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El otro Américo: Un sueño entre dos siglos

CUADRANTE POLITICO

Por Fernando Acuña Piñeiro

El otro Américo: Un sueño entre dos siglos

La anécdota ocurrió en 1993, en el epílogo  sexenal del  ingeniero Américo Villarreal Guerra en la gubernatura de Tamaulipas. Fue  algo insólito y sorprendente y de hecho nunca se había dado a conocer hasta ahora en que lo hago público, pues siento la obligación literaria de compartir con los lectores, una versión de lo que en aquellos tiempos escuché. Las cosas ocurrieron de la siguiente manera:

Sucede que el ingeniero Américo tuvo un sueño, donde se veía caminando por la plaza del 15, frente a  palacio de gobierno. AVG decidió sentarse en una de las  bancas del pequeño zócalo victorense. El aroma de las pequeñas rosas blancas  le recordaban aquel poema de José Martí, en el cual el escritor cubano siembra y poda palabras que florecen como un canto a los valores de la honestidad y de la amistad. 

El Américo de 1993 asoció los inmortales  versos de Martí con la fuerte  coincidencia política que había nacido entre él y un joven funcionario tabasqueño, de nombre Andrés Manuel López Obrador, recién nombrado Delegado del Instituto Nacional Indigenista y originario de Tepetitán, municipio de Macuspana.  En el edén tabasqueño, corrían los tiempos del Gobernador Leandro Rovirosa Wade. Villarreal Guerra llevó a cabo trabajos de carácter hidráulico que beneficiaron a las comunidades de la Chontalpa. 

Pero volvamos a la narración del sueño, que tuvo AVG, porque eran alrededor de las 9  de la mañana, cuando desde aquella banca frente a la gran fortaleza de arquitectura cuadrada construida por el General Raúl Garate Legleu, cuando de pronto, en la misma banca se sentó también un joven  pero de profesión doctor en cardiología. El uno y el otro se miraron. 

Un poco intrigado, el  ingeniero le preguntó al doctor: ¿eres de aquí de Victoria?  Creo haberte visto antes. Acaso te gusta la medicina? Escalar Montañas? 

—–Porque en todo caso, tu debes  ser Américo Villarreal. Yo también soy Américo Villarreal y estamos en ciudad Victoria, en 1993, justo en el epílogo de mi sexenio. Pero yo soy gobernador y tu..? 

—–Yo también soy gobernador, contestó el Américo del 2022, pero apenas acabo de ganar la elección. Soy más joven ahora, pero ambos hemos coincidido  aquí en este sueño llamado Tamaulipas. Y en esta misma plaza, que  este lunes caluroso de junio, está llamada a llenarse de voces y de fiesta ciudadana, para celebrar juntos los anhelos ciudadanos  cambio y la Cuarta Transformación que ya  está en camino. 

  El ingeniero le dijo entusiasmado: Bueno, a propósito de atender las necesidades del pueblo, hace apenas unos meses, en julio de 1992, inauguramos el primer acueducto, de la Presa “Vicente Guerrero”  a  esta capital, que tiene la capacidad de abastecimiento de mil litros por segundo. 

El rostro del Américo de 2022  se iluminó con una sonrisa: ese mismo acueducto ya requiere ahora, justo 20 años después una segunda línea que habremos de llevar a cabo.
Ahí en esa misma banca de la plaza del 15 Hidalgo y Juárez, frente a la misma iglesia y las efigies de la reforma, el tiempo transcurrió sin que aquellos dos personajes protagonistas de un mismo sueño se diesen cuenta.

De pronto la explanada  del poder político por excelencia en Tamaulipas se vistió de voces entusiastas, de optimismo por el futuro, de algarabía colectiva. 

Los dos Américos aun estaban ahí. Su charla se alargó y traspasó  las paredes temporales de dos siglos.  

 Ya casi para despedirse, el cardiólogo del 2022 le preguntó al ingeniero civil de 1993, algo de lo más relevante: 

—–¿Hay una fórmula para llevar a cabo un buen gobierno como el que tu realizaste? 

La respuesta fue la siguiente: 

—En los asuntos del poder público, no hay libros que te enseñen mejor que la experiencia personal. El sexenio es un aprendizaje que no se encuentra en ninguna parte. Sin embargo hay líneas de comportamiento que no debemos olvidar: gobernar para la gente más necesitada. Escuchar a los más  débiles. Hacer el bien sin mirar a quien. Te deseo mucho en tu proyecto de curar a Tamaulipas. Recuerda que el humanismo más que una actitud filosófica, debe de aplicarse con empatía, poniéndonos siempre en el lugar de los demás.  

Cierto es que Tamaulipas es como un potro indómito, pero hasta los galopes más desbocados, pueden volverse un trote equilibrado, cuando hay educación, y sensibilidad para atender los problemas más apremiantes. 

En este punto de la conversación, los dos Américos se despidieron o  tal vez permanecieron ahí,  como centinelas del tiempo y de una memoria colectiva, convertida en una tarde de celebración y de esperanza por lo que ya se perfila como un nuevo destino para Tamaulipas y sus familias. 

 Las voces del pueblo, llegaron junto a las paredes graníticas de un palacio azul que ya se va. Tamaulipas vive el festejo de una revolución cívica, que acabó con la opresión desde la trinchera de las urnas. 

 Agregándole nuestras propias aportaciones, estas  líneas se inspiraron en el cuento “El otro”,  del escritor argentino Jorge Luis Borges.   

 

 

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