Investigación

El día que los «huertistas» incendiaron Nuevo Laredo

El avance de los revolucionarios al norte de Tamaulipas fracasa en varios intentos y tras el sitio de 100 días ocupan la penúltima ciudad faltante por caer, pero en represalia las tropas federales huertistas prenden fuego a casas y edificios públicos.

Luis Alvarado

En 1913 la revolución constitucionalista de Venustiano Carranza veía a Tamaulipas como el siguiente estado en ser ocupado, algo que implicaba arrebatar el control de las principales ciudades bajo el mando de las tropas federales del presidente usurpador Victoriano Huerta.

A través de su estratega militar pretendía tomar Reynosa en mayo y Matamoros en junio de ese año para impedir los abastos a las tropas huertistas y así poder controlar las aduanas y tráfico de armas.

General Cesareo Castro

Reynosa cae el 10 de mayo y Matamoros el 3 de junio de ese año 1913 a manos de las tropas de Lucio Blanco. En el centro, el imperativo de tomar Ciudad Victoria obedece a quitar la capital del estado al huertismo y derrocar al gobernador Antonio Rábago.

También se buscaba interrumpir los abastos por tren y el envío de tropas a Tampico, lo cual ocurriría hasta el mes de noviembre con el control ferroviario, marítimo y aduanal, además de los campos petroleros en producción en San Luis Potosí.

Pero faltaba la ciudad de Laredo de Tamaulipas, llamada así hasta antes del inicio de la revolución. El punto más al norte de la entidad representaba intervenir las comunicaciones de todo tipo hacia Piedras Negras, Guerrero, Candela y Monclova, Coahuila. También cortar la ruta huertista hacia Monterrey. Y desde luego con el Laredo texano.

Los planes de ocupación de la también llamada Nuevo Laredo tuvo varios intentos por quitarla de las manos federales, que fracasan en un sitio que duró exactamente 105 días, iniciando el año nuevo de 1914 y concluyendo con el triunfo el 14 de abril.
Sin embargo, en represalia por ser despojados de esta zona fronteriza los mandos huertistas ordenan la quema de la ciudad, en un hecho que ha sido considerado como el Incendio de Nuevo Laredo.

Reynosa es ocupada

Cuando Venustiano Carranza ordena a los generales Cesáreo Castro, Lucio Blanco, Daniel Ríos Zertuche y Francisco J. Mujica el control del estado de Tamaulipas, en abril de 1913 se inician las hostilidades en la esquina noreste del país.

Blanco ocupa Reynosa el 10 de mayo, destruyendo la vía férrea para aislarla y comisiona al coronel Porfirio G. González que ocupe las poblaciones río arriba logrando posteriormente instigar a la población a la revolución.

Así queda de la Aduana Fronteriza

El día 5 de abril de ese año Espiridión Lara es designado gobernador interino de Tamaulipas, seguido al poco tiempo por Matías Guerra, aunque no de filiación maderista se le ha considerado huertista.

Errores de Mújica

Pablo González llega a Ciudad Guerrero el 27 de diciembre de ese año 13 procedente de Matamoros. De ahí se adelantan a San Ignacio, Cesáreo Castro y Jesús Dávila con un total de mil

100 hombres y dos cañones. Los alcanza el coronel Andrés Saucedo, quien recibe órdenes de dinamitar el puente ferroviario Rodríguez-Anáhuac para impedir ayuda de Monterrey a los huertistas de Nuevo Laredo.

“Sin embargo Saucedo delegó tan delicada misión al mayor Francisco J. Mújica quien fue engañado por el mayor federal Juan Zuazua. El puente no se dinamitó y esto permitió pasar a Nuevo Laredo todo un tren militar en el último día del año”, refiere Fernando Garza González en su libro Nuevo Laredo en Llamas (Nuevo Laredo, 1992).

El incendio visto desde Texas

El error de Mújica permite a las tropas de Huerta recibir un refuerzo de mil 300 hombres y varias ametralladoras la noche del 31 de ese fin de año, un día antes del ataque revolucionario.

El cónsul gringo A. B. Carret media entre los bandos y entrega a los federales la solicitud de rendición de la plaza de los constitucionalistas.

En estación Camarón dos mayores huertistas se incorporan a N. Laredo ante los ataques de los carrancistas en el Paso de San Jacinto. La ciudad estaba a cargo del coronel Gustavo Guardiola con 600 hombres al mando de los mayores Modesto Mendoza Saggiantti y Fraga, mientras la artillería al mando de Reyes Macías.

La defensa a cargo del 12º regimiento de caballería con 600 hombres, más los de infantería de los coroneles Luis S. González; coroneles Enrique Luebbert y Angel Mirón, capitanes Plácido Castro y el cuerpo Irregular del capitán Juan Zuazua. Los federales quedan bien organizados con un total de mil 900 elementos.

Batalla el año nuevo

El federal Guardiola ordena colocar furgones de tren a manera de barricada desde el puente internacional hasta el punto de las actuales calles Washington y Aquiles Serdán, siendo los más importantes sitios de defensa al sur y poniente de la ciudad, refiere el autor de la obra.

Los funerales

A las 6 horas del primer día de 1914, los revolucionarios al mando de Cesáreo Castro atacan por el sur, Saucedo llega tarde al poniente, pero los Carabineros de San Luis se colocan a 300 metros de las trincheras de los ‘pelones’. Por el oriente el general Jesús Dávila apoyaría a los coroneles Porfirio González Menchaca y Ernesto Santos Coy.

Menchaca dirige a los potosinos con 500 hombres; Gustavo Elizondo a otros 500 de Libres del Norte y Jesús Garza Siller a 600 más del Regimiento Nuevo León. Saucedo se acerca a la línea enemiga y es herido, muriendo en el primer encuentro el potosino Manuel Santos y por los federales el mayor Reyes Macías, jefe de artillería.

Por la noche de ese día 1, Pablo González ordena a Nicéforo Zambrano conseguir parque en Laredo, Texas pero la vigilancia de los militares gringos lo impide. Tras otro encuentro en la zona noroeste varios carrancistas son colgados de los postes telegráficos de la línea a Colombia, Nuevo León.

Pablo ordena retirada el día 2 de enero a San Ignacio y Saucedo al rancho Las Tortillas de Cd. Guerrero, hasta que el 15 el autor de varios traspiés es retirado del mando de la brigada Blanco.

En el segundo día de batalla mueren cerca de 300 carrancistas y heridos Cesáreo, Dávila y Santos Coy. Sin ser confirmado, los federales reportan mil bajas constitucionalistas.

“Otras fuentes reportaron en el segundo día 96 muertos y 100 heridos. Este resultado hizo que en los primeros enfrentamientos la victoria fuera para los federales, tal como lo relata

una fuente noticiosa seria –Anales Gráficos de la Historia Militar de México, G. Casasola”, añade Garza González el autor del libro.

Pablo González tiene que regresar a Matamoros a mantener la ocupación y quedan a cargo Castro y Dávila. Desde lado texano numerosos mirones presenciaban las batallas entre los bandos mexicanos, hiriendo las balas perdidas a varios espectadores.

Los combates en las orillas de Nuevo Laredo eran observados por cientos de texanos, como si fuera un espectáculo. Se subían a los vagones ferroviarios para alcanzar los mejores lugares en esta escenificación macabra.

La quema de la ciudad

Versiones de las áreas rurales indican que los huertistas se dedicaron en su permanencia a robar tiendas, casas, ganado, pero igual hacían los carrancistas. El 26 de enero de 1914 el gobierno huertista desaparece los Poderes de Tamaulipas y designa como gobernador provisional a Ignacio Morelos Zaragoza, quien sustituye al también huertista Matías Guerra.


Tras algunos encuentros leves y escaramuzas con algunas bajas de ambos lados, el 22 de febrero los constitucionalistas vuelan la vía ferroviaria por la estación Mojina, 24 kilómetros al norte de Lampazos, N.L. suspendiéndose el tráfico de trenes con Monterrey y provocando el aislamiento de los federales que era lo que perseguían los revolucionarios.

Aunque muchas familias nuevolaredenses huyen al lado texano, los oficiales federales se hacían atender muy bien por las que se quedaron, sobre todo si eran pudientes, añade Fernando Garza. Al sentirse acorralados los gobiernistas deciden abandonar la ciudad, pero en despecho ordenan incendiar todo lo que se pudiera.

Testimonios recogidos por el autor, entre ellos el de Donaciano Echavarría indican que al retirarse de este pueblo los huertistas caminaban en grupos por diferentes rumbos de la ciudad con un oficial al frente que ordenaba ‘ésta quémenla’ o ‘este edificio también’. Pero fincas como el molino de Ramón González en las actuales calles de Pino Suárez y Aldama también decían ‘esta no’, al parecer en gratitud por haber recibido buenas atenciones.

Otro testimonio de una familia que abandona la ciudad al encuentro de su padre, un señor González ubicado en un rancho a 18 kilómetros de distancia al noroeste indica que pasan al lado americano y abordan un tren hacia el poniente, regresan al lado mexicano y se reúnen con José González, distancia donde se apreciaba la gran humareda causada por el incendio.

Pero también queman totalmente el edificio de la Aduana Fronteriza, quedando de pie solo la fachada. Al terminar la labor pirómana, los federales huyen en tren hasta el cañón de Bustamente donde eran esperados por los carrancistas a lo que viéndose perdidos, no presentan combate y huyen como pueden dispersándose todos.

Funerales de víctimas de las batallas

Edificios quemados

Un documento del Archivo Histórico Municipal indica que los primeros fracasos revolucionarios pudieron ser porque “no tomaron en cuenta que el general Téllez había arribado a la ciudad el 22 de junio de 1913 con un ejército de 2000 hombres formado en su mayoría por indígenas del sur del país”.

En su acorralamiento, los huertistas emiten billetes ‘bilinbiques’ para facilitar la compra-venta de artículos pues las monedas y billetes reales escaseaban. Los edificios que son quemados son la Presidencia Municipal, el edificio de Telégrafos en Ocampo y Bravo; las

oficinas de Correos, por la calle Guerrero; el mercado, el molino de harina, una fábrica de dulces ‘y muchos otros edificios públicos y privados’, indica el texto del Archivo Histórico.

Aunque el incendio de Nuevo Laredo no fue de proporciones gigantescas, si quemaron totalmente la cárcel que se localizaba junto a la Presidencia Municipal por la calle Victoria entre Guerrero y Ocampo, (nombres actuales). La quemazón se extendió cuando menos a diez o más cuadras del centro, aunque en puntos aislados.

Acerca de las causas de esta labor pirómana de los federales, una versión de Ernesto Zertuche al prologar el libro Memorias de García Naranjo refiere que un General de apellido Quintana, interpretando equivocadamente una orden del gobierno huertista, fue quien prendió fuego a Nuevo Laredo pasando posteriormente a Lampazos donde intentó repetir la criminal acción, para posteriormente llegar a Candela con iguales intenciones.

Durante esa quemazón se perdieron muchos de los registros oficiales del ayuntami

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