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¿La LXVI podría significar el final del cabecismo? 

CUADRANTE POLÍTICO
Por Fernando Acuña Piñeiro
¿La LXVI podría significar el final del cabecismo? 

En los últimos siete años, (un tiempo relativamente corto), Tamaulipas ha vivido dos transiciones políticas trascendentes. Durante muchas décadas nuestro estado fue considerado uno de los bastiones más firmes del priismo, en el norte del país.  

Sin embargo, todo este señorío se acabó, al desencadenarse una serie de acontecimientos que le abrieron la puerta a la más virulenta y corrupta expresión de la derecha panista en México: el cabecismo.  

 El primer punto de inflexión tamaulipeco ocurrió con el asesinato del candidato a la gubernatura Rodolfo Torre Cantú, el 28 de junio del 2010, lo cual desencadenó una grave crisis política e institucional.    Con escaso margen temporal para operar un plan B sucesorio, dicho escenario obligó literalmente al entonces gobernador Eugenio Hernández a emitir el dedazo en favor del ingeniero contratista Egidio Torre Cantú, hermano del mártir victorense y tamaulipeco.   

Trepado en el cadáver de su hermano, Egidio ganó las elecciones. Pero lo hizo odiando a los priistas del estado, y en primer lugar al mismo Eugenio, al cual un día antes de que concluyese el mandato, se dice que ya no le contestaba el teléfono.   

Hacia la recta final de su sexenio, ETC buscó impulsar a su sucesor, en la persona del abogado victorense Alejandro Etienne Llano, quien había sido alcalde de Victoria. Pero al tocar puertas ante las máximas esferas políticas del peñismo, fue rechazado.   

La estafeta ya estaba reservada para el amigo de Luis Videgaray, el tamaulipeco Baltazar Hinojosa Ochoa. No hay que olvidar que para esas fechas, Videgaray y Miguel Ángel Osorio Chong jugaban vencidas por la sucesión de su jefe el presidente.   

A lo largo de ese periodo que va del 2012 al 2016, en que consigue por fin la candidatura a gobernador, después de que en el 2010 lo habían vetado desde las oficinas del presidente Calderón, Francisco García Cabeza de Vaca había cabildeado hábilmente, especialmente en el área militar y política, logrando dos poderosos avales, a cambio de respaldar la reforma energética de Peña Nieto.  

Esto último fue lo que constituyó el segundo gran suceso de carácter estructural en nuestro estado.  La reforma energética planteada por el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, necesitó de manera vital el apoyo del Partido Acción Nacional, y sus respectivas bancadas legislativas en la Cámara de senadores y diputados.  

Cabeza encontró el camino desbrozado, tanto a nivel federal como estatal.   

Al peñismo no le fue difícil rematar políticamente una entidad federativa, que ya estaba ubicada en el filo del hartazgo, con un gobierno egidista que prefería apoyar al PAN, (con el cual siempre había simpatizado), antes que respaldar la candidatura de Baltazar, al cual le mostraron su rechazo, a las primeras de cambio.  

Dentro de la llamada teoría de la conspiración, se habla de que Baltazar ya sabía desde un inicio, que no iba a ganar la elección de gobernador, porque ya Cabeza estaba amarrado con el gobierno peñista. Lo que sí es verdad, es que Balta remó siempre contra la corriente, en lo local contra Egidio, y en lo federal, con un gobierno peñista que simplemente miró para otro lado, y le abrió la puerta a Cabeza.  

El arribo del cabecismo a Tamaulipas fue espectacular, apoteósico y cargado con una poderosa dosis de promesas de cambio. Su principal expresión de poder sexenal fue para reprimir y humillar a un priísmo tamaulipeco, que ya había sufrido seis años de rodillas y de suplicio con Egidio Torre Cantú.   

Todo este odio se tradujo en miles de despidos injustificados de la burocracia estatal, para ser  sustituidos  por gente de Reynosa y amigos TEX-MEX que ocuparon los principales cargos ejecutivos. De esta forma, el priismo que había vivido con Egidio el desdén y el desprecio, con Cabeza experimentó algo comparable a un pogromo judío.   

Por eso, cuando Andrés Manuel López Obrador gana la Presidencia en el 2018, en Tamaulipas estaban maduras ya las condiciones para una segunda mudanza política estructural, esta vez hacia el color guinda. Muchos priistas de a pie y de mayor nivel corrieron hacia MORENA. Sin dudarlo, le entregaron cientos de miles de sufragios a AVA y su obradorismo tamaulipeco. 

La llegada del doctor Américo Villarreal Anaya, primero al senado de la república, y posteriormente a la gubernatura en el 2022, tiene buena parte de sus raíces, en este flagelo político de un panismo, que en lugar de aprovechar la oportunidad que la historia les brindó, de impulsar la grandeza de Tamaulipas, prefirieron saquear económicamente al estado. Y gobernar con opacidad y sin rendir cuentas.  

Dentro de todo este recuento, político es necesario subrayar algo de lo más importante. Hasta ahora, ningún grupo político que ha gobernado Tamaulipas ha tratado de volver al poder, aferrándose a una posición absurda e irreductible.  

El cabecismo ha mantenido enclaves transexenales, que conforme pasa el tiempo, tienden a debilitarse. La hora cero de este desenlace podría ocurrir en el 2024, cuando se elija la LXVI legislatura local, donde el morenismo americanista buscará una mayoría absoluta.  

De lograr este propósito de carácter estratégico, el desmantelamiento del cabecismo y sus sueños transexenales de poder, será un hecho.  

Habrá que estar pendientes de cómo evolucionan los escenarios. 

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