
El pasado 1 de agosto, cuando esperaban el tren en Saltillo, agentes de la Fiscalía de Coahuila matan al padre enfrente de su hija.
El secretario de gobierno de Coahuila, Jesus Maria Fraustro Siller, el 10 de julio pasado hizo un pronunciamiento público contra la presencia de migrantes:
«Nosotros como Estado ya dijimos que no vamos a aceptar ninguna caravana, como caravanas ya no porque no podemos atenderlas. Nos siguen llegando por el desierto, por avión, pero nuestra preocupación son los retornados que vienen de Estados Unidos”.
Tamaulipas a través del gobernador Francisco García Cabeza de Vaca ha hecho publicó su desacuerdo con el gobierno federal de atender el problema de los migrantes y en una carta enviada al subsecretario de Gobernacion, Alejandro Encinas le escribió así:
«En Tamaulipas no se permitirá la instalación de centros de detención, retención o hacinamiento. Nuestra tierra no servirá de campo de concentración. No levantaremos prisiones para dividir familias o para separar padres e hijos”.
Y le precisó:
“La política de contención migratoria a la que el Gobierno federal se ha prestado, bajo ninguna circunstancia, puede pasar por encima de la soberanía y potestades de las entidades federativas”.
Manuel González, Secretario General de Gobierno de Nuevo León, reveló que la oficina de migración del gobierno del estado de Tamaulipas nos comentó lo que en la frontera de Matamoros cruce y frontera de Laredo cruce esta sucediendo son alrededor de un total 1063 repatriados de Estados Unidos hacia México con ellos; finalmente suben a autobuses y los trasladan a Monterrey.
Dijo que en las mini centrales y la central de autobuses tienen de manera permanente personal policíaco, en el que no se ha registrado el arribo de migrantes como trascendió en días pasados.
El calvario mayor de los migrantes se registra cuando caen en manos de los grupos criminales que los reclutan por la fuerza para formar parte de ellos. En Tamaulipas es donde se registra más este fenómeno, afirmó el Director de la Casa del Migrante en Saltillo, padre Pedro Pantoja, quien recuerda que a partir de la matanza de los migrantes en San Fernando, Tamaulipas es el territorio mas peligroso para los indocumentados, «lo peor que le puede pasar a un migrante es caer en manos de los malosos».
Una de las historias mas tristes de este problema, es el que vivió la familia Nuñez de origen hondureño que llegó a Reynosa y no pudo pasar a Mc Allen, porque los delincuentes no se lo permitieron. No vivieron para contarla, pero sí un testigo guatemalteco.
«Eran seis: padre, madre y cuatro adolescentes; dos de ellas mujeres. Un pollero nos entregó con ellos. Primero a los varones los mataron porque no aceptaron formar parte de ellos. A ellas las violaron, luego las asesinaron; andaban todos muy drogados; yo me salvé porque acepté el trabajo que me ofrecían. Fue una pesadilla», recuerda.
Ahora trabaja de soldador en un taller mecánico de Río Bravo.
Actualmente en los Estados del Noreste (Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas) deambulan por sus calles más de 12 mil centroamericanos que se quedaron sin patria y sin identidad, dice el Colegio de la Frontera Norte.
Es un problema humanitario que los gobiernos no atienden y se escudan en discursos oficiosos. Todos le echan la culpa al gobierno federal, y este a su vez responsabiliza a los gobiernos estatales de omisión y discriminación.
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