OpiniónPasado y Presente

Himno, identidad y poder portesgilista en  Tamaulipas

PASADO Y PRESENTE
Himno, identidad y poder portesgilista en 
Tamaulipas
Pedro Alonso Pérez
El 28 de enero de 1926, los acordes sonoros de un canto  victorioso colmaron el Teatro de la Reforma, ante la emoción y nutridos aplausos del respetable. Fuera del recinto decimonónico caía la noche fría sobre el río Bravo; pero dentro, el júbilo y el calor humano arreciaban. Ubicado en primera fila Emilio Portes Gil disfrutaba el espectáculo musical y, a punto estaba de tomar una decisión que, a la postre, resultaría trascendente para la entidad que gobernaba.
Casi concluía el primer año de su mandato constitucional cuando Portes Gil llegó a Matamoros, pues esta fronteriza ciudad celebraba entonces el centenario de su nombre moderno y el gobernador acudía para «coronar a Su Graciosa Majestad, la señorita doña Consuelo Zolezzi» reina de tan alegres fiestas, dice Arturo Zarate Ruiz en, Matamoros: textos y pretextos de identidad.
Aquella noche, el mandatario escuchó el Canto a Matamoros, interpretado oficialmente por vez primera, a cargo de un grupo coral y las bandas de música del estado y municipal. Parece que este canto se había estrenado antes en un ensayo o evento escolar el 18 de enero de 1926, en la Escuela Primaria Urbana “Juan José de la Garza” de aquella ciudad. Una antigua fotografía ubicada en el Archivo General e Histórico del Estado de Tamaulipas (AGHET) da testimonio de este acontecimiento educativo.
Lo cierto es que, al concluir tan singular número artístico de esa noche festiva, el ejecutivo tamaulipeco contagiado por la emoción, se levantó de su asiento y subió al escenario a dirigir florido discurso, donde agradecía y felicitaba a intérpretes, directores e integrantes de las bandas musicales; al mismo tiempo solicitaba al público y en particular a Jesús María Cárdenas, presidente municipal de Matamoros, le autorizaran proponer que ese canto se convirtiera en himno dedicado a todo Tamaulipas. Naturalmente nadie se negó a tal petición, menos viniendo del fortalecido gobernante y caudillo del Partido Socialista Fronterizo (PSF), recién fundado en mayo de 1924.
Ocurrencia o espontaneidad ejecutiva de Portes Gil – llamado “el Jefe Nato” – la decisión de aquella noche se tornaría visionaria. Al menos, serviría para que la entidad contara en lo sucesivo con un himno propio y superara la extravagancia legal de tener al Cielito Lindo como himno local, según lo ordenaba un decreto de 1918, emitido durante el breve gobierno de Emiliano P. Nafarrate. Con los trámites legales y otros arreglos necesarios aquel canto dedicado a Matamoros se convirtió en Himno a Tamaulipas, como lo propuso Portes Gil; y al paso del tiempo, se decantó en clara señal de identidad regional, cultura cívica y pertenencia federalista de los tamaulipecos. «Viva Tamaulipas altiva y heroica/ La región que dormita/ en la margen del río». Así inicia el himno referido, sustituyendo el verso original de “Viva Matamoros altiva y heroica”. Ya con sus acordes transportados de canto a himno, años después se realizaron otros cambios durante el gobierno de Norberto Treviño Zapata en 1957, y desde entonces data la partitura todavía vigente. Todo este proceso fue la “invención de la tradición” en el sentido planteado por Hobsbawm, que en el caso tamaulipeco – como puede verse – surgió desde arriba y no se explicaría sin la voluntad política del poder.
Autores del himno que pronto dio identidad y orgullo a los tamaulipecos, fueron los músicos yucatecos: Rafael Antonio Pérez compositor de la letra y Alfredo Tamayo Marín creador de la música; ellos habían laborado antes por otros rumbos del país en las misiones culturales de José Vasconcelos, pero se incorporaron plenamente al proyecto educativo-cultural de Portes Gil en esta entidad norteña. Programas donde también destacaron reconocidos artistas locales, como Lorenzo Barcelata, Ernesto Cortázar, Antonio García Planes, Alberto Caballero y luego Agustín Ramírez con Carlos Peña, que sustituyeron a los dos anteriores, muertos en penoso accidente; todos integraron el grupo musical «Los Trovadores Tamaulipecos» de éxito nacional e internacional, y a quienes debemos piezas como «El corrido del agrarista» y «El Cuerudo Tamaulipeco», iconos musicales en la entidad, según recuerda el mismo Emilio Portes Gil en, Raigambre de la revolución en Tamaulipas. Autobiografía en acción.
Aquella década de 1920, durante la posrevolución, fue tiempo donde el naciente nacionalismo revolucionario se expresaba en México con diversas manifestaciones culturales y artísticas; el muralismo y la pintura serían el mejor ejemplo de ello, con Diego Rivera y Frida Khalo, entre otros ilustres personajes. Mientras en Tamaulipas el gobierno portesgilista otorgaba impulso a la música vernácula, con temas y ritmos que fomentaban la “identidad popular”, lo cual marcó definitivamente la memoria colectiva en este estado del noreste mexicano.

El mismo año que nació el Himno a Tamaulipas, Emilio Portes Gil terminó por imponerse a sus competidores internos en cruentas disputas políticas y electorales; la hegemonía portegilista como dirección intelectual y moral sobre las masas fue conseguida no solo mediante consensos, según han creído varios. Este proceso no se redujo a crear la Dirección de Estética y nombrar titular de ella al profesor Alfredo Tamayo en febrero de 1926 o al mantenimiento de programas culturales y políticas sociales; la coerción y la fuerza acompañaron otras decisiones gubernamentales: en enero habían destituido al presidente del Congreso Local, teniente coronel Herminio Rodríguez, anterior presidente del PSF vuelto contrario al gobernador; en abril, Portes mando sitiar el recinto legislativo con centenares de agraristas, siendo expulsados la mayoría de los diputados, y en septiembre varios adversarios fueron encarcelados. Está claro, en 1926 se consolidó el poder de Portes Gil derrotando a ex gobernadores coaligados y a los residuos del viejo partido liberal; conteniendo la influencia de Morones representada por la CROM y el Partido Laborista Mexicano (PLM); neutralizando al cacicazgo de los Carrera Torres y su Partido Socialista de Tamaulipas (PST). En fin, apoyado entre otros, por Marte R. Gómez, Juan Rincón, Federico Martínez Rojas, Pedro González, Magdaleno Aguilar y el profesor Graciano Sánchez, líder agrario llegado de San Luis Potosí, el portesgilismo se convirtió en hegemónico y su poder autoritario duraría alrededor de veinte años en Tamaulipas…

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