MIRADA DE MUJER
Luz del Carmen Parra
Soñar el futuro
Octubre sin duda es uno de los meses que más disfruto. No sé a qué se deba, pero estas noches llenas de luna me invitan desde siempre a la espiritualidad, a la reflexión. Esas preguntas que surgieron en mis primeros años de adolescente, quién soy, que quiero, que busco, a donde voy, vuelven al tintero en forma retadora, ahora a mis sesenta y tantos.
Recuerdo que esos cuestionamientos me ayudaron a construir una ruta en mi vida. A planear lo que necesitaba hacer para llegar a alcanzar lo que visualizaba en mis años por venir. Era muy perseverante cuando me proponía algo. Tenía mi plan número uno, y si no resultaba, ponía en marcha el plan número dos y, si por cualquier cosa fallaba, podía ejecutar mi plan de emergencia.
Eso me permitía mantenerme concentrada en mis objetivos. Sabía que me podría encontrar obstáculos en el camino y me preparaba para enfrentarlos. Visualizaba varias alternativas de solución y hacía todo lo que estaba a mi alcance porque sucediera. No me gustaba la idea de verme envejecida a los 20 años con un matrimonio a cuestas y la responsabilidad de varios hijos, a tan temprana edad.
Así empecé a soñar, a visualizarme como una joven universitaria recorriendo los espacios maravillosos de la Universidad Nacional Autónoma de México. Pasaba muchas horas rodeada de libros y escuchando música. Me gustaba ver sobre la pared mi colección de postales, como si fuera un mural. Invitadoras, estimulaban mi imaginación. Múltiples paisajes de la Ciudad de México me esperaban. Poco a poco fueron incorporándose en mi mente y construyendo un futuro que me llamaba a vivirlo a mi manera. A descubrir un mundo diferente.
Podía, si me lo proponía, alcanzar nuevos horizontes y darle sentido a mi vida. Sentía una necesidad de trascender, de conocer otras formas de pensar. Algo me motivaba a buscar más allá de los límites de las montañas que rodeaban mi entorno. Un impulso que me llenaba de ilusión y entusiasmo, que hacía que todo pareciera más fácil.
Siempre he agradecido a Dios, que antes de tocar una puerta, tuviera enfrente varias abiertas esperando decidir por cual entrar. Un abanico de oportunidades, retándome a aprovecharlas, a no dejarlas pasar. Sabía a donde quería llegar. Tenía muy claro que, si perseveraba, lo podía lograr. Resolviendo, siempre resolviendo en su momento, lo que se presentara y manteniéndome firme, paso a paso.
Cada mañana cuando llevaba mis hijos al colegio, escuchaba en un programa de radio, una frase que me confirmaba la importancia de construir un plan de vida, y si es a temprana edad, mucho mejor. Con voz firme el locutor cerraba diciendo: Cuando un hombre no sabe a dónde va, termina por estar, donde no quiere”, y reflexionaba en mi propia experiencia, dándole toda la razón.
Hoy, muchos jóvenes se enfrentan a la encrucijada de no saber qué hacer, que profesión elegir, cómo decidir qué camino tomar en su vida. Muchos distractores han impedido una sana reflexión sobre sí mismos. No saben quiénes son, desconocen con qué habilidades cuentan, no identifican sus fortalezas para aprovecharlas. En qué son buenos.
Se deslumbran por las promesas de un mercado laboral tan cambiante como el clima en la ciudad de México. La infinidad de ofertas de carreras profesionales, mas que orientarlos, la verdad, creo que acaban por confundirlos. Se preguntan, en que profesión tendrán mayores ingresos, realizando el menor esfuerzo, sin cuestionarse realmente que quieren hacer en su vida, que tipo de destrezas poseen, que tareas les permiten desarrollar su creatividad y sentirse realizados, satisfechos, útiles, y que, a la vez, les provea lo necesario, para alcanzar el nivel de vida que desean.
Creo que lo básico para elegir, es saber que quieren, con qué recursos personales cuentan y hacer un plan para conseguirlo. Concentrar sus esfuerzos en ello. Si no saben que buscan, cómo van a encontrarlo. Hacia donde se dirigen, sino saben hacia dónde van. La respuesta no está afuera, en las alternativas que se ofrecen para todos. Es necesario buscar dentro de cada uno, que se le acomoda, qué es lo que cumple con sus expectativas. Son ellos los que tomarán del mundo lo que necesitan para explotar sus propias habilidades. No ellos, los que deberán adaptarse a las necesidades del mundo.
Yo sigo cuestionándome que sigue en esta nueva etapa de mi vida. No quiero terminar adaptándome a las circunstancias que limitan mi edad. Quiero mantener el control de mis proyectos. Quiero seguir soñando el futuro, como cuando tenía 17.
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