Fue en el Artefest 2010, donde el «Rebelde del Acordeón» o el «Cacique de la Campana» hizo bailar y gritar de júbilo a los otros sampetrinos de rompe y rasga que conocieron de cerca a Celso Piña, que este miércoles murió de un infarto
Por Ilich F. Cuéllar
Fotos José Mendoza
Es de conocimiento nacional que San Pedro Garza García, es el municipio más rico y con mayor poder adquisitivo de México.
Eso se nota rápidamente, mientras el camión de la ruta 203 se adentra en esta ciudad, subiendo por la avenida Lázaro Cárdenas y luego por la avenida Vasconcelos. Pero ¿cuál es el motivo que me lleva a visitar esta parte del área metropolitana de Monterrey? Simple, presenciar la participación de Celso Piña en el San Pedro Artefest 2010.
Conforme el transporta se adentra en Vasconcelos el panorama cambia: de las grandes tiendas departamentales del Paseo San Pedro, con sus autos de lujo -Ferraris y BMWs incluidos-, a las pequeñas cuadras cuyas esquinas están rematadas con tienditas y carretones de tacos, mientras los vochos abundan.
La segunda parte del recorrido consiste en tomar un taxi que nos lleve a la colonia San Pedro 400, lugar del evento, ubicada sobre la falda del Cerro de las Mitras, una de las zonas rudas del estado.
Y sí. Cruzando el río Santa Catarina el ambiente cambia. Las casas se arrejuntan y la música popular se comienza a escuchar. La plaza del barrio aparece y con ella el aire de fiesta de arrabal. Las camionetas de la policía están apostadas en las esquinas del lugar, al que la gente comienza a llegar, mientras en el escenario un conjunto de baile folklórico ejecuta su número. Debido al calor, la gente compra paletas de hielo y aguas frescas.
Lo primero que busco es el autobús del llamado Rebelde del Acordeón, ya que una breve entrevista había sido acordada con su encargada de prensa previamente. Los empleados del Artefest indican que el camión esta atrás del escenario y en ese momento aparece Elsy, la joven con la que se realizó la solicitud del encuentro, quien me avisa que en pocos minutos podremos subir mis dos acompañantes y yo a charlar con Celso. Regresa y nos autoriza a subir al viejo transporte…
Finalizada la charla, un cómico está terminando su actuación y anuncia que dentro de unos momentos, el acordeonista hará acto de presencia, por lo que la gente se vuelca sobre las vallas.
Los famosos cholos ya están en el pequeño deportivo y son un número
considerable. Su vestimenta colorida, estrafalaria y ancha hace contraste con las señoras que van con sus hijos, las parejitas y los ancianos.
Los tres hermanos de Celso y los demás integrantes de la Ronda Bogotá, grupo musical que acompaña al músico nacido en La Risca, toman sus instrumentos y comienzan a ejecutar una breve pieza musical que sirve para que el ánimo del público comience a subir.
Las luces comienzan a moverse y en eso aparece ídolo popular de los barrios regios, Celso Piña, quien se enfunda su acordeón provocando los gritos entusiastas de la gente. Saluda y agradece la presencia concurrida a pesar de lo pequeño del lugar. Las notas de Cumbia en mi Tierra se dejan oír y el bailongo se arma en varios círculos, le siguen La china y el pelón, La gitana, Los gavilanes, La mochila, entre otras.
Cuando toca el turno de Cumbia Poder -canción grabada a dúo con los regios de El Gran Silencio- el olor de una simpática hierba se dejan sentir, por lo que la policía se adentra entre la multitud para encontrar a los portadores del enervante sin lograr su cometido. Celso en el escenario bromea sobre el incidente diciendo: “una bocina se nos quemó, el equipo ahora incluye juegos pirotécnicos”.
El músico se entrega totalmente al público: baila, gesticula, arenga a la gente a cantar y bailar. La gente lo ama y él les retribuye ese cariño. Las pancartas de la raza pidiendo saludos para sus pandillas son alzadas al aire así como sus señas manuales, que también sirven como identificación.
El conjunto no interpreta nada del nuevo disco Sin fecha de caducidad pero recetan clásicos, y eso el respetable lo agradece, lo baila, lo disfruta, lo canta. En esta sociedad -y en especial este sector popular- lacerada por la violencia, la droga y la falta de valores familiares, la música sirve como válvula de escape.
La Cumbia Sampuesana escapa del acordeón de Celso, provocando una explosión de júbilo. Todos se mueven, sin importar si saben bailar, desde niños hasta los policías, pasando por el señor de las paletas y el de las botanas. Vamos, no por nada con esta icónica pieza, El Cacique de la Campana puso a sacudir el esqueleto al mismísimo Gabriel García Márquez, en una visita que hizo el Nobel de Literatura a Monterrey en 2003.
La Cumbia de los pajaritos sirvió de despedida. Once canciones después, Celso y su grupo envían los últimos saludos y agradecimientos. La gente comienza desplazarse y la policía inicia sus labores. Por mi parte, trato de encontrar la forma de regresar a mi casa desde este barrio bravo. El ambiente vuelve a cambiar y me topo con la realidad de que estoy en un lugar peligroso.
Esta es la parte que nadie toma en cuenta de San Pedro Garza García, el municipio más rico del país. Un lugar donde la cumbia, la droga y la violencia conviven a diario, pero donde a pesar de todo, los de abajo son más felices.
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