OpiniónVictoria y Anexas

El bandido de la frontera

 

VICTORIA Y ANEXAS

Por Ambrocio López Gutiérrez

El bandido de la frontera

 

Juan Nepomuceno Cortina, apodado EI chino, nació en Camargo, Tamaulipas en el año de 1824, tres años después de que México había logrado su independencia de España. Era miembro de una familia prominente en la zona fronteriza de los ríos Grande y Nueces. Sus abuelos fueron los primeros colonizadores de esa región. Eran dueños de grandes extensiones de tierra cultivable y tenían enormes cantidades de ganado; vale la pena señalar que en esas regiones se originaron los vaqueros, que pasaron a la fama por las películas de «cowboys».

En un reporte elaborado por Bianca Sugey Hernández Sánchez, estudiante de la licenciatura en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural (UAT) se dice que: 1847, a los 23 años de edad, se entregó al ejército del general Mariano Arista, quien llegó a la ciudad de Matamoros, Tamaulipas para enfrentar la avanzada del general estadounidense Zachary Taylor que se disponía a invadir territorio mexicano, dando con ello inicio a la guerra México-Estados Unidos. Cortina organizó a los vaqueros que trabajaban para él y para otros ranchos vecinos, quienes ingresaron a las filas del Ejército mexicano. Al finalizar esa guerra hubo que trazar una nueva línea fronteriza, lo que causó que las propiedades de la familia Cortina quedaran divididas entre los dos países: gran parte en el lado texano y el resto en Tamaulipas.

Entonces se dedicó a trabajar en su rancho San José, ubicado en la nueva población fronteriza, del estado de Texas, llamada Brownsville, en donde logró desarrollar grandes hatos de ganado. A pesar de las constantes agresiones que sufrió por parte de quienes ambicionaban su propiedad, continuaba siendo un hombre económicamente poderoso. Sin embargo, en el aspecto político, esto no era, así pues, aunque se permitía votar a los mexicanos que permanecieron del lado texano, se les negó la posibilidad de ocupar algún puesto político o militar. Cortina no se conformó con tener una posición de segundo nivel y decidió ingresar al Ejército mexicano en Tampico, Tamaulipas, aunque siguió viajando continuamente a Brownsville para vigilar sus prósperos negocios.

En 1850, junto con un grupo de mexicanos de Texas le pidió al Congreso de los Estados Unidos la creación del territorio del Río Grande, que se ubicaría en la región sur de Nuevo México para formar ahí una república propia de los ahora mexicanos estadounidenses. Por supuesto que su petición fue denegada. En 1859 Cortina organizó un ejército cuyo objetivo era garantizar la igualdad de los mexicanos en Texas. Ese año, durante una de sus estancias en Brownsville, presenció la golpiza que el «Marshall» del lugar propinaba a un trabajador del rancho de su madre. Le pidió que dejara de azotarlo porque él se haría cargo de solucionar el problema que pudiera existir; al contestarle el estadounidense con un insulto Cortina le disparó, montó en la grupa de su caballo al peón y salió huyendo del lugar.

El 16 de septiembre Cortina celebraba con una fiesta la Independencia de México. Ahí surgió entre amigos la idea de enfrentar y acabar con los maltratos y asesinatos que estadunidenses cometían con mexicanos. Salieron del lugar y pistola en mano llegaron a la cárcel, en donde liberaron a los mexicanos presos. El contingente que llegó se hizo en pocos minutos más numeroso; entonces se dirigieron a la oficina del «Marshall», quien, avisado de lo que estaba sucediendo, había logrado huir. Las armas con que proveyó a su gente se las compró a un mexicano dueño de una tienda de armamento, a quien llegó a despertar esa misma noche. Al llegar una patrulla estadounidense procedente del poblado vecino, la banda de mexicanos se dispersó y huyó a Matamoros, pero poco después regresaron a Brownsville y tomaron la oficina del «Marshall».

A pesar de las súplicas que sus amigos y su familia le hicieron para que desistiera de su plan, no lograron convencerlo. A los dos días de tener bajo su control la ciudad, emitió una proclama en donde presentaba a todo el pueblo sus razones por las que habían organizado la asonada. Ahí exigía que los estadounidenses que habían asesinado a mexicanos fueran castigados, y a continuación presentó una larga lista de los nombres de los que habían sido muertos. Llegó a Brownsville un pelotón del Ejército de Estados Unidos proveniente de San Antonio, Texas y en un enfrentamiento capturaron a uno de los hombres de Cortina, de nombre Tomás Cabrera, precisamente cuando el mexicano consideraba que había dado una demostración de fuerza y organización suficiente para lograr la igualdad de los mexicanos, por lo que había preparado su retirada a Matamoros.

Pero ante tal acción decidió no abandonar a su suerte a su compañero y permaneció en Brownsville. Volvió a reunir a su gente y les pidió a las autoridades del lugar liberaran a Cabrera o quemaría el poblado. Al principio el grupo de Cortina se componía de mil 500 elementos contra 100 de los estadounidenses, aunque éstos fueron ayudados por un pelotón del Ejército de Tamaulipas. Cortina volvió a resultar vencedor y pidió la libertad de Cabrera a cambio de dejar libre la ciudad. Entonces comenzó lo que se conoció como la «guerra de Cortina» contra un ejército estadounidense reforzado, pero con el control de los mexicanos sobre la ciudad, quienes combatían al grito de «¡Mueran los gringos! ¡Viva la República Mexicana!»

Cortina emitió una segunda proclama en donde pedía que se cumpliera con lo pactado en el tratado de Guadalupe Hidalgo, en donde se reconocían los derechos de los mexicanos. Hablaba en nombre de los «sagrados derechos de nuestra preservación» y terminaba diciendo: «Estoy listo para ofrecerme yo mismo en sacrificio para que ustedes obtengan su felicidad y les aseguro que no tendrán nuestras tierras sino hasta que las rieguen con su propia sangre». El control sobre toda la parte del bajo Río Grande duró siete meses, tiempo en el cual el ejército texano continuó reforzándose. Cortina estuvo a punto de ganarles la última batalla, pero la superioridad numérica de aquéllos se impuso.

Entonces se refugió en Matamoros, en donde era considerado como un verdadero héroe. Dos años después los «rangers» buscaban cualquier pretexto para atrapar al que llamaron el «bandido rojo de la frontera norte». Invadieron suelo mexicano varias veces, pero nunca pudieron capturarlo. En 1861, durante la Guerra Civil de Estados Unidos, Cortina se incorporó como enganchador – Unión Agent – contra los estados confederados del sur, pues se oponía a la esclavitud en cualquier lugar donde se diera. En 1864, cuando la invasión francesa contra México se sometió al Imperio de Maximiliano, causó desconcierto en el presidente Benito Juárez, quien lo había nombrado gobernador y comandante militar del estado de Tamaulipas.

Sin embargo, al siguiente año defeccionó y se declaró contra el Imperio, volviendo a ser aliado de Juárez. Logró reunir un gran ejército y enfrentó a las fuerzas intervencionistas que desembarcaron en el puerto de Tampico. En estas batallas se distinguió por su valentía y conocimiento militar. La actitud de los estadounidenses de Texas hacia él cambió de manera radical cuando combatió contra los franceses. Debido a que Estados Unidos apoyaba a México, Cortina fue considerado en el mismo Brownsville como un gran personaje, llegando a ser el invitado especial del 4 de julio y recibiendo honores y distinciones de carácter oficial.

Al mismo tiempo, por acuerdo presidencial, al batallón más grande del estado de Tamaulipas se le denominó «Batallón Cortina». A partir de entonces se le designó general de brigada y se unió al mando de su propio ejército al general en jefe de las fuerzas armadas de Juárez, Mariano Arista. Ante la expulsión de los franceses permaneció en su estado natal, hasta que en 1871 se pronunció contra el gobierno de Juárez. Como continuara siendo un personaje respetado comenzó a formar un ejército fuerte a ambos lados de la frontera (www.zermeno.com).

Por tal motivo, y con el pretexto de culparlo del delito de abigeato, fue consignado a la ciudad de México en el año de 1875, cuando era presidente Sebastián Lerdo de Tejada, sucesor de Juárez. Ante tal acción, la sociedad de trabajadores Miguel Hidalgo, de San Antonio, Texas, inició una colecta para apoyar su defensa. Cortina volvió a la frontera trece años después, en 1890, en donde fue recibido como héroe y regresó a la ciudad de México, en donde murió pocos años después. Juan Nepomuceno Cortina, el «bandido rojo», fue el primero a quien se le compuso un corrido, esa historia oral musicalizada que mantiene vivas las acciones heroicas.

Correo: amlogtz@gmail.com 

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