MIRADA DE MUJER
Luz del Carmen Parra
El que persevera, alcanza
No necesitamos convertirnos en una persona famosa o ser un super deportista, de esos que se cuelgan al cuello infinidad de medallas, para sentirnos triunfadores, todos los días podemos esforzarnos por terminar el día realizando a cabalidad nuestras responsabilidades y yéndonos a dormir con la satisfacción del deber cumplido.
Hace muchos años, siendo muy joven, leí un libro que me ayudó a formar mi carácter. Recuerdo en particular, un capítulo de aquel best seller de Og Mandino, El Vendedor Más Grande del Mundo, el que tituló “Persistiré, Persistiré, Persistiré, hasta alcanzar el éxito”, del que aprendí a no darme por vencida. A esforzarme por hacer las cosas a mi manera hasta quedar satisfecha. A reconocer mi capacidad de superación y mejora.
Eso me ha llevado a reflexionar que cuando transformamos la rutina en una actividad motivadora, alejada de la medianía del simple hacer y ponemos nuestra voluntad en alcanzar un mayor grado de precisión, hasta terminar la tarea comprometida, nos olvidamos del cansancio ocasionado por el esfuerzo, nos llena un sentimiento de verdadero placer perseverar y no rendirnos ante las contrariedades que pudieron presentarse en el camino. Llegamos a la meta. Cerramos nuestra jornada dispuestos a disfrutar del merecido descanso. Sin cargas emocionales de haber dejado a medias nuestro trabajo o haberlo hecho sin el debido cuidado.
No es fácil ser perseverante y tomar conciencia de nuestra responsabilidad en todo lo que hacemos. Es más cómodo medio hacer, esperando que el que está al lado venga y termine lo que dejamos empezado. Dejar la ropa a medio camino o tirar la basura fuera del cesto, es lo más común en nuestro en torno. Imaginemos que sería de nuestro mundo si todos termináramos de hacer bien, lo que empezamos y pusiéramos las cosas en el lugar que les corresponde.
Hacer las cosas bien y no al hay se va, solo por cumplir, tiene una gran diferencia, está de por medio nuestra conciencia creadora, que más allá de nuestra atención o concentración genera y motiva nuestra creatividad con resultados que nos sorprenden y nos cautivan llenándonos de satisfacción. Todos los días, en todo lo que hacemos, tenemos la oportunidad de probar nuestra capacidad de resistencia, porque por naturaleza aparecerán obstáculos para lograr nuestros objetivos. Me viene a la memoria una frase de un comercial de televisión que pasó hace varios años y que rezaba así: Si todo fuera fácil, cualquiera lo haría”. Nada más cierto.
Pero dejar la medianía requiere esfuerzo. Perseverancia. Tomar en nuestras manos la importancia de vivir y de disfrutar lo que construimos. Dejar de trabajar solo por cumplir, y a ve-ces medio cumplir. Ponernos metas y hacer todo lo posible por llegar a ellas. No metas inalcanzables, que hagan luego que nos olvidemos de ellas o que nos lleven a la frustración, sino objetivos tan simples como sea posible, que nos vayan llenando día a día de grandes satisfacciones, que nos impulsen a seguir construyendo nuestra voluntad de esforzarnos y dar lo mejor de nosotros mismos.
A medida que seamos capaces de ir venciendo las pequeñas resistencias, iremos avanzando. Si aprendemos a no ceder ante el primer contratiempo, si buscamos alternativas de so-lución a los problemas que se presentan a diario, si enfrentamos nuestros miedos y nuestras limitaciones poco a poco, cual maratonista, terminaremos sintiéndonos triunfadores. Nuestras circunstancias de vida pondrán el tamaño del es-fuerzo requerido y nuestra perseverancia será el sostén de nuestro entrenamiento.
Si aprendemos a no darnos por vencidos, a ver los problemas como simples retos a nuestra inteligencia, a nuestra imaginación, a nuestra intuición, quitaremos la angustia y la ansiedad que produce el reto a resolver e incrementaremos nuestra capacidad de respuesta. En la medida que conservamos nuestra mente fría, y vemos como una oportunidad de crecimiento lo que tenemos enfrente, podemos empezar a enfocar de una manera diferente el acercarnos a la resolución de conflictos.
Si dedicamos parte de nuestro día a practicar consciente-mente, como lo hacen los triunfadores, a exigirnos no abandonar, a mantenernos firmes en nuestro quehacer cotidiano, a terminar lo que empezamos y a obligarnos a no dejar para después, pronto entenderemos el valor de la perseverancia.
No cedamos. Seamos constantes. Que no nos acobarden los problemas de la vida. Si aprendemos a resolverlos en el momento en que se presentan siempre será más fácil. En la cultura del esfuerzo y la superación vemos infinidad de ejemplos que nos dicen que podemos ser sobrevivientes, ganadores. Dejemos nuestra zona de confort que aniquila toda posibilidad de triunfo.
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