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MONTERREY 1936: Cuando la IP regia enfrentó a Cárdenas

Tras la huelga en la empresa Vidriera surge la disputa entre el presidente Lázaro Cárdenas y los patrones regiomontanos por manipular los sindicatos rojos y blancos, desencadenando la balacera capitalista contra una manifestación que causa tres trabajadores muertos y decenas de heridos, en la que ningún empresario es culpable.

La huelga en la vidriera en 1936

Luis H. Alvarado

En el Monterrey de 1936, el empresariado regiomontano observa nervioso la alianza de un movimiento obrero con el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas.  Pero los patrones temen que lleguen a contaminarse los sindicatos blancos manejados por ellos, bajo la tesis de que “no tenían necesidad de llegar a la confrontación ni a la huelga como lo hacían los rojos”.

En esta etapa se afianzan las estructuras postrevolucionarias, aparecen movimientos progresistas y reformas legales. Surge el comunismo mexicano luego de la Gran Depresión de 1930 y la crisis del capitalismo; hay una mejoría de la economía y del PIB y la tierra sigue en poder de los hacendados.

El PNR –antecedente del PRI- se acaba de formar y su creador Plutarco Elías Calles es expulsado del país por Cárdenas. Nace la CTM.

Bajo esta atmósfera es como se da la primera confrontación abierta del siglo XX entre los empresarios locales y la política de masas del Presidente de la República, quien por su lado advierte del riesgo de lucha armada. Los capitalistas se van al paro técnico.

A la serie de declaraciones y descréditos entre la clase alta y el Ejecutivo vendrían meses de turbulencia que hacen crisis el 29 de julio de ese 1936, en que luego de una manifestación de asalariados en el centro de Monterrey, éstos son agredidos a balazos por la propia mano de los capitanes de empresa quienes los acusaban de ser comunistas revoltosos.

La huelga de Vidriera, el inicio

Esta balacera provoca la muerte de tres manifestantes y heridas a más de 30 compañeros suyos, en un hecho que viene a sentar precedente en la historia de la justicia Penal de Nuevo León.

En febrero de ese año ya se había registrado la huelga de Vidriera Monterrey, inicio del encono entre trabajadores, patrones y gobierno. Los obreros de esa empresa demandaban un nuevo contrato colectivo de trabajo y los capitalistas acusaban  a la Junta de Conciliación y Arbitraje y al gobierno de apoyar a los paristas.

Los empresarios eran acusados a su vez de manipular a los sindicatos blancos, como parte de  una maniobra que desarticulaba el movimiento obrero y convertía en marionetas a sus dóciles trabajadores.

Y desde el punto de vista legal es considerado como uno de los casos judiciales penales más controversiales por haber participado miles de antagonistas, por haber detenido a más de 500 agresores sin que haya sido posible determinar quiénes dispararon.

Más aún porque las nueve armas encontradas a los empresarios se dictaminó que tenían más de un año de no haber sido disparadas.

El laboratorio nacional en Monterrey

Todo inicia el 1 de febrero de 1936 –a dos años de iniciado el gobierno de Cárdenas-. Los obreros ‘rojos’ de Vidriera Monterrey paralizan la planta reclamando el contrato colectivo de trabajo. Disputan el convenio con los ‘blancos’ patronales, luego se fusionan y estallan la huelga.

En respuesta, los patrones solidarios de otras empresas promueven “paros técnicos” en las diversas factorías atribuyendo a los comunistas el desorden. Manipulan a sus sindicatos pro empresariales y marchan por miles en protesta.

Emplazan al gobierno federal a que defina su posición política y apoye a los empresarios.

Lázaro Cárdenas viene a Monterrey el 8 de febrero y expone la conveniencia de resolver los conflictos en forma tripartita, además de sugerir la creación de una central obrera única. Dice que es necesario que las empresas no intervengan en la organización de los obreros como ocurría.

Luego de estas declaraciones presidenciales, la Vidriera accede a las demandas de sus empleados y para el 24 de ese mes nace a nivel nacional la Confederación de Trabajadores de México.

“Los empresarios de Nuevo León dijeron ser víctimas de una conspiración comunista ante la cual el gobierno no les otorgaba garantía alguna para defender sus intereses. Para ellos eran tan comunistas Cárdenas como la CTM, pero también les molestaba la política agraria y la creciente politización campesina”, refiere Carlos Tello en su libro Estado y Desarrollo Económico en México 1920-2006, (México, UNAM, 2007).

A raíz de la huelga de Vidriera, la Junta Patronal, por conducto de Antonio Rodríguez, Gerente de la Cámara de Comercio declara: “Estos actos nos dan a entender que el gobierno pretende llevar a cabo una política contraria a los intereses de Monterrey por lo cual organizamos la manifestación a fin de que defina la situación y diga si es abiertamente comunista o es respetuoso de la ley”, según la Historia Documentada de la CTM, 1936-1937 (México, 1981, p. 50).

 Nace la CTM comunista impulsada por Lázaro Cárdenas

Clase media 15%; pobres 84%; “ricos, un puñado”

Para 1934 la economía nacional empieza a recuperarse después de la Gran Crisis de 1929-1932, pero seguía siendo mandada por un puñado de ricos, un 15 por ciento de clase media y un 84 por ciento de pobres, señala Luis González en Los Artífices del Cardenismo, vol. 14 de Historia de la Revolución Mexicana 1934-1940.

El modelo es capitalista pero con una mayor participación del estado en la economía.

En el campo, la tierra productiva es poseída por más de 13 mil hacendados con el control de más del 83% de las áreas ricas. Los ejidatarios beneficiados por la reforma agraria posterior a 1915 solo eran 668 mil y poseían el 8.3 por ciento de la tierra y el resto –menos del 9%- por pequeños y medianos dueños. Cárdenas reparte más de 20 millones de hectáreas y recibe la crítica del Papa Pío.

En un documento sobre Historia de la Vidriera Monterrey, uno de sus principales accionistas Roberto Garza Sada indica que ésta es fundada en 1902, dirigida por su padre  Isaac Garza  y en 1909 disfruta del régimen de exención de impuestos.

Mientras, a nivel nacional estaba en expansión el proyecto de creación del Comité Nacional de Defensa Proletaria para aglutinar a la clase obrera en su conjunto, con su antecedente, la Confederación Sindical Unitaria.

“Pero fue ese conflicto –el de Vidriera Monterrey- que el enfrentamiento entre los empresarios nacionales y la administración cardenista llegó a su punto más alto”, escriben por su lado Samuel León e Ignacio Marván en su obra En el Cardenismo 1934-1940, (México,UNAM- Siglo XXI, p. 74).

Añade que la declaración patronal de Monterrey por boca de Antonio Rodríguez es un acuerdo de paro empresarial para derrocar a Morales Sánchez, gobernador de Nuevo León, por favorecer a los sindicatos rojos a través de la Junta de Conciliación, a pesar de tener  Vidriera ya celebrado un contrato colectivo de trabajo con un sindicato blanco hasta 1937.

Para el historiador Israel Cavazos, “entre 1934 y 1936 no hubo menos de un centenar de huelgas y paros”, señala en el capítulo El Noreste: Nuevo León, en la obra colectiva Visión Histórica de la Frontera Norte, (Mexicali, UABC, V. 5, p. 145)  y agrega que la crisis laboral  da lugar a la formación de las centrales obreras Federación de Trabajadores de Nuevo León (roja) y la Federación Nacional de Sindicatos Independientes (blanca).

   Lázaro Cárdenas sometido por patrones regios

‘Tata’ se reúne aquí con obreros y empresarios

Ante la polarización del conflicto, el 7 de febrero de ese 1936 Lázaro Cárdenas viene a Monterrey a una manifestación de 18 mil trabajadores en apoyo a su gobierno. Al término de la marcha se reúne con todas las organizaciones obreras regias, entre estas los Sindicatos Independientes, la FROC y CGT.

Les reitera a los dirigentes de todos los colores que su gobierno no tendrá preferencia por alguna central obrera. Al final, los dirigentes Valentín Campa y Juan Téllez invitan a todas las agrupaciones a participar en el próximo Congreso de Unificación Proletaria, lo cual daría origen en ese mismo 1936 a la CTM.

Cuatro días después de reunirse con los obreros, Lázaro Cárdenas se junta con los empresarios regios a quienes da a conocer una serie de precisiones que suenan a regaño y advertencia. Los patrones se oponen a que los sindicatos de sus empresas hagan ronda con los rojos.

“Considerábamos que se trataba de un generalón afortunado (Cárdenas), sin preparación alguna, violento, carente de todo don de gentes e incapaz, por lo mismo de entender de problemas de altura, dice el cronista orgánico del Grupo Monterrey  (José P. Saldaña)”, refiere por su lado Abraham Nuncio Limón, en su obra El Grupo Monterrey, (México, Nueva Imagen, 1982, p.74).

El gobernador del estado lo es el cardenista Gregorio Morales Sánchez, quien acusa a los empresarios de hacer una tormenta en un vaso de agua, por lo que estos dejan de invertir y alzados amenazan con más, creando el 22 de febrero la Acción Cívica Nacionalista en la entidad, para oponerse a la agrupación proletaria y sindical.

Gregorio agudiza las cosas al declarar que quiso incorporar la educación socialista a la enseñanza pública, así como de iniciar actos de gobierno para lograr que los sindicatos blancos se independizaran verdaderamente de los patrones. Todo se le complica y renuncia el 1 de mayo de 1936.

Morales es sustituido por el militar Anacleto Guerrero Guajardo, quien entrando destituye a varios funcionarios de la administración estatal y al alcalde regiomontano Heriberto Montemayor, por haberse enfrentado a los empresarios en la lucha por el control de sindicatos, indica por su lado el texto Los Gobernantes de Nuevo León en sus página 228.

Acción Cívica Nacionalista, precursora del PAN

Acción Cívica Nacionalista fue creada por los empresarios para crear conciencia cívica del combate al comunismo y fue considerada por los opositores como ‘nido de reaccionarios’. Duró menos de un año, pero logró reunir a miles entre sus filas, precisa por su lado Andrés Montemayor Hernández en su obra Historia de Monterrey.

Acción Cívica Nacionalista es considerada como una de las ramas incipientes de lo que conformaría tres años después, en 1939, la fundación del Partido Acción Nacional.

La llegada de Anacleto Guerrero al gobierno nuevoleonés marca una confusa corriente, pues siendo cardenista se da a la tarea de atacar a los que consideraba agitadores comunistas. Clausura la Escuela de Cooperativismo “y desocupa a los profesores de ideas radicales, entre ellos los doctores Mateo A. Sáenz y Angel Martínez”, dice Montemayor.

En una nota local publicada por El Porvenir (Monterrey, lunes 27 de junio de 1936, p. 5) se informa que miembros de Acción Cívica Nacionalista que se reúnen en el parque Cuauhtémoc el sábado a las 9 de la noche. Dice la nota: “miles de asistentes produjeron verdaderas tempestades de aplausos a cada uno de los oradores que abordaron la tribuna”.

ACN formaba parte de la reacción “anti cardenista o decididamente fascista” que surge de 1935 al 38, formada entre otros por los Camisas Doradas, La Confederación de la Clase Media, Liga de la Defensa Mercantil, El Comité Nacional Pro-Raza, La Unión de Comerciantes Mexicanos, Juventud Nacionalista Mexicana, Partido Cívico de la Clase Media”, entre otros.

“Estaban encabezados por la Confederación Patronal de la República Mexicana, cuyos ingresos venían de Monterrey, de las compañías petroleras y de Europa”, consigna por su parte Fernando Benitez en su libro Lázaro Cárdenas y la Revolución Mexicana III, (México, F. C. E., 1978, p. 192).

Fabrica Vidriera Monterrey

“Esto nos llevará a una lucha armada”: advierte a patrones

Cárdenas se ve obligado a expedir lo que se ha dado en llamar los 14 puntos de su política obrera. En el número 4 expresa la “seguridad de que las demandas de los trabajadores serán siempre consideradas  dentro de las posibilidades económicas empresariales. El 6 niega a los patrones toda facultad para intervenir en los asuntos internos sindicales y a los trabajadores a intervenir en el derecho de los empresarios a organizarse legalmente.

En el 10 hace referencia a la existencia de pequeños grupos comunistas “Su acción en México no compromete la estabilidad de nuestras instituciones, ni alarma al gobierno ni debe alarmar a los empresarios”. El 11 indica: “Más daño que los comunistas, han hecho a la nación los fanáticos que asesinan profesores, que se oponen al cumplimiento de las leyes y del programa revolucionario y, sin embargo, tenemos que tolerarlos”.

Más drástico, en el punto 13 les dice que “la clase patronal debe cuidarse de que sus agitaciones se conviertan en bandería política, porque esto nos llevará a una lucha armada”. En el 14 les remata diciendo que “los empresarios que se sientan fatigados por la lucha social pueden entregar sus industrias a los obreros o al gobierno. Eso será patriótico, el paro no”, según condensa el autor Leonel Durán en su libro Lázaro Cárdenas, Ideario Político.

Dos años antes, en su campaña política a la presidencia, Lázaro había expresado a los obreros y campesinos que no eran necesarios sus vítores entusiastas o manifestaciones ruidosas, sino su preocupación constante por agruparse en un solo frente, por despojarse de prejuicios, por arrollar los obstáculos que se opongan al triunfo de los postulados de la renovación social”.

Los empresarios regios no se quedan atrás y el 11 de marzo de ese 1936 “le recuerdan al presidente que en Monterrey dijo que las leyes se deben interpretar con sentido revolucionario” y que esto se prestaba a que “otras autoridades abusen por la gravedad, en extremo elástico del concepto”.

También acusan a ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de declararse revolucionarios antes que jueces, “que condenan al patrón por el solo hecho de serlo”, pero que “tampoco entregarán sus empresas al gobierno cuando estén fatigados”.

Los iniciativos piden que todos, empresarios, obreros y gobierno cumplan la ley. Dicen que colaborarán en mejorar la condición de las clases proletarias, “sólo pedimos que se nos dé la protección legal a que tenemos indispensable derecho”.

Cárdenas les responde el 14 de marzo del mismo año 36. Sostiene que hablan con pesimismo, les recrimina su postura; defiende a los ministros de la Corte y acusa a los patrones “de tener utilidades cuantiosas, en contradicción con la bancarrota que públicamente dicen tener”.

“Está por salir un carro de ferrocarril con armas a Monterrey…”

Cuatro meses después se registran los asesinatos de los tres obreros del que no se conoce un culpable, al menos legalmente.

Un dirigente obrero, de electricistas y testigo de la balacera, Félix Torres Gámez –fallecido en 1996- da su versión en el libro Tiempos de Lucha Obrera, del autor Ramón Villarreal Guajardo (Monterrey, Grafo Print, 200, p. 28):

“El 29 de julio de 1936 llevamos a cabo una asamblea pública de apoyo a la lucha de españoles republicanos. El mitin se celebró frente al casino Monterrey en la plaza Zaragoza. Al terminar nos fuimos caminando por la calle Zuazua y al pasar por las calles de Morelos, la manifestación fue atacada a balazos desde la oficina de Acción Cívica Nacionalista (agrupación de la patronal de Monterrey)”.

“Mataron a cuatro compañeros: Bárcenas, Alcocer, Palacios y a un compañero ingeniero, también salió herido Tomás Cueva con dos balazos,  uno en el estómago y otro en la pierna. A raíz de esto nos dimos cuenta que la patronal estaba rabiosa por los sindicatos rojos que crecían en Monterrey”, (p. 29).

Torres Gámez relata en otro segmento cuando siendo diputado local junto con el general Marcelino González y el capitán Gárate fueron en una ocasión a Laredo, Texas con el consejable Juan Bools, en una misión confidencial que hasta ahora a la luz de esta investigación se advierte la dimensión de los hechos.

“Cuando llegamos a la casa de Bools le dijo al general Marcelino González: ‘quiero que me haga el favor de decirle al presidente Lázaro Cárdenas que destituya al jefe de la zona militar de Tamaulipas”. “Sí señor yo le llevaré el mensaje al general Cárdenas, pero ¿Qué razón tiene usted para pedir eso?”, preguntó Marcelino.

“La razón es que está por salir un carro de ferrocarril lleno de armas para una empresa particular en Monterrey”, contesta el gringo Bools.

“Esas armas las querían los Garza Sada para hacer una revuelta contra el gobierno de Cárdenas”, señala Torres Gámez en su relato en la página 31 de Tiempos de Lucha Obrera. También refiere cómo queriendo iniciar un negocio de vidrio soplado “no pudimos levantarlo, en parte porque no lo conocíamos y en parte porque venían muchachos aleccionados por la Vidriera Monterrey y se llevaban a nuestros trabajadores a tomar cerveza, se las pagaban y los emborrachaban”.

“La patronal se vale de muchas mañas y la Vidriera Monterrey no nos dejó crecer, nos tronó y nos boicoteó totalmente”, anota quien fuera el primer dirigente sindical electricista en la ciudad.

 Involucrados en la matanza

Otro testigo muy cercano a la zona de los disparos, Juan Manuel Elizondo da su versión de los hechos atribuidos a los capitanes de empresa:

“Alguien de la CTM promovió un mitin-protesta nocturno para que fuera más gente y ese fue el que se realizó en las escalinatas del Casino el 29 de julio de 1936, yo asistí a ese mitin…Cuando termina el último, Tomás Cueva, nos ponemos a comentar cómo había estado y se da cuenta que la gente desfilaba de Zuazua hacia el norte y a una cuadra de ahí estaban en el antiguo edificio de Correos y una famosa Acción Cívica Nacionalista, que no sabíamos que era”, refiere por su lado el líder obrero Elizondo, en la obra Juan Manuel Elizondo. Memorias, editado por Raúl Robledo Avalos, (Monterrey, UANL, 2008, p. 28).

Expresa que Tomás trató de impedir que avanzaran gritándoles ¡No, por ahí no! “fuimos a detenerlos cuando ya estaban dando vuelta por la calle Morelos y ese edificio tenía un portón grande de una cortina de fierro. Logramos casi llegar hasta ponernos entre la puerta y ellos para decirles que siguieran, llegamos en el momento que iban bajando la cortina. A mediación sonó un disparo. Tomás dobló una rodilla. Le dije ¿Qué te pasa? “Nada, córrele”.

“El caminó a Zaragoza y cuando sonó el disparo se iluminó el cielo, había como 50 personas disparando a la gente, se parapetó atrás de un camión (Cueva), estaba herido en el vientre, no sabía qué ocurría, solo la balacera, en vez de seguir por la misma acera, crucé a la de enfrente y estaba viendo caer a la gente (los trabajadores), me fui por Zaragoza hasta la plaza y luego volteé por atrás del edificio para ver qué había sucedido”, añade Elizondo en el relato.

“Llegaron ambulancias, hubo tres muertos, llegó la policía, cercó el edificio, se llevaron a la gente –puros capitanes de industria- no menciono nombres, los publicó en un libro Mateo Sáenz, puedo mencionar algunos, don Joel Rocha, Roberto Garza Sada, los abogados de los industriales, todo lo que era la plana mayor de industria… A todos los apresaron pero se los llevaron a la penitenciería, pero a las cuatro de la mañana llegaron camiones de la zona militar, se los llevaron a declarar: ‘Que ellos no habían disparado, en el edificio nadie encontró ninguna arma’, consigna Elizondo en la obra.

El recordado Juan Manuel refiere cual era la actividad de los 150 fascistas, llamados Camisas Doradas, traídos de la capital del país: “…jóvenes aristócratas andaban así, luciéndose como villistas, pero empezaron a hostigar a los sindicatos y donde había alguna huelga pasaban en la noche y disparaban contra la gente que estaba ahí, pero una vez lo hicieron cuando pasaban frente al sindicato de la sección 67 e hirieron a uno de los veladores”, (p. 28, op. cit.).

Las manos que disparan

De cinco movimientos de huelga que ha tenido la Vidriera, el de 1936 ha sido el más agudo.

En su libro El Grupo Monterrey, el investigador Abraham Nuncio Limón señala: “Ante una serie de despidos arbitrarios, el Sindicato General de Trabajadores de Vidriera Monterrey formado desde 1934, le disputa la titularidad del contrato colectivo al que la ostentaba con la aprobación –literal- de la empresa: ‘uno llamado irónicamente Sindicato Rojo Independiente Vidriera”, (p. 72).

La revista Actividad, el órgano de difusión económica del empresariado se transforma en un medio informativo que critica cada paso del gobierno cardenista en favor de obreros o campesinos.

La agrupación empresarial Acción Cívica Nacionalista ya estaba integrada en Monterrey. Para el 29 de julio de 1936 se concentran miles de trabajadores no ‘blancos’ en la plaza Zaragoza, hablan Tomás Cueva, dirigente de la FTNL, además de representantes de albañiles, meseros, mineros, estudiantes. Piden la disolución de Acción Cívica y de los Camisas Doradas.

Los trabajadores no responden provocaciones de jóvenes cristianos de la ACJM en el mitin. Al término, los ahí reunidos se lanzan contra los rijosos, quienes se refugian en el local de  Acción Cívica. “el grupo que los siguió quiso ser alcanzado por varios de los dirigentes para evitar un posible enfrentamiento”, añade Nuncio Limón.

“En el interior de ACN se hallaban los empresarios más representativos de Monterrey. Extrañamente sesionaban en pleno. Más tarde se quejarían al presidente de la república de haber sido agredidos por la chusma”.

“Esta ‘agresión obrera’ dejó tirados en la calle más de 30 trabajadores heridos, entre ellos Tomás Cueva y dos muertos José Guadalupe Palacios, de Artes Gráficas y Feliciano Alcocer, de Implementos Agrícolas. José Bárcenas, mesero, murió después a consecuencia de sus heridas”, refiere Nuncio citando el libro La Burguesía Regiomontana y su Verdadero Rostro.

Andrew custodia a patrones, luego es candidato de derecha

Los empresarios llaman a la policía diciéndose agredidos. Son llevados a la penitenciería para evitar fueran linchados por los cientos de trabajadores. Deciden llevarlos al campo militar a cargo del general Juan Andrew Almazán (el militar sería el candidato derrotado de la coalición de derecha PRUN-PLM-PAN en la elección a la presidencia de la República en 1940).

“Se prueba” que los patrones son los únicos que disparan pistolas y dos días después son liberados con pago de fianza de medio millón de pesos, sin que se determinara quién mató o hirió a quién. Las fianzas son de 100 a cinco mil pesos, según versiones de prensa.

“Por primera vez en Monterrey, los patrones matan personalmente a los obreros. Los atildados, los pulcros, los circunspectos han perdido su culta ecuanimidad y ciegos, disparan asesinando a los que se atreven a pedir un aumento de salario, mejores condiciones de vida”, escribe Nuncio.

“¿Porqué ellos personalmente? ¿Dónde estaba su policía, su ejército, sus esbirros? Sin dominar completamente el gobierno, asustados por sus propios cuentos de espantos comunistas, se sienten solos, amenazados en sus 500 por ciento de ganancia y disparan”, añade Abraham.

Para el autor, aquí el estado perdió frente a la burguesía regiomontana el control de la clase obrera. “Fue una disputa real, disfrazada de anticomunismo y llamados a la concordia de ‘los factores de la producción’.

La versión de la prensa

En la parte hemerográfica de la indagación se consultaron ejemplares del periódico local El Porvenir, que el 20 de abril de 1936 titula a ocho columnas “Dos Muertos y Siete Heridos en los Sucesos de Anoche”. Sin citar nombres atribuye a miembros patronales de ACN “que los rojos injuriaron duramente a la Acción Cívica y arrojaron piedras a las puertas y que esta conducta desarrolló la tragedia”.

Luego añade que el grupo 29 de AC sesionaba animadamente desde las 8:30 pm con gran cantidad de varones y algunas damas. Al caer las víctimas, como  a las 10:30 p.m. llegan patrullas y vehículos del ejército. Describe que antes de eso, los obreros se situaron a una cuadra de distancia en la plaza con grandes banderas rojinegras para su mitin.

El reportero del diario recoge declaraciones de ambos bandos, los que se culpan mutuamente. Un empresario no identificado afirma: “oímos que los rojos invitaron a los del mitin a pasar por el edificio de Acción Cívica siguiendo la calle Zuazua al norte. Ordenamos cerrar las puertas de entrada ya que los ánimos adentro también estaban exaltados por el griterío de los rojos. Arrojan piedras sobre las puertas y en este momento se producen los disparos de armas de fuego, formalizándose estos entre ambos grupos”.

A las 11:00 pm la policía recoge tres cadáveres y siete heridos de obreros. No así ningún lesionado o muerto de los de Acción Cívica. Se concentran alrededor de la manzana más de dos mil manifestantes y curiosos contenidos por la policía y el ejército. El Procurador de Justicia del Estado, Ramírez Villarreal se hace cargo de la investigación.

Detenidos Santiago Roel y Ricardo Sada

El Porvenir identifica a algunos de los primeros 50 detenidos de los empresarios: José Páez, Ricardo Sada, Virgilio Garza,  Santiago Roel  “y otros más”.

Por haber disparos, el caso lo atrae el Juez de Distrito. Los 525 detenidos de ACN son trasladados a la Inspección General de Policía y luego al Campo Militar, donde es comandante el general Juan Andrew Almazán.

Algunos de los heridos de gravedad son Tomás Cueva y José Bárcenas. Domingo Lara, Leonardo Villarreal, Mateo Barrientos, Julián Llanes y Antonio Espino, sufren lesiones de mediana consideración.

Las notas del diario destacan la acusación de ACN contra el alcalde Heriberto Montemayor de haber asistido al mitin de los rojos en la plaza como funcionario y que a pesar de estar a media cuadra de los rivales no previó las consecuencias, por lo que luego es destituido “por irregularidades administrativas” por el gobernador Anacleto Guerrero.

La ciudad se convulsiona, suceden protestas públicas de ambos grupos, incluida una marcha fúnebre con los cuerpos de los obreros asesinados. Desplegados de las organizaciones en la prensa y telegramas urgentes al presidente Lázaro Cárdenas hacen temer nuevos enfrentamientos.

Jonás García de ACN culpa a los rojos de haber sido ellos los que disparan y que prueba de ello son los impactos en el edificio donde estaban reunidos “obreros y empresarios y gente de todas clases sociales en la sesión de Acción Cívica”. Según este dicho empresarial, las balas disparadas por los obreros rebotaron y les impactaron a ellos mismos, matándolos e hiriéndolos.

El 31 de julio de ese 1936 El Porvenir informa que la Confederación de la Clase Media responsabiliza al doctor Angel Martínez Villarreal de participar con los rojos. Al día siguiente informa que algunos abogados, entre ellos José Margaín Zozaya y Santiago Roel sacan bajo fianza a más detenidos con el juez de Distrito, Pedro González.

Peritaje militar: Las armas “no fueron accionadas en al menos un año”

El alcalde regiomontano Montemayor, niega la acusación de la ACN acerca de que estuvo instigando la tragedia a favor de los rojos y afirma que los únicos responsables son los empresarios.

Para el 2 de agosto salen bajo fianza los últimos detenidos, entre ellos Joel Rocha, Antonio L. Rodríguez, Bernardo Elozúa por los acontecimientos de la calle Zuazua.

Para el 3 de agosto, “los libertados se muestran sumamente agradecidos por la caballerosidad  del general Almazán” informa El Porvenir. (esta afinidad entre empresarios fundadores de lo que sería el Partido Acción Nacional llevaría a postular en coalición a Juan Andrew  Almazán como el primer candidato derechista a la Presidencia de la República en 1939, a tres años de la masacre obrera).

Para el 7 de agosto de ese año 1936 el caso pasa a  manos del Juez Tercero Penal, Rubén González Elizondo. Un peritaje a cargo de militares designados por Andrew determina que  las 9 pistolas encontradas dentro del edificio de la Acción Cívica, calibres 22, 38 y 44, “no han sido disparadas en al menos un año”. Con lo que se diluye la responsabilidad a los inculpados.

Este hecho es calificado por los sindicatos obreros y la FTNL como una burla gobierno-patrones hacia las víctimas, pues preguntan “cómo era posible que ellos portaran pistolas oxidadas y sin balas como dicen que fueron encontradas. ¿Entonces quiénes dispararon desde adentro?…porque los disparos salieron del edificio”, preguntaban.

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